Cuando se piensa en un volcán activo, la imagen que primero salta a la mente es lava que se desborda desde el cráter. Aunque se observan incandescencias en su boca, Turrialba aún no ha presentado coladas.
Eso no quiere decir que este sea un volcán manso. Todo lo contrario, Turrialba es explosivo y peligroso. De hecho, está registrando flujos piroclásticos - nubes caliente compuestas por gases, materiales sólidos y aire atrapado que se mueven a nivel del suelo y avanzan muy rápido por las laderas- que pueden alcanzar entre 60 y 70 grados Celsius (°C), lo cual puede afectar vías respiratorias, ojos y piel de las personas.
Por esa razón, los vulcanólogos enfatizan en la importancia de respetar las zonas de restricción establecidas por la Comisión Nacional de Emergencias (CNE), a dos y cinco kilómetros (km) del cráter activo.
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"Cuando se da una erupción potente, se levanta una columna de ceniza y muchas veces esa columna ya no se sustenta porque el volcán deja de alimentarla. Generalmente, conforme se eleva, sus gases llegan a tener la misma densidad de la atmósfera y ahí es cuando se forma la sombrilla que vemos. Ahora, pensemos en una gran explosión donde el material viene grueso, esa columna pues colapsa y ahí es cuando se forma el flujo piroclástico", explicó Raúl Mora, vulcanólogo del programa Preventec de la Universidad de Costa Rica (UCR).
Los flujos piroclásticos son peligrosos porque avanzan por las laderas del volcán, valiéndose de la pendiente, arrastrando consigo rocas. En gas funciona como lubricante y eso ayuda a que la nube se mueva con mayor facilidad y rapidez.
Cuando se detiene, no lo hace de repente sino que sigue un poco más. Ese último empujón constituyen las oleadas piroclásticas, donde hay más gas que rocas.
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"Al inicio del período eruptivo, esos flujos piroclásticos se quedaban dentro del cráter activo. Luego se salían de ahí y llegaban hasta el cráter central. Posteriormente fueron avanzando aún más hasta llegar al cráter del este", comentó Mora.
En mayo del 2016, uno de esos flujos se salió del anillo del volcán, superando sus paredes y se desbordó por una de sus laderas. Avanzó unos 500 metros por la pendiente en dirección de la finca La Central.
"La gente tiene que tener claro que este es un volcán muy peligroso", dijo Mora y agregó: "El volcán no se detiene, cada vez está más activo e inestable".
Mapa de peligros volcánicos
De hecho, los modelos de flujos piroclásticos, balística y caída de ceniza realizados por la Red Sismológica Nacional (RSN: ICE-UCR) en el 2012 sirvieron a la CNE para definir las zonas de restricción alrededor del coloso.
Según Gerardo Soto, vulcanólogo de la RSN, el historial eruptivo del Turrialba registra seis grandes erupciones en los últimos 3.400 años. La erupción estromboliana - vulcaniana, ocurrida en el período eruptivo entre 1864 y 1866, afectó un radio de tres kilómetros alrededor del cráter activo y la ceniza emanada viajó 130 kilómetros con dirección a la costa del Pacífico.
Incluso, los investigadores han localizado ceniza en la turbera del río Silencio, en el Cairo de Siquirres (Limón). Se cree que ese material provino de erupciones del Turrialba, ubicado a 35 kilómetros al suroeste, ocurridas hace 2.000 y 3.370 años.
A partir de ese historial, Soto coordinó la elaboración de los mapas de peligro volcánico, los cuales contemplan salida de gases, lluvia ácida, caída de piroclastos (fragmento de magma), coladas de lavas y flujos piroclásticos.
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Los investigadores identificaron que la afectación por lluvia ácida se daría frecuentemente hacia el oeste y suroeste así como ocasionalmente hacia el suroeste y sureste. Esta tendría un alcance de ocho kilómetros.
Los modelos de dispersión de cenizas incluyeron 12 escenarios correspondientes a cuatro estaciones según tipo de viento y clases de erupción: estromboliana (columna de 4 km de altura), vulcaniana (8 km) y pliniana (15 km).
"Esos modelos los hicimos entre el 2011 y el 2012. Ahora viendo cómo ha caído la ceniza desde el 2014 a la fecha, pues vemos que sí se cumplieron los modelos y las medidas que se han tomado pues tienen su sentido", comentó Soto.
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Con respecto al material fragmentado, la expulsión de rocas podría alcanzar los cinco kilómetros alrededor del cráter activo. Por esa razón, allí se delimitó la zona de restricción.
"Los mapas de riesgo volcánico deben ser dinámicos. Conforme evoluciona el período eruptivo, se van ajustando a la luz de nuevos eventos como puede ser colapso de paredes o una nueva colada de lava", manifestó Soto.
Respetar los anillos de prevención
El sector norte del volcán Turrialba, que mira hacia el Caribe, es parque nacional y está cubierto por vegetación. Sin embargo, en sus costados sur y este, viven personas.
Como el anterior período eruptivo del Turrialba data de 1864-1866, "la percepción de los lugareños es que era una montaña y se fueron metiendo, sembrando y cuidando ganado. La gente no dimensionaba que era un volcán", comentó Mora.
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Aún así, a mitad del siglo XX, el país fue visionario y declaró los alrededores de los volcanes activos como parques nacionales, lo cual ayudó en términos de seguridad.
Para Javier Pacheco, sismólogo volcánico del Observatorio Vulcanológico y Sismológico de Costa Rica (Ovsicori), la información científica debe sustentar el manejo de tierras alrededor de los volcanes con fines de prevención.
"En Turrialba, actualmente, hay animales donde no deberían haber y están siendo afectados por la ceniza. Hay gente viviendo en estas zonas y eso es muy peligroso", alertó Pacheco.