Tenemos un tronco evolutivo similar con otros primates, como el orangután, el chimpancé o los congos. Sin embargo, solo el Homo sapiens llegó a tener un cerebro tan complejo que le permite hablar, tomar decisiones, crear sus propias civilizaciones y dominar otras especies.
¿Qué los llevó a tener características tan diferentes? Para el especialista en antropología biológica y desarrollo cerebral humano Daniel White, la respuesta está en los cambios que ha experimentado nuestro cerebro.
White está de visita en Costa Rica para brindar distintas charlas acerca del tema. Durante su conversación con La Nación, mencionó algunas de las variables que llevaron a nuestro cerebro a ser como es en la actualidad.
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"Lo que tenemos hoy tomó millones de años. A lo largo del tiempo, los primates y prehomínidos tuvieron que enfrentar muchos cambios en el medio ambiente que fueron modificando y adaptando el desarrollo de su cerebro. Solo por poner un ejemplo, en África, hace unos dos millones de años, las selvas cambiaron a bosques, el clima se volvió más seco y la vegetación mutó. Los seres vivos tenían que adaptarse a esas transformaciones y eso fue moldeando sus cerebros", explicó White, quien obtuvo su doctorado en la Universidad de Albany, Nueva York.
Pero no solo eso. "Hemos sido expuestos a parásitos, a enfermedades, a inclemencias del clima, y todo eso intervino en el cerebro de todos los primates. ¿Qué hizo que el de los seres humanos evolucionara a lo que tenemos hoy? La respuesta exacta no se tiene y sería la gran respuesta, seguramente mutaciones genéticas, muchas de ellas nos beneficiaron, pero la socialización es una parte vital de la evolución del Homo sapiens".
Para el experto, la vida social ayudó en una forma de sinergia y esto nos permitió avanzar como población. El estar siempre en conjunto pudo ser clave para desarrollar, poco a poco, una memoria, talento para usar las manos y las herramientas, y habilidad para comunicarse con lenguajes distintos, reconocer caras y utilizar los sentidos.
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Desde esa perspectiva, un estudio publicado el año pasado en la revista PLOS One indicó que el adaptar la dieta al clima le dio ventaja al Homo sapiens sobre el neandertal.
"Los neandertales pudieron haber mantenido su enfoque oportunista de alimentarse con lo que tenían disponible en su cambiante hábitat durante cientos de miles de años", dijo en aquel entonces El Zaatari, coordinador de la investigación en PLos One.
"Sin embargo, parece que los humanos invirtieron más esfuerzos en acceder a los recursos alimenticios y cambiaron su estrategia alimenticia durante un período mucho más corto de tiempo, unido a un desarrollo de herramientas, lo que pudo haberles dado una ventaja sobre los neandertales", añadió.
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Sin embargo, esto no quiere decir que se deba ver a los otros primates como "inferiores" al ser humano.
"No podemos decir que los chimpancés o los koalas o los orangutanes son inferiores, ellos lograron sobrevivir a nuestros días, reproducirse y pasar los genes a su descendencia. No podemos decir que el mono tití es menos que nosotros. Somos distintos porque nuestro sistema cerebral es más complejo", aseveró White.
Las diferencias
Para White, las diferencias también tienen que ver con las habilidades necesarias para enfrentar el ambiente.
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"Por ejemplo, los gorilas viven en una 'ensaladera', en su hábitat natural tienen a mano todo lo que van a necesitar, hojas, apio, todo lo tienen a mano. Un chimpancé tiene una alimentación diferente, por lo que necesita más movilidad y cierta habilidad para cazar insectos", indicó.
Para el Homo sapiens más bien fue crucial el bipedismo (el poder sostenerse y andar sobre dos pies), e incluso eso vino antes del aumento del tamaño del cerebro. En otros primates, aunque pueden tener la habilidad de estar sobre dos pies, no es algo natural el 100% del tiempo.
"Un chimpancé puede andar sobre dos pies, pero con un gasto mayor de energía, también se encorva y con sus nudillos toca el suelo", comentó.
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En el caso de los homínidos, fue clave el descubrimiento de que el bipedismo surgió cuando aún presentaban un cerebro pequeño y que el crecimiento de este se dio después.
El australopitecus, que vivió hace unos 4 millones de años, tenía el cerebro de unos 400 gramos, similar al de un chimpancé.
Para cuando apareció el Homo erectus (hace 1,9 mllones de años) su cerebro ya pesaba entre 1.000 y 1.200 gramos, y en la actualidad, el peso es de aproximadamente 1.400 gramos.
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Si nos comparamos con otros primates, se ven las diferencias a nivel de desarrollo cerebral en nuestros días. Un chimpancé forma su cerebro durante la gestación y, para cuando nace, este órgano ya está casi del todo desarrollado y su evolución va lenta. Así, a los dos años ya alcanza el tamaño adulto.
En cambio, un ser humano tiene un rápido desarrollo cerebral no solo durante la gestación, sino también en sus primeros tres años de vida. Luego sigue en una evolución más lenta hasta los siete años, cuando alcanza el tamaño adulto. Sin embargo, continúa moldeándose como hasta los 25 (cuando se establecen zonas relacionadas con la percepción de riesgos y toma de decisiones complejas).
"Esto es porque somos diferentes, no solo en complejidad del cerebro, de todo. Un chimpancé ya se reproduce a los 10 o 12 años, un ser humano a esas edades es un niño (y los casos reproductivos a esta edad son excepciones). Un chimpancé en un zoológico vive hasta los 50 años, en su ambiente natural puede vivir menos, un ser humano a los 50 todavía le queda mucho por vivir", apuntó White.
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La reflexión final de este antropólogo biológico tiene que ver con nuestra acción como humanidad: "Somos quienes estamos haciendo la mayor cantidad de cambios en el ambiente, y esto afecta ese desarrollo de los orangutanes, gorilas, congos y otros primates".
Si quiere escuchar a White puede hacerlo este jueves en el Museo Nacional a las 2 p. m. La charla es gratuita.