Los investigadores de la Universidad Nacional (UNA) no solo describieron el proceso acuícola para generar “semilla” destinadas a seis granjas ostrícolas en el país, sino que también innovaron en los sistemas y técnicas de laboratorio para este fin.
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Ese molusco de apenas 2,5 milímetros, que se “siembra” en el mar, encierra 30 años de investigación científica.
Proceso
El primer paso es contar con reproductores, animales que sirvan de “padrotes”. Estos se cuidan en la Estación Experimental de Paquera.
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“Cuando los animales están listos, los traemos al laboratorio en Puntarenas y simulamos las condiciones ambientales que propician la reproducción”, explicó Óscar Pacheco, técnico del Laboratorio de Cultivo y Reproducción de Moluscos de la UNA.
Los investigadores inducen el desove al incrementar gradualmente la temperatura del agua. Tanto hembras como machos empiezan a liberar gametos dado que la fecundación ocurre a lo externo.
Se separan los machos de las hembras y se recolectan los gametos por separado. Se calculan las cantidades para mantener una proporción adecuada, y así garantizar el nivel óptimo de fertilización.
“Porque si echamos muchos espermios, se van a dar condiciones que generarían malformaciones en las larvas y se nos van a morir. Si echamos muy poquitos, vamos a desperdiciar óvulos que pudimos haber fertilizado”, comentó Pacheco.
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Seguidamente, ese material fertilizado se coloca en tanques de 2.000 litros, donde se dejan por 18 y 20 horas hasta que se vuelvan larvas.
Esas larvas, que tienen forma de letra “D”, miden unos 250 micrómetros (una cuarta parte de un milímetro) y ya exhiben una concha capaz de cerrarse. Contrario a los adultos, que están pegados a rocas o troncos, las larvas nadan por todo lado gracias a los cilios (filamentos minúsculos).
Después de tres semanas, las larvas sufren una metamorfosis. Van a buscar dónde adherirse para empezar a crecer. “En esta especie, una vez que se adhirió a un sustrato, pues se quedará ahí por el resto de su vida”, dijo Pacheco.
Por esa razón, los investigadores dan un grano de concha molida a cada larva para que se adhiera a este. “La particularidad que tiene es que nosotros sabemos el tamaño promedio de los granitos y eso es importante para garantizar que se adhiera una larva por grano”, detalló Pacheco.
Asimismo, el técnico agregó: “Si yo pusiera un grano de un centímetro cuadrado, allí podrían pegarse muchas larvas y, al crecer, terminarían compitiendo por espacio, oxígeno y alimento. Entonces, de 1.000 larvas que se pegaron en ese centímetro cuadrado, al final sobrevivirán unas cinco”.
Tras la metamorfosis, las ostras empiezan a tener la forma que se les conoce. En este punto, se les llama “semilla”.
Conforme la “semilla” crece, se separa y se coloca en sistemas de engorde hasta que alcanza entre 2,8 y 3 milímetros. Cuando llega a esa talla, es enviada a las comunidades.
En el corto plazo, los investigadores ahondarán en estudios sobre mejoramiento genético que permitan que las “semillas” sean resistentes a enfermedades y alcancen la talla adecuada en menos tiempo.
“También queremos estudiar otras especies de moluscos bivalvo, porque queremos diversificar y no que todo mundo produzca lo mismo, esto para no saturar el mercado y prevenir que los precios se vengan abajo. Ya tenemos especies candidatas”, manifestó Gerardo Zúñiga, encargado del Laboratorio de Cultivo y Reproducción de Moluscos de la UNA.
Actualmente, este laboratorio produce entre 1 y 1,5 millones de “semillas” al año.
Se espera que cuando el nuevo laboratorio –ubicado en Punta Morales– entre en funcionamiento, ese número se duplique o triplique.
Meta al 2021
Para Sidey Arias, investigadora de la Estación de Biología Marina de la UNA, la capacidad de producción del nuevo laboratorio haría posible dotar de “semilla” a las 15 granjas ostrícolas que se planean constituir para el 2021.
Actualmente, existen cinco emprendimientos en isla Venado y Montero en isla Chira (golfo de Nicoya), Costa de Pájaros y Punta Morales (Puntarenas), así como en El Jobo, en el cantón de La Cruz, Guanacaste.
“De esos cinco proyectos, cuatro iban a ser financiados por el Instituto Mixto de Ayuda Social (IMAS). Pero cuando empezaron las consultas jurídicas, nos encontramos con la dificultad de que el IMAS solo puede financiar proyectos productivos si estos tienen concesión.
”Todo es aprendizaje; esta es una actividad nueva en el país y, aunque hay ley para el desarrollo de la acuicultura, no hay normativa para sistemas abiertos; entonces, la Secretaría Técnica Nacional Ambiental (Setena) no puede dar la viabilidad ambiental y, sin esta, no se puede seguir con el financiamiento para los proyectos”, dijo Arias.
Esos atrasos van encareciendo las granjas, mientras aumentan las expectativas locales.
“Además, ahora nos enfrentamos a un cambio de gobierno y necesitamos que el proyecto sea de interés de la administración que viene para contar con su apoyo y lograr esas 15 granjas”, destacó Arias.