Diego Arguedas O.
La mañana del 5 de setiembre del 2012, un terremoto de 7,6 grados en Guanacaste se convirtió en el segundo más fuerte en la historia de Costa Rica, solo superado por el ocurrido en 1991, con epicentro en Limón.
Empleando una red de monitoreo terrestre, un equipo científico, liderado por el sismólogo Marino Protti, ya había advertido del riesgo potencial de un fuerte temblor en esa zona; esto, con el fin de motivar la prevención en las comunidades de Nicoya.
Sin embargo, antes, e incluso después del evento, salieron al paso críticas sobre la fiabilidad y validez de sus propuestas científicas.
Con un nuevo estudio publicado en la revista especializada Nature Geoscience en diciembre pasado, Protti se sacude y expone la evidencia de los hallazgos que sustentaron sus palabras.
El reporte muestra cómo su equipo científico fue capaz de identificar la zona y la magnitud de ese terremoto en Nicoya en el 2012.
Este es un extracto de una conversación con él.
¿Cuál es el principal hallazgo de su estudio?
La conclusión principal es que, si se hace un monitoreo por un periodo de tiempo importante, es posible conocer las partes de una falla (tectónica) que tienen más potencial de romperse, y cuáles segmentos de esa falla pueden deslizar y cuánto lo harían.
”Fue así como, con base en datos de década y media, tres meses antes de ese terremoto –en mayo del 2012–, nosotros publicamos un artículo donde pudimos identificar los llamados parches (sitios propensos a producir un sismo) y así caracterizar una zona más o menos entre Nosara y Nicoya y un parche un poco menor costa afuera”.
¿Y en el nuevo reporte?
Lo que sacamos ahora es el resultado de lo que finalmente pasó. Tomamos los datos de GPS, identificamos el deslizamiento y vimos una correspondencia muy fuerte entre lo que esperábamos y lo que ocurrió, al menos en el parche que va de Nosara hasta Nicoya.
¿Cuál fue la coincidencia entre lo previsto y lo que ocurrió?
La sumatoria de variables (deslizamiento del parche más somero más el parche profundo) sumaba para un terremoto de entre 7,8 y 7,9 y al final, el terremoto del 2012 fue de magnitud 7,6.
”Eso nos sugiere que podría haber ‘quedado’ ahí margen para un sismo mayor, que sería menor que el del terremoto del 2012, pero podría ser cercano a la magnitud 7. Ahora, no necesariamente lo que falta por deslizar debe ‘darse’ por un terremoto, podría ser un deslizamiento lento”.
En mayo del 2012 el primer reporte señalaba dos áreas que eran críticas en Nicoya, ¿cómo reaccionó la comunidad científica ante esa investigación?
La forma en que uno ve la reacción es primero mediante la aceptación del artículo, porque es sometido a la revisión de pares que están viendo los mismos problemas. El hecho de que lo aceptaran significó mucho.
”En este reporte de diciembre nos fue muy bien y uno de los revisores científicos –que es una de las personas más reconocidas en movimientos de subducción (de placas tectónicas)– inmediatamente dijo: ‘Esto hay que darlo a conocer y es un buen ejemplo de lo que se puede hacer instrumentando’.
”La mayoría de las revisiones solo nos pidieron recortarlo; esa fue la parte más difícil”.
¿Considera que publicar esta investigación es para usted como cerrar un ciclo?
Viera que no. La situación ideal desde el punto de vista del monitoreo científico era que se liberara ya toda la tensión y se ‘reseteara’ de cero. Por dicha eso no ocurrió, desde el punto de vista de lo social.
”Creemos que eventualmente sucederá, pero las zonas de ruptura no siempre se comportan de la misma manera.
”Estas son redes de ciclos sísmicos. El próximo sería como en 50-60 años, cuando nosotros ya no estemos por aquí.
”El trabajo nuestro de ahora es de albañil: preparar las instalaciones para los investigadores del futuro y que puedan tener información y sacar conclusiones”.
Tras las críticas, ¿cuál es su balance de este proceso?
Las críticas vinieron de varios sectores. Unos creían que uno lo que quería era ahuyentar el turismo en Nicoya, cosa que nunca pasó. Más bien, lo que pasó es que aumentó la cantidad de hoteles.
”Nadie deja de ir a un lugar porque puede ser que haya un terremoto; si no, nadie iría a visitar Los Ángeles o Tokio.
”Lo cierto es que los científicos tectónicos nunca dijeron que el terremoto no iba a ocurrir. Lo que criticaban es que dijéramos que iba a ocurrir, porque para ellos esa información no debería darse.
”Se nos criticó también no poder decir cuándo iba a ser el sismo, pero nosotros no podíamos hacer eso. Nosotros no hablamos de predicciones, sino de evaluación del potencial sísmico. Predecir implica decir dónde, qué tan grande y cuándo va a ser (el movimiento). Podíamos decir dónde y qué tan grande y en eso acertamos, como lo prueba este artículo”.
¿Por qué fue importante para usted dar esta información?
El sismólogo trabaja para poner información al servicio de toda la ciudadanía.
”El saber dónde hay fallas le ayuda al país a saber dónde puede construir, y entre otras cosas, les ayuda a los ingenieros nacionales a saber cómo deben construir”.