Cada año, aproximadamente 182 millones de toneladas de polvo del desierto del Sahara cruzan el ccéano Atlántico.
A pesar de su tamaño, con un décimo del ancho de un cabello humano, las partículas logran recorrer miles de kilómetros, llegando incluso a América.
Sin embargo, las consecuencias de este fenómeno pueden ser tanto buenas como malas.
De acuerdo con la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio (NASA), el polvo del Sahara puede llegar a recorrer unos 4.800 de kilómetros. Esto ocurre debido a los fuertes vientos que soplan sobre el desierto, y que llevan a las partículas a las zonas más elevadas de la atmósfera, donde se transforman en enormes nubes de polvo.
Pero para que haya algún tipo de impacto en tierra, es necesario que llueva. Al ocurrir esto, las gotas de lluvia se mezclan con las partículas. Esa combinación al evaporarse da lugar a una capa de polvo que puede mantenerse por varios días en un lugar.
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La frecuencia de este tipo de evento depende de las tormentas que se produzcan en África. Cabe resaltar que al continente americano las nubes de polvo llegan acarreadas por los vientos alisios.
Alimento para la selva
La NASA estima que del total de partículas que cruzan el Atlántico, unos 27,7 millones de toneladas se depositan sobre la cuenca del Amazonas anualmente.
Al contrario de lo que se puede pensar, este polvo desértico, especialmente el que sale de la depresión de Bodele (Chad). contribuye al crecimiento de la selva amazónica puesto que es rico en fósforo, nutriente esencial para las proteínas y el desarrollo de las plantas.
Según Hongbin Yu, investigador de la Universidad de Maryland, el fósforo que llega a los suelos amazónicos gracias al polvo del Sahara, casi 22.000 toneladas por año, equivale a la misma cantidad que la selva pierde por la lluvia y las inundaciones.
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¿Un riesgo para la salud? El efecto positivo de estas partículas cambia al entrar en contacto con las personas. Recientemente, países caribeños como Cuba y Puerto Rico han lanzado alertas sobre la llegada de polvo del Sahara, que experimentan en los meses del verano.
Y es que este arrastra una serie de contaminantes, como hierro y sílice. causantes de enfermedades respiratorias. Es más, un trabajo del Centro Meteorológico Provincial de Pinar del Río (Cuba) encontró picos máximos de asma bronquial que coinciden con la mayor presencia de polvo del Sahara en la isla, entre junio y julio.
Ante el riesgo que representan estos episodios para los países caribeños, la Organización Panamericana de la Salud ha emitido una serie de recomendaciones, entre las que destacan el uso de mascarillas por parte de las personas con enfermedades respiratorias crónicas, adultos mayores, mujeres embarazadas y niños; así como cubrir las fuentes de agua, pozos, recipientes o estanques de almacenamiento, para evitar su contaminación.
El polvo desértico también ha sido relacionado con la marea roja en Florida, fenómeno provocado por la proliferación de algas microscópicas. El riesgo es que algunas de estas son productoras de potentes toxinas, las cuales pueden acabar con la vida de peces, mariscos, mamíferos marinos y aves.
De acuerdo con un trabajo de la Universidad del Sur de Florida, al fertilizar con hierro las aguas cercanas a la costa de ese estado, el polvo del Sahara origina que la bacteria Trichodesmium fije el nitrógeno presente en el agua, creando así un ambiente favorable para las microalgas tóxicas.
Para tener en cuenta
Las nubes de polvo del Sahara a menudo son tan grandes que pueden ser vistas desde el espacio. Especialistas emplean satélites para monitorearlas.
El desierto del Sahara es un 10% más grande desde 1920, indica un estudio realizado por científicos de la Universidad de Maryland. El cambio climático sería el causante de esta expansión.