¿Estará siempre la Isla del Coco a la misma distancia del territorio continental de Costa Rica? La respuesta es no.
La lejanía entre el parque nacional y suelo tico, se achica un poco cada año, debido al desplazamiento natural que este sitio realiza por las aguas del océano Pacífico, en dirección noreste.
Sin embargo, esto no significa que en un futuro cercano la silueta de este santuario natural se pueda apreciar desde la costa de Puntarenas o que se acorten las 36 horas, que en promedio, toma la travesía en barco hasta este sitio Patrimonio Natural de la Humanidad.
Mediciones hechas con el Sistema de Posicionamiento Global (GPS, por sus siglas en inglés), han permitido a los científicos estimar que cada año la Isla del Coco está 78 milímetros más cerca del territorio continental de Costa Rica.
“Más o menos, en unos cinco millones de años ya estaría la Isla del Coco entrando a la zona de subducción (donde la placa de Cocos se desliza bajo la placa de Caribe en el Pacífico norte y bajo la placa de Panamá en el Pacífico sur)”, indicó Marino Protti, vulcanólogo del Observatorio Vulcanológico y Sismológico de Costa Rica (Ovsicori).
El experto advirtió que aún es muy pronto para saber la eventual ubicación que tendría la Isla. “No sabemos al frente de qué, porque no conocemos cómo va a evolucionar”.
La razón está en el origen
Pero, ¿por qué ocurre esto? Para entender el fenómeno primero es necesario conocer un poco acerca de los orígenes mismos de la Isla del Coco, los cuales se pueden trazar hasta las islas Galápagos, ubicadas a 972 kilómetros de la costa de Ecuador.
Este famoso archipiélago se localiza en una zona caracterizada por ser un punto caliente y además, donde se encuentra un centro de expansión llamado Galápagos.
Los puntos calientes se forman cuando una de las placas tectónicas se mueve sobre una parte inusualmente caliente del manto y grandes cantidades de magma se elevan, perforando las placas y produciendo erupciones volcánicas de considerable magnitud en la superficie de la Tierra.
Estas plumas que brotan con material del manto, se consideran como relativamente estacionarias, caso contrario ocurre con las placas tectónicas, por lo cual, a medida que continúan alejándose de los volcanes oceánicos, estos se enfrían y desaparecen, produciendo islas, así como otras formaciones.
Mientras, los centros de expansión, hacen referencia al límite lineal entre dos placas tectónicas divergentes en el fondo del océano y como, a medida que se separan (varios centímetros por año), brota la roca fundida del manto subyacente, solidificándose y creando una nueva corteza oceánica.
“Cuando usted tiene un punto caliente justo abajo de un centro de expansión (como ocurre en Galápagos), entonces se produce una cicatriz en dos placas; la dorsal de Carnegie, que es una cicatriz en la placa de Nazca y la Cordillera (Submarina Volcánica) del Coco, una cicatriz en la placa del Coco”, explicó Protti.
Una de las características que tiene la isla tica es que es el único punto emergido de la Cordillera del Coco, la cual se encuentra en colisión con la zona Sur de Costa Rica, particularmente bajo la Península de Osa.
Inquieta región tectónica
La Isla del Coco es un importante punto de investigación para referenciar la velocidad a la que se mueven las placas Sudamérica, Panamá y Caribe, al ser el único punto emergido de la Cordillera Submarina del Coco.
FUENTE: BRANDSTÄTTER ET AL 2013 / OVSICORI. || W. S.. INFOGRAFÍA / LA NACIÓN.
Adaptación
El tipo de desplazamiento que tiene la cordillera del Coco también implica que esta se está hundiendo, por lo que cualquier especie, incluidas aquellas que habitan en la Isla, tendrán que irse adaptando a las nuevas condiciones que estas variaciones implican.
Por ejemplo, el desplazamiento hacia el norte o el sur conlleva una modificación en la latitud, así como un cambio en las condiciones y temperatura promedio anual atmosférica.
Asimismo, el hecho de que se acerque al continente también provocaría que a la isla lleguen más sedimentos provenientes de las costas.
Pero como estos procesos son lentos y van a tener una duración de cientos de miles de años, la naturaleza sería capaz de asumirlos, a diferencia de otro tipo de eventos que el planeta está experimentando debido a las actividades del ser humano.
“Los cambios climáticos que ha tenido el planeta en los últimos 800 mil años, usted ve varios ciclos y es normal (...). Veníamos con un sistema así, (pero) cuando estábamos calientes y ya nos tocaba enfriarnos, le metimos todo este carbón a la atmósfera, en un pico tan fuerte que los ecosistemas no pueden reaccionar, es demasiado rápido”, señaló Protti.
Potencial científico
Desde finales de la década de los 80 se han realizado estudios con GPS en la Isla del Coco, pero fue a partir del 2011 que se instaló en el sitio una estación que ha permitido al Ovsicori dar un monitoreo constante.
Esta herramienta ofrece a los investigadores la posibilidad de medir la velocidad a la que se mueve la placa Cocos con respecto a las placas Sudamérica, Panamá y Caribe, así como la relación con el centro de la tierra, en el marco de referencia global.
“Es importante saber la velocidad con precisión porque uno en el continente con estaciones de GPS puede ver la deformación, puede ver cuánto de la convergencia es liberada por sismos y cuánto se queda atrapada en la interfase con potencial para generar un terremoto mayor, y eso fue lo que utilizamos en Nicoya”, dijo Protti.
Para el caso de Nicoya, desde una década antes del terremoto en 2012 de 7,6 magnitud momento (MW), los expertos del Ovsicori montaron una red de GPS para monitorear las deformaciones.
A partir de la información obtenida sobre el desplazamiento que ha tenido la placa del Coco respecto a la del Caribe, se logró extraer un estimado de la cantidad de energía que se estaba quedando por debajo de la Península de Nicoya, como antesala a un terremoto, logrando anticipar el terremoto del 2012.
“Ahora estamos haciendo lo mismo, construyendo una red densa de GPS en la zona Sur, para tratar de anticipar el próximo terremoto en Osa, que ocurrirá en cinco u ocho años.
“En la zona Sur cada 40 años, más menos dos o tres años, hay un terremoto de magnitud 7,2 o 7,4 y el último fue hace 35 años, entonces, estamos en la parte culminante de un ciclo sísmico y por eso es importante monitorear bien, la distribución de los esfuerzos para ver cuál parte de la falla es la que está más acoplada y poder hacer estimaciones de qué esperar cuando ocurra el terremoto”, señaló el experto.