Lima, Perú.
A pesar de los esfuerzos, Centroamérica no se repone del huracán Mitch y arrastra una vulnerabilidad histórica ante el cambio climático que le coloca en una posición de desventaja.
Al analizar el impacto de los eventos metereológicos extremos entre 1994 y 2013, Centroamérica se ubica en una de las zonas más vulnerables. Ya este año le correspondió lidiar con sequías y en este último mes, con las inundaciones derivadas de un frente frío.
Así lo señaló el Índice de Riesgo Climático Global (IRC), el cual es elaborado por Germanwatch que utiliza datos proporcionados por Munich Re NatCatSERVICE que recoge número de pérdidas totales causadas por fenómenos meteorológicos, el número de muertes, los daños asegurados y el total de los daños económicos.
Eso sí, el IRC solo toma en cuenta eventos metereológicos extremos como inundaciones, tormentas u olas de calor, no considera otros impactos derivados del cambio climático como incremento del nivel del mar, deshielo glaciar o acidificación de los océanos.
“El IRC no permite una medición exacta de la vulnerabilidad, pero al menos puede ser visto como un indicador de vulnerabilidad. En la mayoría de los casos, los países ya afectados probablemente también se encontrarán en peligro por posibles cambios futuros en las condiciones climáticas”, comentó Sonke Kreft de Germanwatch.
En este sentido, el análisis se dividió en dos. Primero, se tomaron en cuenta los eventos extremos del 2013. Allí, los investigadores identificaron que Filipinas, Camboya e India fueron los países más afectados por los eventos extremos, seguidos por México, San Vicente y las Granadinas así como Paquistán.
“Nueve de los diez países más afectados son economías pobres y menos desarrolladas. Cuatro de estos son países de América Latina y el Caribe”, destacó Kreft.
El segundo período de análisis es más histórico, abarca datos entre 1994 y 2013. Según Kreft, más de 530.000 personas murieron por causa directa de un evento extremo y se contabilizaron más de 15.000 de estos eventos en el período analizado.
Es en este análisis histórico que la vulnerabilidad centroamericana sale a relucir con Honduras (primer lugar), Nicaragua (cuarto) y Guatemala (décimo) en los primeros 10 puestos del ránquin.
“Persiste una alta vulnerabilidad en nuestro país porque, aunque existe cooperación, no hemos podido recuperar la infraestructura social y productiva que fue devastada por el huracán Mitch”, comentó Carlos Alberto Pineda, delegado hondureño en la cumbre del clima (COP20) que esta semana tiene lugar en la ciudad de Lima en Perú.
“Aunque se han tomado medidas como manejo forestal, corredores biológicos y producción sostenible, estas no han logrado mover los índices. No aparecemos en el ránquin del 2013, pero seguimos apareciendo en el histórico”, acotó Pineda.
Para Roberto Portilla, director de la Oficina de Cambio Climático de Honduras, esa vulnerabilidad viene acrecentada por la ubicación geográfica del istmo y la pobreza. “Eso indica que hay una menor capacidad de resilencia de nuestras comunidades”, dijo.
Gestión de riesgo. En la reunión del clima realizada en Varsovia (Polonia) en 2013, se puso un tema sobre la mesa de negociación: las pérdidas y los daños.
En esta cita de Lima, el tema vuelve impulsado por los países vulnerables al cambio climático. “Es imperativo que el mecanismo de daños y pérdidas sea parte de las negociaciones del nuevo tratado del clima”, destacó Heherson Álvarez, delegado de Filipinas.
El Sistema de Integración Centroamericana (SICA), bloque negociador del cual forma parte Costa Rica, tiene la gestión de riesgo climático entre sus temas de agenda.
En este sentido, y según Pineda, Centroamérica se enlazó en una red metereológica regional que permite contar con datos científicos para la toma de decisiones.
Sin embargo, y según Portillo, aún se requiere conseguir financiamiento orientado a proyectos de adaptación.
“Toda esta vulnerabilidad tiene un origen: la mala planificación en el uso del territorio. Nosotros somos un país con 50% de vocación forestal, pero el 38% de esta es agrícola. Tenemos un gran riesgo de poner nuestra seguridad alimentaria en peligro porque las condiciones geográficas no nos favorecen y allí es donde debemos invertir a largo plazo en adaptación”, resaltó Portillo.