El detenido estudio de chimpancés en cautiverio y en su hábitat, a lo largo del último siglo, ha dejado en evidencia que las similitudes entre esos primates y el ser humano son muchas.
Por eso no es de extrañar que los genomas de ambas especies confirmen que solo nos diferenciamos en un 4% de nuestro contenido genético.
Los chimpancés, nuestros parientes vivos más cercanos, viven en comunidades con estructuras sociales muy similares a las que establecemos los humanos. Incluso tienen comportamientos que podrían asemejarse a tradiciones o incluso incipientes inicios de cultura.
Su conducta social, emocional y mental es mucho más cercana a la del ser humano que la que muchos imaginarían. Son capaces de utilizar herramientas, aprender cosas el uno del otro e incluso desarrollar complejos experimentos mentales en el laboratorio.
Incluso, la estructura mental y psicológica del cerebro de los chimpancés tiene grandes similitudes con la del ser humano. Sin duda, es nuestro pariente más cercano.
Pero el 4% de diferencia presente entre ambas especies sí tiene un importante impacto: nos da atributos que no compartimos con el chimpancé, como es la habilidad de caminar erguidos y la capacidad de hablar, entre otras.
Un primo en problemas. Junto con el descubrimiento cada vez más claro de la similitud entre el ser humano y los demás primates, también nace una verdadera preocupación por su bienestar.
Los 67 investigadores responsables de secuenciar el genoma del chimpancé hacen un llamado por preservar a los chimpancés y demás simios que habitan en el planeta. No solo por su valor en términos de lo que nos pueden enseñar sobre nosotros mismos, sino como una responsabilidad ética hacia un ser que es tan cercano a nosotros.
Consideraciones éticas. Esos cuestionamientos éticos también se llevan al quehacer científico y la forma en que se utilizan los primates en las experimentaciones. "Nuestra cercana relación biológica a los chimpancés no solo nos da una mirada hacia la biología humana; también nos crea obligaciones éticas", destacan los investigadores en su reporte hoy en Nature.
Ellos hacen un llamado a establecer una política del uso de primates en el laboratorio que van desde darle un nombre y mantener un expediente de cada animal hasta tratar de obtener el máximo de información de cada animal en un experimento para no tener que perjudicar a otros.
También señalan que es necesario desarrollar estudios que garanticen la estabilidad de las poblaciones de los grandes primates en nuestros ecosistemas.