El 20 de agosto marca un hito para la NASA y la humanidad. Las naves Voyager 1 y 2 alcanzan 47 años de operación, consolidándose como las misiones espaciales más longevas y distantes jamás emprendidas. La Voyager 2, lanzada en 1977, lideró esta odisea, seguida de cerca por la Voyager 1, que partió en setiembre del mismo año.
Estas sondas gemelas se asemejan a cápsulas del tiempo, con tecnologías que, aunque obsoletas por los estándares actuales, siguen siendo fundamentales para la exploración espacial. Equipadas con reproductores de cintas de ocho pistas y una capacidad de memoria infinitamente menor que la de un teléfono móvil moderno, transmiten datos a una velocidad asombrosamente lenta en comparación con una conexión 5G.
A pesar de estas limitaciones, se mantienen a la vanguardia en la exploración del espacio interestelar, operadas por el Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA.
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El espacio interestelar es el vasto océano galáctico por donde viajan el Sol y sus planetas. Las Voyager, las únicas naves que han explorado esta región, envían datos valiosos que, al ser combinados con las observaciones de misiones más recientes, permiten a los científicos, muchos de ellos más jóvenes que las propias sondas, obtener una comprensión más completa de la heliosfera: la burbuja protectora creada por el campo magnético del Sol y el viento solar.
Además de sus logros científicos, las Voyager actúan como embajadoras de la Tierra. Cada una lleva un disco de oro que contiene imágenes, sonidos y mensajes de nuestro planeta, destinados a cualquier forma de vida que pudiera encontrarlas. Estos discos, diseñados para resistir la corrosión del espacio por más de mil millones de años, son verdaderos “mensajes en una botella” cósmicos.
La misión de las Voyager también incluyó la exploración de Júpiter y Saturno. La Voyager 2, en particular, es la única nave que ha volado cerca de Urano y Neptuno, proporcionando imágenes e información sin precedentes sobre estos lejanos mundos.
A lo largo de su misión, las Voyager han enfrentado desafíos técnicos. En 2023, un error de comando dejó a la Voyager 2 temporalmente incomunicada con la Tierra, pero los ingenieros lograron restablecer la comunicación. De manera similar, la Voyager 1, que sufrió un problema informático en noviembre de 2023, volvió a transmitir datos científicos de dos de sus cuatro instrumentos en mayo.
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