El País Internacional
Berlín. El hallazgo de un mamut de marfil hace un año, que hasta ahora se ha hecho público, causa sensación: tiene 35.000 años de antigüedad y es 10.000 años más antiguo que la Venus de Willendorf y 20.000 más que el bisonte de las cuevas de Altamira.
Arqueólogos del Instituto de Prehistoria, de la prestigiosa universidad alemana de Tubinga, encontraron la bella estatuilla durante las excavaciones de la cueva de Vogelherdhöhle en Alemania, ya famosa por otros hallazgos.
Nicholas Conard, director del Instituto, considera este mamut “mucho más valioso que las carísimas obras de Klimt”.
El 22 de junio del año pasado, Markus Schumacher, estudiante de Prehistoria de la Universidad de Tubinga, en el suroeste de Alemania, mientras trabajaba junto a un grupo de profesionales en las excavaciones de la gruta de Vogelherdhöhle, encontró una especie de piedra cubierta de barro.
Tras las labores de limpieza, salió a relucir un mamut tallado en marfil de 3,7 centímetros de largo y 7,5 gramos de peso.
Ansiosa espera. El hallazgo se anunció estos días, un año después, para respetar las reglas científicas que exigen una comprobación de la autenticidad y la publicación en algún texto especializado.
El catedrático Nicholas Conard apenas podía controlar su entusiasmo al describir la pieza: “El mamut ha sido realizado con mucho cuidado y precisión. El rabo picudo, las fuertes patas y la dinámica trompa confirman que la representación de la figura más antigua no puede calificarse, de ninguna manera, de primitiva, sino de altamente desarrollada y hermosa. Es la primera pieza que encontramos entera”.
“La idea de que el arte empieza de manera sencilla para complicarse con el tiempo es errónea. El arte prehistórico que encontramos es perfecto, acabado”, dijo Conard.
Los hombres que tallaron el mamut eran los de Cromañón, que poblaron esa región del sureste de Alemania, entre los ríos Rin y Danubio, en el paleolítico superior, en el período auriñaciense.
El mamut constituía una base para la supervivencia de aquellos hombres de las cavernas, pues les proporcionaba carne para alimentarse, piel para protegerse del frío y huesos con los que fabricaron sus instrumentos.
“Lo más especial es que está casi entero. El problema de estas figuras de marfil es que se descascarillan y se rompen con el paso de los siglos”, expresó María Malina, otra de las expertas involucradas en la excavación.