A inicios del 2019, el programa australiano Homeward Bound realizó su tercer viaje a la Antártida con un grupo de 80 científicas de 35 países, entre las cuales destacaron dos costarricenses: la oceanógrafa Melania Guerra, como participante, y Christiana Figueres, desde el equipo de facilitadores.
La iniciativa privada busca que estas misiones de exploración contribuyan a visibilizar el liderazgo femenino en asuntos de interés global, como el desarrollo sostenible y la mitigación del cambio climático.
Según la Organización de Naciones Unidas (ONU), "los prejuicios y los estereotipos de género que se arrastran desde hace mucho tiempo continúan manteniendo a las niñas y mujeres alejadas de los campos relacionados con la ciencia”.
Debido a la brecha que existe en el campo científico entre hombres y mujeres, la ONU declaró el 11 de febrero el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia.
“A fin de promover la participación plena y en condiciones de igualdad de las mujeres y las niñas en la educación, la capacitación, el empleo y los procesos de adopción de decisiones en la ciencia”, indica la declaración del 2012.
Para cerrar progresivamente esta brecha, la iniciativa australiana se planteó en un plazo de 10 años, crear una red internacional de 1.000 mujeres interesadas en la lucha contra el cambio climático para que trabajen juntas en proyectos desde diversos campos.
A su regreso a Costa Rica, Guerra conversó con La Nación sobre lo que significa ser parte de esta red y los aprendizajes obtenidos tras su periplo por el Continente Blanco.
-¿Cómo ha sido el proceso de adaptación tras 20 días de expedición en la Antártida?
-La expresión que estoy usando es que fue ‘transformador’. De verdad una vuelve diferente, y no es solo por los paisajes (...). Como yo ya había estado en el Ártico, ya estaba preparada (para esos escenarios).
-¿En su experiencia profesional ha topado con barreras como las que busca derribar el programa?
-Creo que hay tres factores que son importantes entre esa intersección en el tema de género y el tema de ciencia, y que se conecta también con lo que representa ir a la Antártida.
"El primero es la resiliencia, porque entonces, encontramos que el tipo de mujeres que logran accesar el mundo científico, generalmente han tenido que batallar con estas barreras sistemáticas.
"El segundo, es el tema de la urgencia que inspira estar en ese lugar (...). Viendo los impactos más extremos y radicales del cambio climático, en un lugar donde no hay una población humana, todo lo que está sucediendo en Antártida es por causa de lo que hacemos nosotros en nuestros países, muy lejos de ahí.
“Y el último, es el tema de la disrupción transformadora, el hecho de que seamos más de 1.000 mujeres que vamos a hacer este programa, completamente disrumpe el paradigma normal de cómo se ha hecho la exploración de los ambientes extremos en la historia. Entonces, si podemos hacer eso en ese lugar, ¿qué más podemos hacer si nos insertamos en la toma de decisiones que afectan las problemáticas de cada uno de nuestros países o del mundo”.
-¿Qué significa ser parte de esa red de 1.000 mujeres que busca crear el programa?
-Primero, es un gran privilegio y es una responsabilidad también. Es en cierta forma empoderador saber que algo he estado haciendo bien, que se me dio la posibilidad de unirme a estas mujeres que considero impresionantes. Pero al mismo tiempo, como una de estas personas que han tenido este privilegio de hacerlo, cargo con el reconocimiento de que debo incorporar a la gente a mi alrededor que carece de esta disposición o no tiene esa posibilidad, para que vengan conmigo.
"(...) Hay un cierto nivel de discriminación en quienes pueden participar (del programa) porque hay un costo económico que de alguna forma cada participante tiene que solventar. Entonces, estamos tratando de fundar una beca para que hayan más latinas (...). También queremos que haya más representación por ejemplo de África, había una o dos personas nada más en el barco.
-¿Qué es lo que se plantea ahora, qué quiere llegar a hacer después de todas estas experiencias que ha tenido tanto en la Antártida como en el Ártico?
-Mi impacto está puntualmente dirigido a lo que sería el rol de los oceános en mitigar el cambio climático (...). De momento, hay un marco legal que es el Acuerdo de París 2015, para combatir el cambio climático y se está tramitando un nuevo tratado para la protección de la biodiversidad en las áreas fuera de la jurisdicción de los mares de cada país, en lo que es alta mar.
"Sin embargo hay muy poco cruce entre estos dos marcos legales, todavía hace falta que se hable más de los impactos del cambio climático en el mar, porque el acuerdo de París toma en cuenta el mar nada más como un depósito donde va a caer el dióxido de carbono y el tratado de alta mar, nada más se trata de la biodiversidad, no habla del cambio climático.
“Entonces, esa intersección, donde las políticas públicas actúan y ejercen regulación sobre el rol del océano sobre el cambio climático, todavía hace falta hablarlo”.