Aunque suele culparse al cambio climático por el deterioro de los arrecifes coralinos del Caribe, lo cierto es que el exceso de pesca de los peces loro tiene un impacto más significativo en estos.
En los últimos 50 años se han deteriorado más del 50% de los corales vivos y, de no tomarse acciones en lo inmediato, estos podrían desaparecer en 20 años.
Así lo destaca el informe Estado y tendencias de los arrecifes coralinos de el Caribe: 1970-2012 , cuya autoría recae en los científicos de la Red Mundial de Monitoreo de los Arrecifes de Coral (GCRMN), la Unión Internacional de Conservación de la Naturaleza (UICN) y el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).
Este es el noveno informe sobre el estado de los corales que se publica con fin es entender por qué algunos arrecifes son más saludables que otros, identificar cuáles acciones han sido particularmente beneficiosas o dañinas así como proveer de información científica que apoye las decisiones de manejo y conservación.
La investigación analizó tendencias para arrecifes coralinos, macroalgas, erizos de mar y peces; esto, basado en datos provenientes de 35.000 estudios realizados entre 1970 y 2012, en 90 sitios de 34 países.
En el caso de Costa Rica, se contó con datos del arrecife del Parque Nacional Cahuita, el cual es monitoreado por el Centro de Investigación en Ciencias del Mar y Limnología (Cimar-UCR) desde 1999.
El impacto de la pérdida de los arrecifes no es solo ecológico, también es económico. Las comunidades costeras se benefician de ellos gracias al turismo y la pesca.
Para Jorge Cortés, investigador del Cimar-UCR y GCRMN, la buena noticia es que al ser una problemática local, la solución está también en manos de la gente.
“Aquí lo importante es ver arrecife por arrecife. El problema de Cahuita no es igual al de Bocas del Toro, aunque esté cerca”, dijo Cortés.
“Con mucha frecuencia, nuestra fijación con el cambio climático hace que dejemos de lado cosas que podemos arreglar sobre una base local”, enfatizó Carl Gustaf Lundin, presidente del GCRMN.
Desequilibrio. La salud de los arrecifes depende del balance entre su crecimiento y su destrucción.
Los nutrientes, favorecidos por las aguas servidas que arrastran los ríos, propician el crecimiento de macroalgas que impiden el crecimiento de los corales.
El documento señala que la macroalga lo que haría es favorecer la aparición de enfermedades virulentas en los corales.
Además, el reporte sugiere que estas macroalgas segregan sustancias químicas tóxicas que perturban los microorganismos que viven en esos arrecifes, y provocan la decoloración de los corales.
En ese punto es donde los peces loro entran en acción, ya que –al ser herbívoros– mantienen bajo control las algas.
Sin embargo, la sobrepesca ha reducido las poblaciones de peces loro y, sin ellos, los corales son los que pagan las consecuencias.
“Arrecifes, donde los peces loro fueron sobreexplotados antes de 1984, sufrieron mayor degradación en la cobertura de coral, que aquellos que todavía conservaban poblaciones de peces loro intactas”, afirma el informe.
Ahora, los pescadores podrían sustituir la extracción del pez loro por el pez león y así contribuir a regular esta especie que, al ser una variedad invasora, está perjudicando a los ambientes marinos.
Medidas. Aparte de sobrepesca, los arrecifes se ven amenazados por sedimentación, contaminación y presión turística, entre otros.
Para el caso de Costa Rica y, según Cortés, el abordaje de la problemática debe ser integral, más que el país posee 970 kilómetros cuadrados de arrecifes coralinos.
Por esa razón, Cimar-UCR y Coopesolidar trabajaron hace ocho años en el borrador de un decreto que no se llegó a firmar por las autoridades de ese momento.
En 2013, la idea fue retomada por Conservación Internacional (CI) y la Asociación Interamericana para la Defensa del Ambiente (AIDA), la cual presentaron al viceministro de Aguas y Mares, Fernando Mora.
“Ya Fernando Mora, el nuevo viceministro, tiene el decreto en su escritorio y nos manifestó que le parecía interesante”, comentó Marco Quesada, director de CI-Costa Rica.
El decreto permitiría identificar dónde están los arrecifes y su estado de conservación, así como regular las actividades alrededor de estos. También se promovería la investigación y la educación.