Las aves conocidas como cuatro ojos (Melozone leucotis) que viven en el campus Rodrigo Facio de la Universidad de Costa Rica (UCR), en San Pedro de Montes de Oca, cantan de manera diferente a los pájaros de la misma especie que habitan en las instalaciones deportivas de dicha casa de enseñanza.
"En tan solo 500 metros, ya tenemos variaciones. Estas aves llegan al punto de desarrollar barrios y cada uno tiene su propio dialecto", comentó Luis Sandoval, ornitólogo de la UCR.
El investigador notó el mismo comportamiento en los otros dos sitios de monitoreo: el Jardín Botánico Lankester y Heredia.
Sandoval trabaja con el cuatro ojos desde el 2004. Esta es una especie del Valle Central, que se encuentra entre los 600 y 2.000 metros sobre el nivel del mar. Suele vivir en cafetales y charrales, los cuales están desapareciendo debido a la expansión urbanística y, con ello, el ave está perdiendo su hábitat.
Además, la especie ofrece una serie de ventajas de investigación: son aves fáciles de capturar, viven en el mismo territorio por muchos años y eso permite realizar monitoreo a largo plazo, y además, cuando las hembras y los machos cantan duetos, lo hacen con una vocalización específica.
"Eso me permite ver si los duetos sufren las mismas presiones que los cantos, los cuales solo realizan los machos con el fin de atraer hembras. En otras especies es muy difícil distinguir entre duetos y cantos, pero los cuatro ojos utilizan vocalizaciones diferentes en cada caso", explicó Sandoval.
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De hecho, el ornitólogo fue galardonado con el Premio TWAS-Conicit 2017, que reconoce la labor de científicos menores de 40 años, por este estudio en particular.
Descifrando el canto
Sandoval inició su investigación averiguando si el hábitat influye en las vocalizaciones del cuatro ojos, específicamente quería saber si este varía su canto cuando pasa de una zona abierta (potrero) a una donde la vegetación es abundante (bosque).
"Quería saber si el choque del sonido contra la vegetación lo degradaba y, por tanto, las vocalizaciones tendían a cambiar y por eso las aves de bosque cantaban de una manera y las de potrero de otra", comentó el biólogo.
Sin embargo, el resultado no fue el esperado: el estudio concluyó que el hábitat no afecta la estructura de las vocalizaciones.
Entonces, Sandoval formuló una nueva hipótesis: ¿será una cuestión de aprendizaje? "Y parece que sí. Al vivir en parches de vegetación, como cafetales y charrales, que están separados entre sí, los grupos de aves desarrollan un dialecto. En otras palabras, los cantos se parecen más entre individuos del mismo grupo que los de otro grupo, a pesar de ser la misma especie", explicó el ornitólogo.
Eso lo llevó a la siguiente pregunta: ¿intervendrá la genética, porque puede ser que los individuos que viven en un mismo lugar estén emparentados? "Concluimos que realmente no", manifestó Sandoval.
En este sentido, el aprendizaje sigue siendo la explicación más fuerte, aunque aún se ignora en qué momento ocurre este. "No sabemos si los hijos aprenden de los papás o si al llegar a un barrio nuevo, llevando consigo ʻpalabrasʼ nuevas, se empiezan a usar esas ʻpalabrasʼ. También puede ser que el individuo llegue al barrio ignorando el dialecto y lo aprende. Eso es lo que estamos analizando en este momento", detalló el ornitólogo.
Actualmente, el investigador está concentrado en indagar sobre el efecto del ruido de la ciudad en las vocalizaciones. "Parece que el ruido afecta de forma diferente a cada una de las vocalizaciones", indicó.
Las vocalizaciones de los cuatro ojos se dividen en cantos (son producidos solo por machos con fines reproductivos), duetos (los hacen hembra y macho para defender el territorio) y llamadas (alertan de depredadores o para indicar dónde están cuando no se ven).
"Lo que sospechamos es que el ruido está afectando las vocalizaciones que se utilizan para comunicarse a larga distancia, es decir, los cantos y los duetos", explicó Sandoval.
El investigador observó que los individuos que viven en sitios ruidosos presentan cantos más agudos, con frecuencias más altas, que aquellos que residen en lugares más silenciosos.
Además, y según Sandoval, el ruido limita qué tipo de cantos pueden producir y entre las opciones que tienen, ellos escogen dentro de su dialecto.
Desde hace dos años, el investigador aplica la misma metodología para estudiar las vocalizaciones del soterrey o cucarachero (Troglodytes aedon).
"En esta especie, el macho y la hembra cantan pero no producen duetos. Eso sí, viven en lugares similares a los cuatro ojos, lo que nos permite comparar", manifestó.
También está estudiando el efecto de la urbanización a partir de las diferentes coloraciones que presentan estas especies en sus plumas.
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