Elifred Sequeira no lo pensó dos veces para ayudar a los animales afectados por el incendio forestal que, el 10 de abril, se presentó en San Juan de Quebrada Honda de Nicoya.
Aunque logró salvar una cría de yaguarundí , los monos y el cusuco sí murieron.
“En Guanacaste, hay gran sequía y los animales sufren por falta de agua. Tras de eso, la gente llega y les pega fuego a los potreros”, dijo a La Nación Sequeira, más conocido como Pin.
Entre enero y abril, los incendios forestales afectaron 2.787 hectáreas dentro de parques nacionales y refugios.
Según Luis Diego Román, coordinador del Programa Nacional de Manejo del Fuego del Sistema Nacional de Áreas de Conservación (Sinac), el 100% de los incidentes fueron provocados por el ser humano, ya fuera debido a una quema agrícola que se salió de control o vandalismo.
“Los animales se ven afectados por quemaduras o se asfixian por el humo. El incendio se propaga tan rápido que no les da chance de escapar”, comentó Sequeira.
“Tenemos reportes de especies que mueren propiamente en el incendio y de otras que huyen y, en su intento por cruzar la carretera en busca de refugio, son atropelladas por vehículos”, manifestó Yocelín Ríos, funcionaria de la Gerencia de Vida Silvestre del Sistema Nacional de Áreas de Conservación (Sinac).
Especies. No hay cifras exactas, pero, a la fecha, Sinac reporta casos de monos muertos durante incendios y otros por atropello. Lo mismo les ocurrió a osos hormigueros, tepezcuintles, armadillos y garrobos.
Asimismo, se conoce de nidos de aves cuyos pichones, al no saber aún volar, perecieron por culpa del fuego. Los huevos también fueron destruidos.
Los colibríes son especialmente vulnerables a los incendios porque construyen sus nidos muy cerca del suelo.
Las serpientes, al estar en el suelo y arrastrarse, se ven impactadas cuando se incrementa la temperatura y las llamas se apoderan de la hojarasca.
Los conejos silvestres, especialmente sus crías, no siempre pueden escapar.
Otras afectadas han sido las avispas y las abejas, cuyos panales suelen estar en los árboles.
Con su pérdida, hay un riesgo para la agricultura: el fuego está mermando a los polinizadores de los cultivos y restauradores del bosque. Algo similar ocurre con las especies que dispersan semillas, como los monos y las aves.
“Un incendio forestal afecta todo el ecosistema: el suelo, los microorganismos, la flora, la fauna... Todo impacta el medio ambiente. No es solo que se quema un árbol, es que ese árbol cumple un rol y la afectación se da a nivel de ecosistema”, aclaró Ríos.
“Cuando el ecosistema se quema, se pierden servicios ambientales que nos proveen agua, oxígeno y paisaje. Por eso hay que ver el problema de forma integral”, agregó la experta en vida silvestre del Sinac.
Unidad de rescate. Ante la situación vivida este año, Sinac considera conformar una unidad de rescate que trabaje de forma paralela con las brigadas de bomberos forestales, dedicadas a la extinción del fuego.
“Queremos que estos equipos estén conformados por los coordinadores de vida silvestre de todas las áreas de conservación. Necesitamos aliados estratégicos como biólogos y veterinarios, que trabajan en centros de rescate y que podrían unirse a estas labores”, dijo Ríos.
Ese involucramiento de médicos veterinarios, por ejemplo, permitiría estabilizar al animal en el sitio antes de que se le traslade a un centro de rescate y, con ello, se incrementarían sus posibilidades de supervivencia.
Esa sería una atención primaria, un tipo de primeros auxilios para fauna.
Al igual que los bomberos forestales, estos “paramédicos de vida silvestre” deberán ser capacitados por el Sinac en el manejo de animales silvestres.
“También, tenemos que pensar en otros mecanismos que podamos implementar durante un incendio y que nos permitan conducir a las especies hacia sitios más seguros. Así se evitaría su muerte, ya sea directamente en el incendio, por atropello o por cansancio y deshidratación”, comentó Ríos.
El trabajo no acabaría con la extinción del incendio. Después de esto, afirma Ríos, se deberán restaurar las áreas boscosas para que, en un futuro, la fauna cuente con alimentación y el agua necesaria para vivir.
“La meta es que esas especies puedan tener su desarrollo ecológico en el hábitat que les corresponde”, enfatizó Ríos.