Corvina cinchada, corvina zorrita, roncadores, bagres y un pámpano. Esa es la diversidad de especies capturadas en un trasmallo cuyo ojo de malla (agujero en el entramado) es de 3,5 centímetros. Ninguna constituye el objetivo de pesca de ese día, porque realmente lo que se buscaba era corvina reina.
En este caso, la llamada "chatarra" –especies de peces cuyo valor comercial es bajo– representó el 80% de lo capturado en esa faena de pesca dentro del Área de Pesca Responsable Tambor-Paquera. El restante 20% fue corvina reina.
"Esta corvina cinchada se la compran al pescador en apenas ¢300 el kilo, ese es el valor que le da el comerciante porque no es una especie apetecida por el mercado", explicó Luis Hernández, biólogo de la Estación de Biología Marina de la Universidad Nacional (UNA), mientras medía y pesaba ese pescado.
Según Gustavo Rojas, coordinador pesquero de la organización Marviva, 44 especies pertenecientes a 17 familias conforman la "chatarra" disponible en el golfo de Nicoya.
"Si los consumidores se atreven a probar otro tipo de especies no tradicionales, como corvina china, corvina cinchada, roncadores, gualajes, jureles y palmitos, se podría aprovechar mucha de esa chatarra", comentó Rojas.
Desde la década de 1980, las capturas de "chatarra" han venido en aumento debido a que la pesca de especies de mayor valor comercial –como corvina reina, pargos y meros– está disminuyendo en el golfo de Nicoya.
Para Rojas, si las personas diversificaran las especies que consumen y empezaran a preferir "chatarra", eso permitirá reducir la presión pesquera de especies como pargos, corvinas reina, corvinas coliamarilla y robalos.
"Yo prefiero comer chatarra porque son especies frescas con un alto valor nutricional", anotó Hernández, quien agregó que se necesita mayor trabajo en mercadotecnia para abrirles un espacio a estas especies en el gusto costarricense, y así se les pague a los pescadores a un mejor precio.
Asimismo, se necesita educar a las personas en el consumo de productos pesqueros, para que puedan identificar especies y, con su decisión de compra, puedan promover la sostenibilidad.
Estudio
El análisis de "chatarra" forma parte de un estudio más amplio que realizan biólogos del Laboratorio de Análisis Biológicos Pesqueros de la UNA.
"Con este estudio estamos viendo selectividad del arte de pesca y la diversidad de especies que se capturan con ese arte de pesca", explicó la investigadora Rosa Soto.
En este sentido, los biólogos identifican especies, toman datos biométricos como peso y tamaño, y extraen las gónodas (órganos sexuales) para examinar su madurez y así poder determinar proporción de sexos, períodos de desove y talla de primera madurez.
"Vea por ejemplo este bagre. En esta especie, el cuido parental lo hace el macho. La hembra desova y el macho fecunda los huevos. Para cuidarlos, se los echa a la boca y los mantiene ahí por 46 horas. En promedio, esa especie desova unos 50 huevos y, gracias a ese cuido parental, el éxito de que lleguen a nacer es de 90%", manifestó Hernández.
Los investigadores también extraen el estómago de los peces para conocer de qué se alimentan esas especies y así poder reconstruir la cadena alimenticia, lo que brinda una idea del ecosistema donde fueron capturados.
"El análisis de contenido estomacal se le hace principalmente a las especies carnívoras porque tienen el estómago más desarrollado. En el caso de las filtradoras, como la anchoveta, que se alimenta de plancton, el intestino es el órgano que tienen desarrollado", comentó Soto.
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Esa labor recae en el investigador Luis Vega, quien primero pesa los estómagos con lo que tienen dentro. Posteriormente, los abre y extrae el contenido para analizarlo en el microscopio y, finalmente, vuelve a pesar el estómago ya vacío.
El contenido del estómago también se pesa y bajo el microscopio se trata de identificar especies que fueron presa de ese pez. "Si el contenido está muy digerido, se trata de llegar al taxón (subdivisión en la clasificación biológica) más cercano posible. Si no se puede llegar a la especie, entonces al género o la familia", dijo Vega.
Asimismo, el investigador agregó: "Hay peces que son muy especialistas y comen una o dos especies a lo más, otros son más generalistas y consumen de todo. El tipo de alimentación también cambia con la edad del pez, cuando son pequeños consumen más invertebrados y camarones.
"Vea este estómago, aquí hay restos de una estrella frágil. Puede que esta estrella frágil no tenga valor comercial, pero su importancia ecológica es muy alta", explicó Vega.
Para el investigador, el análisis estomacal brinda información relevante en cuanto a las especies de las que dependen ciertos depredadores para subsistir. Eso puede llevar a recomendar medidas de conservación del ecosistema, para garantizar la existencia de esos peces.
"Si por alguna razón, esas especies -que son alimento de los depredadores- empiezan a escasear en el ecosistema, eso obligará a los peces de interés comercial a migrar a otras zonas donde haya disponibilidad de alimento, y eso conlleva consecuencias económicas para las comunidades del golfo", explicó Vega.