El 2016 fue el año más cálido desde 1880 (fecha desde que existen registros), superando al 2015 en cerca de 0,2 grados Celsius (°C).
De hecho, la temperatura mundial alcanzó su punto más alto en febrero del 2016 cuando superó en 1,5 °C a la temperatura registrada al inicio de la Revolución Industrial.
Los datos fueron dados a conocer por el programa Copérnico de la Unión Europea (C3S), un complejo sistema de monitoreo que incluye estaciones terrestres y satélites.
La Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) y la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio (NASA), ambas de Estados Unidos, rendirán su informe a finales de mes, aunque no se espera que difiera significativamente con el de C3S.
La mayoría de las regiones, según C3S, experimentaron temperaturas por encima del promedio, principalmente en el Ártico y en el sur de África, así como al sur y sureste de Asia previo al monsón, en Oriente Medio en verano y en Norteamérica en las estaciones de verano y otoño.
Si bien C3S aduce que las altas temperaturas vividas en febrero se dieron bajo influencia del fenómeno de El Niño (que terminó en mayo), la temperatura global permaneció por encima del promedio en el segundo semestre, principalmente asociada a una excepcional baja cobertura del hielo en el Ártico y Antártida.
El Niño
El fenómeno El Niño Oscilación Sur (ENOS) nace de la interacción de las aguas superficiales del océano con la atmósfera. Cuando hay un calentamiento anormal de las aguas, se le llama El Niño, y cuando más bien hay un enfriamiento, se conoce como La Niña.
"El Niño y La Niña son necesarios para el planeta porque ayudan a que ciertas zonas no se calienten o enfríen más de la cuenta. Es decir, permiten una mejor distribución del calor y estabilizan las temperaturas", describió Luis Fernando Alvarado, meteorólogo e investigador del departamento de Climatología del Instituto Meteorológico Nacional (IMN).
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Si bien no existe una relación directa entre cambio climático y ENOS, el primero sí afecta al segundo, ya que la acumulación de gases efecto invernadero (GEI) –causantes del calentamiento global y, a largo plazo, del cambio climático– propician un calentamiento que sirve de base a El Niño. En otras palabras, un planeta más caliente debido a los GEI provee más energía y, por tanto, intensifica el ciclo hidrológico.
Por esa razón, y según el Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC), ENOS se está volviendo más frecuente e intenso. Incluso, algunos escenarios que se proyectan debido al cambio climático se asemejan a las condiciones ambientales vividas durante los ciclos de El Niño.
"El Niño no hace sino acentuar la tendencia al calentamiento", señaló Michel Jarraud, secretario general de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), en declaraciones a agencias de noticias a inicios del 2016.
Sin embargo, el evento más reciente de El Niño finalizó en mayo. "En el 2015, El Niño fue más fuerte; pero el 2016 es el año más caliente (superando al 2015) y solo hubo Niño en el primer semestre", comentó Alvarado.
"Si bien El Niño contribuyó, porque dio un impulso a las temperaturas, no fue el único elemento. Esto nos demuestra que no es El Niño el que produce el calentamiento global, ya no lo necesitamos para que las temperaturas aumenten. Con o sin El Niño, la Tierra se está calentando", advirtió Alvarado.
Lo cierto es que la temperatura viene incrementándose desde 1975. La atmósfera aún lidia con las primeras emisiones de GEI liberados durante la Revolución Industrial, ya que el dióxido de carbono -uno de estos gases- tiene una permanencia de 500 años.
Esa tendencia de calentamiento se observa en las temperaturas mínimas en Costa Rica, las cuales están referidas a las temperaturas nocturnas mientras que las máximas se refieren a las diurnas.
"A lo largo del tiempo, la temperatura mínima sí muestra una tendencia de cambio climático más definida que la temperatura máxima. Por ejemplo: en el año 2000, el promedio de la mínima era 16,1 °C. En el 2016, la temperatura nocturna fue 17,2 °C en promedio. Un grado de diferencia en apenas 15 años", detalló Alvarado.
Dióxido de carbono
Aparte de la temperatura, C3S monitoreó incendios forestales y la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera durante el 2016. Con respecto a los primeros, C3S halló una relación entre los incendios forestales de Canadá y Siberia con las altas temperaturas de la superficie terrestre durante junio y julio.
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En cuanto al dióxido de carbono, el 2016 fue el primer año que los niveles de dióxido de carbono no disminuyeron por debajo de las 400 partes por millón con el cambio de estación de verano a otoño en el hermisferio norte.
Usualmente, durante el verano, la vegetación que crece se encarga de reducir los niveles de dióxido de carbono, siendo setiembre el mes cuando se marca el punto más bajo. Eso no ocurrió en el 2016.
Según NASA, los seres humanos liberan unas 40.000 millones de toneladas de dióxido de carbono a la atmósfera por año.