Hoy se abre al público el mayor instrumento jamás construido por el ser humano para investigar el origen del universo.
Se trata de un túnel circular de 27 kilómetros de largo ubicado 100 metros bajo la superficie terrestre de Suiza y Francia.
En él, más de 7.000 científicos de 80 países tratarán de entender –a la escala más pequeña posible– el origen de las galaxias, los planetas y las estrellas.
Este laboratorio se llama Gran Colisionador de Hadrones (LHC) y pertenece al Centro Europeo de Investigación Nuclear (CERN), entidad donde el científico Tim Berners-Lee dio los primeros pasos en la creación de la red que conocemos como Internet.
A partir de julio de este año, los físicos tratarán de hallar allí muchas explicaciones para cosas que no parecen encajar en los actuales modelos sobre el universo.
Ya se sabe de antemano que los átomos no son las partículas más pequeñas que existen.
Dentro del átomo conocemos que hay protones, neutrones y electrones. A su vez, los protones y neutrones están hechos de otras partículas llamadas quarks y gluones pero, ¿de qué están hechos los quarks y gluones?
Precisamente, esa es una de las preguntas que se quiere responder. Los científicos tratarán de desentrañar cuáles son las partículas elementales del Universo y cómo se comportan estas.
En busca de estas respuestas, los físicos buscarán una partícula llamada el “bosón de Higgs”, que hasta ahora solo existe en la física teórica (propuesta en 1964).
Nadie la ha visto nunca, pero los expertos creen que el “bosón de Higgs” explicaría por qué el Universo adquirió masa.
Entonces, eso podría ayudarnos a comprender cómo, después de una gran explosión cósmica –El Big Bang– se formaron los planetas, las estrellas y también la antimateria, de la que sabemos que existe por la fuerza de la gravedad que ejerce sobre la materia que sí conocemos.
También, los experimentos en este enorme centro científico podrían revelar partículas subatómicas hasta ahora desconocidas.
El argumento de partida de todo esto es que el cosmos que hoy vemos alguna vez fue más pequeño que un átomo: ¿Cómo se expandió hasta lo que es hoy?
En el inframundo. El nuevo laboratorio es una enorme estructura llena de cables y acero. En sus entrañas hay tuberías con helio líquido a una temperatura de -236° Celsius.
A lo largo del túnel cilíndrico, las partículas (los protones) serán guiadas en el vacío por los 27 kilómetros por más de 1.800 imanes enfriados, de unas 30 toneladas cada uno. Cada uno de estos magnetos se enfrían para hacerlos superconductores.
Hay cuatro sitios durante este recorrido diseñados para que las partículas se estrellen unas contra otras casi a la velocidad de la luz, aproximadamente a 300.000 kilómetros por segundo. La idea es ver que otras cosas surgen de este choque.
Se espera que las violentas colisiones entre partículas generen estallidos de energía y les permita ver cómo la materia se desintegra en partes muchísimo más pequeñas, lo que permitirá estudiar los contribuyentes elementales de la materia.
Se piensa que tras cada explosión se producirán partículas subatómicas nunca antes vistas.
Para observar y analizar cada una de estas colisiones, el CERN tiene cuatro estaciones de detección muy especializadas que competirán entre sí por obtener los mejores resultados en el menor tiempo posible: el Gran Colisionador de Hadrones (LHC) es solo la última de ellas.
Además, está la estación ATLAS, un detector de siete pisos de altura y la estación CMS, que pesa más de 7.300 toneladas. Estas dos fueron diseñadas para desentrañar las fuerzas fundamentales del Universo y la materia.
Finalmente, la estación ALICE fue creada específicamente para estudiar la materia que existió inmediatamente después del denominado Big Bang.
Los aceleradores en funcionamiento están bajo tierra básicamente para protegerse de la radiación.