Donde las personas solo ven polvo gris, Geoffroy Avard mira minerales de colores, rastros de gases y vidrios.
Su observación va más allá: el petrólogo intuye lo que podría hacer el volcán Turrialba, a partir de los materiales que expele en las erupciones.
“Podemos ver la historia que tuvo ese magma en particular y, a partir de ella, ver cómo podría evolucionar. Eso nos permite anticipar un poco”, dijo Avard.
Esos estudios se realizan en el Laboratorio de Petrología del Observatorio Vulcanológico y Sismológico de Costa Rica (Ovsicori-UNA).
A partir de la composición de la ceniza, los petrólogos pueden elaborar escenarios de riesgo eruptivo.
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“Por ejemplo, si la ceniza tiene una composición muy rica en silicatos, eso significa que es un magma bastante frío, con numerosos cristales, que son partículas sólidas.
”Si es frío y con buenos sólidos, significa que es viscoso, que no se mueve tan fácilmente, que va a acumular la presión de manera considerable; entonces tendríamos un riesgo de erupción muy explosiva”, explicó Avard.
En cambio, si ese material volcánico es caliente y con menos minerales, “entonces va a ser más fluido y los gases escaparían fácilmente. La erupción tendría, por ejemplo, una colada de lava, pero esta es menos peligrosa que una explosión”, agregó el petrólogo.
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Análisis. En este laboratorio se analiza el magma enfriado y fragmentado, ya sea en forma de ceniza o de roca. Se buscan gases, minerales y vidrios.
El tamaño de las partículas guarda relación con la energía liberada por el coloso. “Si hay mucha energía, el bloque va muy lejos y, si es lo contrario, entonces se queda cerca”, dijo Avard.
Eso se puede ver gracias a un tipo de análisis conocido como gravimetría. “Permite ver la cantidad de energía que el volcán necesitó para llegar a cierto punto”, especificó el investigador de Ovsicori.
Esa información es útil para realizar los modelos de dispersión de la ceniza.
A simple vista, la ceniza se ve gris, pero este es un material heterogéneo en formas y colores.
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Para develar esa variedad, Avard lo tamiza y limpia. Luego lo coloca en un tanque de ultrasólidos para separar las partículas. “El tanque emite vibraciones de alta frecuencia que hacen que las partículas choquen y se separen”, explicó.
El petrólogo solo selecciona partículas que midan entre 250 y 500 micras (un micra equivale a la millonésima parte de un metro). “Ese tamaño me permite manipular la ceniza grano por grano”, explicó.
En cada muestra, el investigador categoriza las partículas por familias de materiales y cuantifica el número de minerales presentes en ellas.
“Eso me permite ver cómo evoluciona el volcán de una muestra a otra”, dijo Avard.
Al principio del periodo eruptivo, como el coloso estaba abriendo el conducto, expulsaba material viejo que era producto de lo que iba arrancando del edificio volcánico. Apenas el 1% era material juvenil.
Actualmente, la composición de la ceniza y las rocas es más magmática. Raúl Mora, vulcanólogo del programa Preventec, de la Universidad de Costa Rica (UCR), aseguró que hoy entre 20% y 25% es juvenil.
En cuanto a las rocas, Avard corta una lámina casi transparente para determinar los minerales que hay en ella.
Para conocer la composición química de la ceniza, Ovsicori utiliza un espectrómetro de fluorescencia de rayos X.
“El material expelido en las erupciones del 2016 tiene la misma composición del que salió hace 150 años. Eso significa que puede ser el mismo material que no salió y ahora está saliendo o que el magma nuevo está teniendo la misma evolución que hace 150 años”, destacó Avard.
A la fecha, los análisis petrológicos realizados por Ovsicori indican que el Turrialba está teniendo una evolución similar a su anterior periodo eruptivo , que data de 1864 a 1866.