Silenciosas, imperceptibles y colocadas en sitios estratégicos, las llamadas cámaras trampa permiten espiar a los animales sin que estos se den cuenta y capturan información valiosa para su conservación.
Investigadores y guardaparques las utilizan para determinar la diversidad, abundancia y densidad de especies.
Por ejemplo, en 17 años, ninguno de los 94 estudios que emplearon esta técnica en el país reportó al oso hormiguero gigante u oso caballo (Myrmecophaga tridactyla), lo cual preocupa a las autoridades del Sistema Nacional de Áreas de Conservación (Sinac).
También se puede monitorear poblaciones para conocer el estado de salud del ecosistema.
Como son “cámaras escondidas”, que se activan en ausencia del ser humano gracias a sensores de movimiento o calor, se puede conocer el comportamiento de la fauna, sus horas de actividad e incluso hábitos.
“Toda esa información nos puede ayudar a tomar decisiones de manejo”, comentó Yocelín Ríos, del Sinac.
La intención del Sinac, apoyada por la Agencia de Cooperación Internacional de Japón (JICA), es crear alianzas entre guardaparques, investigadores y comunidades para conocer mejor la biodiversidad del país a fin de ser más efectivos en su protección.
Ese es el objetivo del Proyecto para la Promoción del Manejo Participativo en la Conservación de la Biodiversidad (Mapcobio).
DESCARGUE: Diagnóstico de estudios cámaras trampa de Costa Rica
Aunque se puede realizar monitoreo empleando diferentes técnicas, Mapcobio se decidió por las cámaras trampa. La razón, según Masaki Osawa de JICA, radica en la certidumbre científica que brindan y a la posibilidad de obtener video o fotografía.
Secretos a la luz. En el marco de Mapcobio, lo primero fue averiguar quién investigaba con cámaras trampa y dónde.
“No queríamos duplicar esfuerzos y más bien aprovechar los datos existentes”, dijo Osawa.
Según el Diagnóstico de estudios cámaras trampa de Costa Rica, en el país se utilizan estos dispositivos desde 1998 y, hasta mayo del 2015, se identificaron 130 proyectos investigativos, pero solo 94 compartieron información.
Se recopilaron datos sobre zona de estudio, cantidad y periodo en el cual estuvieron activas y el fin de la investigación.
A partir de la lista de especies en peligro de extinción, incluida en la Ley de Conservación de Vida Silvestre, los investigadores informaron sobre la presencia o ausencia de felinos (jaguar, puma, manigordo, caucel, león breñero y tigrillo), dantas, chanchos de monte, venados, cabros de monte y osos caballo.
El manigordo (Leopardus pardalis) resultó ser la especie que más apareció ante las cámaras, seguida del puma (Puma concolor) y caucel (Leopardus wiedii).
El 81% de los análisis se efectuó en la parte baja del bosque o sotobosque. Allí se identificaron 57 especies de mamíferos como armadillos, guatusas, tepezcuintles y pizotes.
También, se registraron 78 especies de aves, así como 10 reptiles y un anfibio.
En los demás estudios se colocaron cámaras en el dosel del bosque (copas de árboles), carreteras para monitorear cruce de fauna y uso de pasos aéreos o subterráneos para evitar atropellos de animales, entre otros.
En el dosel, las cámaras se instalan para estudiar los hábitos de especies arborícolas. Se registraron ocho especies de mamíferos como monos, ardillas, ratones, tolomucos y comadrejas así como cinco aves.
Los estudios realizados en carreteras reportaron 31 especies de mamíferos como zorros pelones, armadillos, guatusas y mapaches, dos especies de aves, un reptil y un anfibio.
Los pasos aéreos y subterráneos se colocan por encima o debajo de las carreteras para permitir el cruce de animales.
En los aéreos se vieron 10 especies de mamíferos y cuatro de aves, mientras que en los subterráneos fueron 19 especies de mamíferos, cinco de aves, cinco reptiles y un anfibio.
Para ayudar a los finqueros y evitar la muerte del felino cuando este ataca al ganado, algunos investigadores utilizaron las cámaras trampa para obtener información que les ayudara a diseñar medidas.
Falta investigación. Para Adolfo Artavia, investigador de Mapcobio, el diagnóstico evidenció vacíos geográficos y temáticos.
Por ejemplo, la península de Osa es una de las regiones en donde más estudios con cámara trampa se han efectuado en comparación con Caño Negro.
En cuanto a lo temático, existen especies sin estudiar o metodologías poco usadas.
Al concentrarse la mayoría de las investigaciones en el sotobosque, el tigrillo (Leopardus tigrinus) resultó ser el felino menos fotografiado, ya que es de hábitos más arborícolas. Para estudiarlo, se requeriría colocar cámaras en el dosel del bosque.
“Esta línea base (el diagnóstico) nos orienta sobre lo que se necesita investigar por área de conservación”, comentó Ríos.
Asimismo, la funcionaria agregó: “Aún falta hacer el análisis, a partir de lo ya investigado, para saber qué nos falta o ver qué tenemos que reforzar y así tomar decisiones institucionales”.
Podría suceder, por ejemplo, que la información recolectada por un estudio sea analizada por otro investigador en cuanto a las especies que se salen del objetivo del primero y así se aprovecha al máximo los datos recopilados.
Según Artavia, los datos obtenidos con cámaras trampa podrían compararse con otras metodologías de monitoreo, como registro de huellas o excretas, avistamientos e incluso “puntos calientes” de atropellos en las carreteras del país.
Utilidad. Mapcobio pretende promover el monitoreo con cámaras trampa para generar conocimiento y que este sustente el plan de medidas de conservación.
Para los guardaparques, esa información es particularmente útil a la hora de diseñar estrategias de control y vigilancia.
También, ese conocimiento científico –apoyado por las imágenes capturadas por las cámaras trampa– tendría potencial para la educación ambiental.
“A través de esa observación de la naturaleza, creemos que las personas van a tener más interés en el ambiente, y eso propicia la acción. De esta forma, creemos que puede haber más participación de las comunidades en la conservación de la biodiversidad”, consideró Osawa.
Según Ríos, la intención es crear redes de colaboración entre funcionarios del Sinac, investigadores y comunidades.
Con este fin se organizaron talleres, uno facilitado por Artavia y el otro por Johanna Hurtado del Proyecto TEAM-OET, que reunió a 60 investigadores y guardaparques.
Para mantenerse en contacto y favorecer alianzas, se creó un grupo en Facebook (llamado Estudios con cámara trampa en Costa Rica). En este, incluso participan hoteleros y sitios turísticos que usan estas cámaras.
Mapcobio finaliza en el 2018 y la expectativa es que más personas se sumen al monitoreo participativo para así aprender de los animales del bosque.