Es un asunto de todos los días para las autoridades del aeropuerto Juan Santamaría: turistas que estuvieron en nuestras playas y las disfrutaron tanto que, al regresar a sus hogares, pretenden llevarse conchas, corales o caracoles.
El resultado: por año se decomisan hasta 10 toneladas (10.000 kilogramos) de estos componentes de los ecosistemas marinos.
¿Por qué esta práctica es ilegal? Se considera tráfico de vida silvestre. De acuerdo con la Fundación Neotrópica, esto representa una gran amenaza a la biodiversidad del país.
Por un lado esto afecta las condciones de vida para las especies marinas; por otro, las playas se deterioran y con esto su adaptación y respuesta al cambio climático es más difícil.
Por esta razón, la Fundación Neotrópica y Aeris, empresa gestora de la administración del aeropuerto, lanzaron la campaña “Nature belongs here, just take the memories” (“Dejanos la naturaleza, llévate solo el recuerdo”, en su versión en español).
La campaña no solo está en el aeropuerto; también cuenta con el apoyo de distintas empresas que llevarán el mensaje a puntos turísticos importantes como los hoteles W. Westin y Reserva Conchal en Guanacaste, la cadena Automercado, la Embajada de Francia en Costa Rica, Repúblika Independiente, Tiendas Morpho, Tiendas La Gloria, Cenfotec y Radio Urbano. De esta forma se busca que los viajeros no saquen del todo estos productos de su ecosistema.
¿Qué se hace con lo decomisado?
Las autoridades aeroportuarias decomisan las conchas y caracoles y no permiten su salida del aeropuerto, pero el daño ambiental ya está hecho. Una vez extraído y decomisado este material, resulta casi imposible devolverlo a su ecosistema.
Por ello, bajo un estricto protocolo que establece el Reglamento a la Ley de Conservación de Vida Silvestre, con la aprobación del Sistema Nacional de Áreas de Conservación (Sinac), el equipo ambiental de Aeris debe disponer y triturar el material, que podría ser utilizado como rellenos de construcción.
Otra de las medidas implementadas consiste en enterrar las conchas, que por sus altos niveles de calcio pueden alimentar los suelos.
Pese a estos buenos usos, cada concha, caracol o galleta de mar es necesario para el balance de los ecosistemas costeros. También brindan carbonato de calcio a los océanos, elemento que estabiliza la acidez del agua y preserva la vida marina.
Las conchas, además, son parte de una larga cadena alimenticia porque funcionan como refugio para cientos de especies como moluscos o cangrejos, y estos a su vez, sirven de alimento para otros organismos como peces. Asimismo, las esponjas, los pastos marinos, las algas y otros organismos pequeños viven en ellas, por lo cual sacarlas de esta cadena altera el balance natural en la vida marina.