De los 2.000 animales silvestres que ingresan a los 28 centros de rescate al año, entre el 7 y 20% no logran volver a su hábitat natural. Entre las principales razones está el compotamiento de mascota que ya adquirió el animal y la gravedad de las heridas que derivan en una discapacidad.
Tanto la "mascotización" como las discapacidades ponen a los animales silvestres en desventaja en un medio salvaje, por lo que sus posibilidades de sobrevivencia son pocas. Ante esta situación, no les queda más que vivir en cautiverio.
¿Por qué llegan estos animales a los centros de rescate? Puede ser porque fueron decomisados, están heridos o las personas -cansadas de quien nunca debió ser mascota- los entregan voluntariamente.
En cuanto a los decomisos, la Ley de Vida Silvestre prohibe la tenencia y comercialización de especies silvestres. En este sentido, el Sistema Nacional de Áreas de Conservación (Sinac) reportó 3.456 decomisos entre los años 2000 y 2012. A estos hay que sumar los que realizó la Fuerza Pública y el Servicio Nacional de Guardacostas.
Cuando se decomisa un animal, las autoridades se apoyan en los 28 centros de rescate que existen para rehabilitarlos y si es del caso, liberarlos. De esta forma, al Parque Marino del Pacífico han llegado peces y pepinos de mar originarios del Indopacífico, los cuales fueron decomisados en el aeropuerto. Por tratarse de especies exóticas, estos no pueden ser liberados porque podrían desplazar a las especies nativas y causar un problema ecológico.
Las mascotas es otra de las causas de ingreso de animales a los centros de rescate. Según datos del Sinac, entre 1999 y 2000 se identificaron 250.000 animales silvestres que vivían en los hogares costarricenses, muchos de ellos loras y pericos pero también hay tortugas y monos.
"La gente cree que la tortuga se queda con el tamaño de los 10 cm en que se las venden y la tortuga crece o la gente se hace del pez, no sabe cuanto le crece y cuando ya no le cabe en la pecera, nos llaman", comentó Natalia Corrales, bióloga del Parque Marino del Pacífico.
Es más, Corrales coordinó la entrega voluntaria de dos tortugas baula que un muchacho tenía como mascotas en San Pedro de Coronado. El joven las compró a ¢20.000 y al no saber qué hacer, pidió ayuda. Gracias al trabajo de investigación que se realiza en el país, se determinó que las tortugas eran propias del Caribe y allí se liberaron.
"El 60% de los ingresos son maltrato, el resto son mascotas. Claro, el animal es muy bonito cuando está chiquitito pero cuando está grande ya no le hace gracia a nadie y este no puede evitar ser silvestre, esa es su naturaleza", comentó Sergio González, vocero de Zoo Ave.
La mayoría de los animales que llegan a los centros de rescate llegan heridos: unos porque no recibieron los cuidados y sufren deformaciones porque no contaban con espacio suficiente o la alimentación adecuada, otros porque la interacción con el ser humano provocó atropellos o conflictos que terminaron con machetazos o balazos y nunca faltan los casos de maltrato, personas que ven divertido apedrearlos.
"Nos llegan aves con heridas provocadas por resorteras o balinazos en las alas, alguien por diversión agarra al animal y lo fracturan. A ese animal no queda más que amputarle el ala y condenarlo al cautiverio. Un animal que pudo haber tenido una vida libre, no lo dejan en paz", manifestó Aleida Méndez, subdirectora de la clínica de Zoo Ave.
Desde el año pasado, los huérfanos se convirtieron en un grupo numeroso. "De diciembre a la fecha hemos tenido un ingreso muy alto de bebés, primates más que nada. La mayoría de los casos se debieron a que la mamá murió electrocutada y como llevan pegada a la cría, entonces también les afectó", comentó Maricarmen Mejía, educadora ambiental del centro de rescate Las Pumas.
El problema es que muchas de esas crías no podrán volver al bosque porque no les dio tiempo de aprender las destrezas necesarias para sobrevivir en el bosque.
"En el caso de los felinos, las crías deben pasar con la madre entre uno y dos años. La mamá les enseña a cazar y defenderse", explicó Mejía.