La noche parecía sacada de una estampita: una luna enorme y amarilla era el foco que alumbraba al gentío y, plantado sobre el escenario, Joan Manuel Serrat se encargaba de hacer magia.
El trovador español echó mano a su viejo bolso de trucos y, por espacio de casi dos horas, cautivó a las cerca de 5.000 almas que colmaron anoche el anfiteatro del Balneario Ojo de Agua, en Belén.
El catalán se acordó de su público más fiel, aquel que no disponía de las altas sumas de dinero que costaba verlo el viernes en el Teatro Nacional. Por eso, ayer dio un concierto de carácter popular, en el que se bastó de guitarra, piano y una voz que mejora con los años.
El espectáculo fue casi surreal, con una audiencia bien acomodada en una enorme explanada, con el cómodo zacate por asiento y un cielo impecable como techo.
Quienes asistieron no pudieron haber sido más chineados, pues Serrat los complació con aquellos temas que todos deseaban escuchar, incluyendo clásicos al estilo de Mediterráneo, Penélope, la muy coreada Cantaré y Señora , tema que el español reconoció tener mucho tiempo de no cantar. Parece que la espectacular noche de domingo justificaba la excepción.
El público, en el cual se mezclaban varias generaciones, aprovechó varios silencios para gritar consignas contra el Tratado de Libre Comercio. Sin embargo, Serrat capeó la polémica y se dedicó a lo suyo.
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