Lima, Perú. Christiana Figueres Olsen es la costarricense que dirige una discusión llamada a marcar pasos vitales para el futuro del clima y la humanidad durante los próximos 100 años.
Con un máster en Antropología del London School of Economics y un doctorado honorífico en leyes obtenido en la Universidad de Massachusetts, ella devolvió la confianza en este debate tras la cumbre de Copenhague (2009), donde hubo gran expectativa y nulos resultados.
El anterior secretario ejecutivo de la Convención sobre Cambio Climático, Yvo de Boer, renunció tras ese desencanto.
Copenhague tenía la misión de conseguir un nuevo acuerdo universal que remplazara al Protocolo de Kioto como herramienta para combatir el cambio climático.
Figueres encontró ese proceso de negociación como si lo hubiera golpeado un huracán y empezó su trabajo como lo inician los afectados por un evento climático extremo como ese: recogiendo lo que quedaba, armándose de coraje y paciencia, pero, sobre todo, reconstruyendo con paciencia.
Le ha tocado restablecer puentes de diálogo, sentar naciones de posiciones opuestas en la misma mesa y abogar por un nuevo acuerdo que pondrá las bases del nuevo régimen climático a partir del 2020, el cual permeará el desarrollo económico mundial.
Eso nos coloca en el presente, en la ciudad de Lima, Perú, donde ella se sienta al frente de la plenaria de 195 países que ya, al menos, debaten sobre un borrador de tratado. Si estará listo al término de la reunión, aún no se sabe, pero ya se tiene un punto de partida.
Herencia. “Yo solo sé ser honesta”, afirmó quien es la segunda hija del expresidente José Figueres Ferrer y Karen Olsen Beck; la del medio, entre sus hermanos José María y Mariano Figueres.
A don Pepe, su padre, le reconoce su ideal de una nación asentada en la democracia y, que luego de abolir el Ejército, podría destinar ese dinero en educación y en sus áreas naturales, con el objetivo de atraer el turismo como fuente de ingresos.
Según ella, lo que don Pepe no calculó es que esa inversión en naturaleza se volvería uno de los mayores activos del país.
Al igual que su hermano mayor, José María, ella también hizo carrera internacional en el tema ambiental, formando parte del equipo negociador de Costa Rica sobre cambio climático, desde 1995 hasta 2009.
Pasión. Su nombre empezó a ligarse en 2006 a distintos espacios de negociación de la Convención sobre Cambio Climático, como los llamados Mecanismos de Desarrollo Limpio (MDL).
Hoy ostenta su cargo más reconocido: secretaria ejecutiva de la Convención sobre Cambio Climático de Naciones Unidas.
“Christiana tuvo la valentía de asumir en un momento muy difícil y lo ha hecho con mucho acierto. Logró rescatar el proceso después de Copenhague, y en Durban (2011) se logró lanzar una nueva plataforma que está orientada a lograr un acuerdo climático en el 2015”, resaltó Manuel Pulgar-Vidal, presidente de la cumbre del clima de Lima (COP20).
“No solo hemos podido restablecer esos puentes de diálogo, sino que se ha podido rescatar el ambiente de buen humor y optimismo que se llegó a perder en Copenhague. Tras cinco años, estamos empezando a ver el primer resultado de positivismo aquí en Lima”, comentó, por su lado, Figueres, siempre en plural.
William Alpízar, uno de los jefes de la delegación tica en Perú y amigo de Figueres, rescató el hecho de que la Secretaría esté liderada por una mujer. Ellas, dice, están más dispuestas al diálogo.
Para Figueres, ser tica le ha ayudado en el cargo porque le permite evidenciar otra realidad. “El venir de un país pequeño, sumamente vulnerable, permite entender la dinámica y necesidades que tienen los países del tercer mundo (que son la mayoría). Eso también permite entablar un diálogo”, manifestó.
“Christiana ha puesto alma, vida y corazón en este proceso”, destacó Alpízar.
Pulgar-Vidal y Alpízar coincidieron en que la sinceridad, claridad y nobleza de Figueres han permeado la negociación. “Ha sido totalmente transparente y eso ha sido vital para restablecer la confianza”, dijo Alpízar.
A pesar de su cargo, es común verla almorzando en la misma cafetería que visita el resto de participantes de la cumbre, saludando alegremente cuando se encuentra a otro tico, como si ese “diay” borrara todos los kilómetros que la mantienen viviendo fuera y la trasladara de nuevo a su casa, en la finca La Lucha.
Ante tanta responsabilidad, Christiana pone buena cara.
“Yo soy muy poco diplomática porque digo lo que pienso. Hablo desde el corazón sobre lo que me importa, mi pasión. Como diríamos en buen tico, nunca me ando por las ramas”, declaró.