El premio Nobel de Química 2008 fue otorgado ayer a tres investigadores –un japonés y dos estadounidenses– quienes, tras el descubrimiento de una proteína verde fluorescente (presente en un tipo de medusa), lograron usarla para entender mejor enfermedades como el cáncer y el Alzheimer.
Los ganadores son el neurobiólogo japonés Osamu Shimomura, de 80 años, y los estadounidenses Martin Chalfie, neurobiólogo de la Universidad de Columbia, de 61 años, y el biólogo Roger Tsien, de 56 años.
El anuncio acerca de este prestigioso galardón lo hizo público ayer el Comité Nobel en su sitio web nobelprize.org
El hallazgo paso a paso. Las medusas de la especie Aequorea victoria que habitan el Pacífico norte tienen una peculiar proteína que cuando es iluminada con luz azul –rayos ultravioletas (UV)– hacen que se vean de un color verde fluorescente muy llamativo.
En 1962 el científico japonés Osamu Shimomura descubrió que esa proteína de este animal marino –también conocido como medusa “gelatina de cristal” debido a su transparencia– podía ser asilada y extraída para otros usos. Él la denominó la GFP (Green Fluorescent Protein).
Este hallazgo fue producto de 20 años de investigación de parte de Shimomura: el trabajo de toda una vida.
Unos 30 años después, en 1992, los estadounidenses Roger Tsien y Martin Chalfie empezaron a aplicar esta proteína fluorescente. Ellos lograron usarla para hacer visibles partes y procesos dentro de los organismos vivos que antes eran imposibles de observar, como el comportamiento de las neuronas en las personas.
Eso se logró porque Chalfie, profesor de la Universidad de Columbia en Nueva York, demostró que la proteína verde fluorescente contenía un gen que podía fusionarse con otras proteínas, es decir, con las que quisieran estudiarse.
Así, se podía añadir color a las proteínas humanas o animales y esto le permitía a los expertos observar estas proteína en su medio ambiente natural con ayuda de un microscopio. Ya no había que matar animales para entender la evolución de un tumor, por ejemplo.
“Añadir pigmentos de color a las proteínas significó un enorme avance en el campo de la bioquímica”, aplaudió el jurado del Nobel.
Beneficio. La inserción de una proteína verde fluorescente permitió comprender mejor las células nerviosas y las cancerígenas y, a su vez, favoreció también el desarrollo de medicamentos más efectivos y con menos efectos secundarios contra el Alzheimer, el VIH y el cáncer.
Pero los científicos no se conformaron con el verde. El estadounidense Tsien decidió ampliar la paleta y dotó a los investigadores de otras coloridas proteínas.
Según él, poder “pintar” proteínas de varios colores les permite monitorear varios procesos biológicos al mismo tiempo. Eso reduce mucho los costos de investigación.
Recientemente, el profesor Tsien también comenzó a desarrollar un nuevo mecanismo de fluorescencia que permite observar y hasta “guiar” moléculas hacia las células cancerosas.
“Los trabajos del profesor Tsien tuvieron y seguirán teniendo un enorme impacto sobre la salud humana, al permitir a los investigadores estudiar las células implicadas en las enfermedades a un nivel de detalle sin precedentes”, subrayó el doctor David Brenner, decano de la Facultad de Medicina de la Universidad de California.
Hoy los usos de la proteína GFP y otras luminiscentes no son solo médicos, también son base de muchas aplicaciones industriales.
Para los científicos que hacen investigación básica, su uso es gratuito, mientras que las empresas farmacéuticas tienen que pagar por utilizarlas, lo que resultó en un “gran negocio” para sus descubridores.