“Una tierra que, a pesar de ser solo el 0,03% del territorio global, es hogar de alrededor del 5% de la biodiversidad mundial”.
Este mensaje, que incluso es parte de nuestra marca país, es repetido en foros de diversa índole, en lecciones de escuela y colegio, en recorridos turísticos y en conversaciones informales... pero podría quedarse corto.
Los últimos estudios de sistematización de las especies nacionales hablan de que en los últimos años se han registrado decenas de especies de diferentes tipos y que hay vacíos en muchísimas ramas; los científicos no se atreven ni siquiera a dar aproximados de cifras, aunque coinciden en que ese 5% ya está superado.
“Ese famoso 5% salió por primera vez en 1992 para el cual se unieron varios investigadores a raíz de una iniciativa del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma)”, manifestó Vilma Obando, bióloga de la Universidad Nacional y una de las investigadoras del proyecto “Biodiversidad en cifras”, que busca sistematizar la diversidad biológica de nuestro país.
Los datos más recientes de Obando y su colega Tania Bermúdez publicados en la revista Biocenosis, señalan que, por ejemplo, se pasó de 1.187 peces en la sistematización de 2014 a 2.046 en la realizada con datos de 2019. Entretanto, con las plantas, el número decreció de 11.535 a 9.812, pero no porque hubieran desaparecido sino porque se detectó que, en algunos casos, lo que se creía que eran varias especies eran en realidad de la misma.
Últimos estudios de biodiversidad
En algunos casos hay reducción porque lo que se creía que eran especies diferentes eran una sola. La estimación en insectos y hongos es mucho mayor.
FUENTE: UNA, revista Biosenosis || INFOGRAFÍA / LA NACIÓN.
Obando enfatizó que esos números, así como el 5% muy publicitado son totalmente subestimados. Para dar una idea, puso como ejemplo las últimas cifras que el investigador Daniel Janzen brindó sobre los insectos en el Área de Conservación de Guanacaste, solo en ese lugar ya hay descritas 150.000 especies de insectos, se espera que haya, solo en ese sitio 350.000. En total, para el país habría entre 700.000 y 800.000 especies de insectos.
“A estos insectos hay que sumarle vertebrados, plantas, bacterias. Tenemos que ver qué le sumamos a eso”, recalcó la investigadora.
“Costa Rica es uno de los países que tiene una de las mayores biodiversidades del mundo por unidad de área. En un solo kilómetro cuadrado, hay más biodiversidad que en muchísimos países del mundo. Es uno de los más diversos, no podemos decir que el más diverso, porque hay otros también, pero sí uno de los más diversos”, añadió.
Bermudez complementó: “En especies marinas hay muchos grupos de los que no se sabe absolutamente nada. Tampoco tenemos mucho de microorganismos. Cuando tengamos idea de cómo estamos en estas áreas veremos que este porcentaje aumentará. ¿Cuánto? No sabemos, pero sí hay más”.
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Obando y Bermúdez trabajan junto con personas del Museo Nacional, del Sistema Nacional de Áreas de Conservación (Sinac), de la Comisión Nacional para la Gestión de la Biodiversidad (Conagebio) y del Ministerio de Ambiente y Energía (Minae), entre otra entidades, para crear inventarios que nos indiquen cómo está el país en esta rama.
Armando Estrada, taxónomo del Museo Nacional, que es parte de esta iniciativa, reconoció que la biodiversidad también es altamente densa. Según dijo, no solo es mucha variedad, sino también cantidad.
“Somos un país privilegiado y eso que en ciertos grupos los conocimientos son muy limitados y hay una diversidad muy grande por documentar, por eso las cifras que hemos dado a conocer antes se van quedando cortas”, afirmó.
Para Rafael Gutiérrez, director del Sinac y viceministro de Ambiente, ser parte del Istmo ayuda en dos aspectos. Por un lado, al ser el puente entre norte y sur nos permite albergar muchísimas especies, y, por otro, al ser un terreno estrecho entre dos océanos hay lluvias características y una variedad de alturas que motivan la biodiversidad.
“Uno debe saber qué es lo que tiene. Cuando hay poblaciones reducidas debemos protegerlas, y para saber eso debemos comenzar por saber qué especies hay y a la vez ir viendo el estado de conservación”, complementó.
En el mismo sentido se pronunció Rafael Monge, director del Centro Nacional de Información Geoambiental del Minae, quien es claro en que la diversidad vista en Costa Rica no se compara con la de otros países, incluso de mayor territorio, pues por sus condiciones climáticas, de suelo, altura y humedad, no albergan tanta variedad.
Unir conocimientos
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¿Cómo se saben estos números? Obando y Bermúdez aclararon que no se van al campo a contar las especies, labor que hacen los taxónomos, especialistas en identificar, describir, nombrar y agrupar a los seres vivos. Ellas, como biólogas especialistas en Ecología, hacen mesas de trabajo y talleres con los especialistas en Taxonomía de diferentes reinos biológicos y unen los conocimientos de todos ellos.
En otras palabras, el conocimiento que cada especialista tiene disperso, lo unen con otros. Y para eso tienen el trabajo conjunto de las otras organizaciones.
“El conocimiento no solo nos dice cuáles manifestaciones de vida hay en un lugar o cuántas riquezas y recursos tenemos, también nos permite tener conciencia, generar valor, aprecio y trazar estrategias para cuidarla en términos de política ambientales”, expresó Estrada.
Lo valioso de todo estos esfuerzos, dijo el director del Centro Nacional de Información Geoambiental del Minae, es que en la medida en que se conozca todo lo que tenemos y haya un lugar donde se encuentre toda esta información, las políticas públicas podrán girarse de una mejor forma.
Sin embargo, esta meta tomará más tiempo a pesar de que desde hace décadas se reconoció la necesidad de sistematizar todos los datos. Lo positivo es que estas acciones colectivas apuntan en la dirección correcta.
“Necesitamos de manera urgente registrar la información de la biodiversidad del país y ojalá que en único repositorio, como biodatacr, que fue creada para estos efectos. Nos hace falta gestionar de mejor manera con quienes trabajan con las especies que registren sus datos en la plataforma, ojalá todo bajo datos abiertos”, advirtió Ángela González, directora de Conagebio.
Igualmente, si hay investigadores internacionales que descubren una especie que también puedan entregar esa información. “A veces quedan publicadas en una revista científica en Alemania y aquí no nos dimos cuenta”, añadió.
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Los vacíos
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Pese a todos los esfuerzos en la materia, son muchos los vacíos por llenar. Estos pueden categorizarse en tres ámbitos:
Cobertura. Hay limitaciones de acceso. En el país hay áreas geográficas donde los esfuerzos de investigación han sido menores. Esto se ve especialmente en áreas alejadas con más dificultades logísticas para realizar investigación de campo. El que sean sitios menos explorados deja vacíos que no permiten alcanzar toda la amplia gama de especies.
Falta de información. Hay grupos de especies como hongos, insectos, los habitantes de ecosistemas marinos y bacterias donde los vacíos son mayores. Tania Bermúdez lo atribuye a que no hay suficientes personas investigando estos seres vivos, a diferencia de, por ejemplo, los mamíferos, aves o plantas, donde sí hay más científicos dedicados a su estudio.
Además, como afirmó González, hay especies nuevas que aparecen constantemente, pero no todas tienen “nombre y apellido científico”. Se sabe que son nuevas porque la información de biología molecular nos dice que la genética es diferente, pero deben caracterizarse para identificarla formalmente como especie nueva.
Falta de científicos. Esto va de la mano con el punto anterior. La formación de profesionales dedicados a estas investigaciones es un desafío permanente, recalcó Estrada.
Estado de conservación. No es lo mismo conocer la cantidad de especies que están presentes en el país que saber cuán saludables son esas poblaciones. ¿Cuántas especies están amenazadas o en peligro de extinción? ¿Cómo tomar decisiones para no tener más especies en estas listas? Según Obando, ya se tiene el estado de conservación para algunas especies de vertebrados y de plantas, pero todavía falta muchísimo para avanzar y conocer ese estatus. “Costa Rica debe avanzar fuertemente en ese campo”, enfatizó.
Infraestructura. En el caso del Museo, cuando asumió las colecciones del InBio, su inventario creció y requiere de mayor espacio para albergar estas colecciones. Ya se está coordinando para tener un espacio para la Historia Natural.
Divulgación. La información en este momento no está integrada y debe tener mayor alcance para el público y las personas interesadas. Los datos deben hacerse públicos, pero también en un lenguaje accesible. “No solo es tener base de datos, también procesar información, por ejemplo, cruzar los datos de biodiversidad con los climatológicos, eso es necesario”, destacó González.
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Los retos
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Llenar estos vacíos es una tarea difícil porque deben trabajarse desde múltiples aristas.
Uno de ellos es integrar los datos. En este momento están todos dispersos y no todos tienen la misma forma de registrarlos ni la misma metodología.
“Hay que hacer arreglos interinstitucionales para que haya una cultura de informar, que los datos no se guarden. Los datos son para usarse y que los conozcamos todos. Por eso es la importancia de unirlos”, añadió González.
También hay desafíos en involucrar a más personas. Para el viceministro de Ambiente y director del Sinac hay que vincular a la comunidad y a los gobiernos locales para que conozcan su diversidad biológica y con base en esto tomen decisiones y hagan políticas públicas. “Tenemos ecosistemas de ciudad muy deteriorados”, afirmó.
Precisamente, otro reto es transformar esos datos en políticas de gestión ambiental que garanticen una mejor conservación. Sin embargo, en opinión de Monge, estos esfuerzos son un punto de partida para tomar decisiones con base en la evidencia.
Para Obando y Bermúdez los retos también incluyen el poner a trabajar juntas a las personas. En sus talleres descubrieron que había personas que no se conocían entre sí y que, de laborar en conjunto, podrían ayudar a llenar los vacíos más fácilmente.
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