Las hembras de tiburón martillo migran desde aguas oceánicas hacia el golfo Dulce para parir y utilizan esa región como una especie de “guardería” para sus crías.
Para escoger el sitio de alumbramiento, ellas se guían por el relieve submarino, que en este lugar varía entre cinco y 100 metros de profundidad.
Buscan sitios en aguas someras (entre 10 y 30 metros de profundidad), con fondos lodosos y cercanos a ríos y manglares. De esta forma, las madres se aseguran de que sus crías estarán protegidas y tendrán suficiente alimento para crecer.
Conforme ese recién nacido gana tamaño y se convierte en juvenil, este también se orientará por el relieve submarino para explorar otros sitios en busca de presas más grandes. Incursionará poco a poco en aguas más profundas como una forma de prepararse para migrar a aguas oceánicas cuando sea adulto.
Estos son parte de los hallazgos de las investigaciones que, desde el 2010, realiza la organización Misión Tiburón, dirigidas a identificar hábitats críticos para esta especie de escualo en el golfo Dulce.
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“Hemos visto que los tiburones con tamaños a partir de los 70 centímetros (cm) ya cruzan el Golfo de un lado a otro, lo cual fue una sorpresa para nosotros porque creíamos que esas migraciones locales las hacían cuando cumplían el año y alcanzaban 90 cm”, comentó Ilena Zanella.
Ella y Andrés López son los investigadores de este estudio que ya se halla en su cuarta etapa. En esta última fase contaron con fondos del proyecto BID-Golfos, que ejecuta Fundación MarViva.
“La investigación busca proveer información científica que sirva para la toma de decisiones, principalmente de manejo, y que ayude a encontrar alternativas para reducir el impacto sobre esta especie”, expresó Erick Ross, biólogo de Fundación MarViva.
De hecho, y según Ross, esta investigación forma parte de los esfuerzos que se hacen por fortalecer el Área Marina de Uso Múltiple del Pacífico Sur (AMUM).
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Área de crianza. Los tiburones martillo (Sphyrna lewini) nacen en la costa y, mientras alcanzan la madurez sexual, viven en áreas de crianza.
Según los datos de Zanella y López, esta especie es la más abundante y constante en el año (representó el 50% de todos los tiburones analizados).
Aunque las crías pueden verse entre abril y mayo, meses cuando las hembras empiezan a acercarse al Golfo, los científicos notaron una mayor abundancia de martillos entre julio y agosto.
“Esto sugiere que las crías nacen en estos meses, que representan el inicio del invierno y posiblemente, corresponde a una mayor abundancia de nutrientes en el agua”, detallaron los biólogos.
Gracias al marcaje acústico, que coloca un transmisor en el vientre del animal para que el receptor lo detecte cuando pase cerca, los científicos demostraron que los tiburones permanecen al menos un año en el golfo Dulce.
En los sitios conocidos como Pique Fijo, La Ensenada y río Platanares, cuyos fondos son lodosos y tienen profundidades entre 15 y 30 metros, se encontraron juveniles mayores a los 70 cm, sin llegar aún al metro de longitud.
En cambio en Punta Piedra y Pilón-Manzanillo, igual con fondos lodosos pero más someros (entre 5 y 10 metros de profundidad), se detectaron tiburones con tamaños menores a los 70 cm.
Los tiburones nacen midiendo 50 cm. En todos estos sitios, los escualos eran juveniles o inmaduros, lo cual refuerza que se trata de una zona de crianza.
Los receptores detectaron en 10.500 ocasiones tiburones marcados. El 80% de las detecciones se dieron en el receptor instalado en la boca del río Platanares.
Este receptor tuvo detecciones entre marzo y mayo, pero su mayor número fue entre octubre y diciembre, que son meses muy lluviosos en la zona sur.
“Nos hace suponer que los tiburones no utilizan la desembocadura de forma continua, sino que su uso depende de la dinámica del río. Probablemente, el aumento de la lluvia y la descarga de nutrientes provoca una mayor disponibilidad de alimento y una prolongación en la estadía de los tiburones”, aducen los biólogos.
Por ello, las hembras alumbran cerca de las desembocaduras de los ríos donde se garantiza la disponibilidad de alimento.
Con estos datos, los investigadores concluyeron que el golfo Dulce es sitio de crianza.
“De esta manera, este golfo se convirtió en la primera área de crianza para el tiburón martillo técnicamente identificada para el Pacífico Tropical Oriental”, destacó Zanella.
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Migraciones. En el 2014, los investigadores decidieron ampliar el área de estudio para abarcar el Área Marina de Uso Múltiple Pacífico Sur (AMUM), que comprende desde bahía Ballena, en Osa, hasta punta Burica.
Aparte del análisis de capturas pesqueras, realizado a bordo de embarcaciones de pesca turística y artesanal, se extendió el número de receptores acústicos de tres a 16 y se reforzó el marcaje acústico y convencional con marcas tipo flexi y espagueti que se colocan en la primera aleta dorsal.
Aparte de martillos, también se aprovecha para marcar tiburones toro (Carcharhinus leucas) y tigre (Galeocerdo cuvier).
Con ello, los investigadores pueden medir indicadores como crecimiento, densidad, abundancia y distribución en el AMUM, así como permanencia, movimientos, rutas y uso de hábitat.
Gracias a los datos obtenidos, ellos empezaron a observar migraciones locales entre los tiburones marcados.
Por ejemplo, uno de los escualos reveló una conexión entre los sitios Platanares y Pique Fijo, ubicados a 10 kilómetros (km) de distancia uno del otro.
Al parecer, esas migraciones locales sirven a los juveniles como “entrenamiento” para cuando alcancen el tamaño que les permita ir a aguas oceánicas. Quizá el registro más significativo es el de una hembra marcada en Puerto Jiménez en el 2011; fue capturada por pescadores en el 2015 a 80 millas de Isla del Coco. Cuando se marcó en Pique Fijo, medía 88 cm y al momento de su captura, ya medía dos metros.
Aunque sospechan que existe una conexión entre golfo Dulce e Isla del Coco, los investigadores están en busca de la evidencia que lo compruebe. Por eso implantaron cuatro transmisores acústicos en hembras adultas en el Parque Nacional Isla del Coco.
“El objetivo del marcaje es tratar de conectar hábitats oceánicos con zonas costeras y, de esta manera, tratar de proteger diferentes hábitats críticos utilizados por el tiburón martillo”, justificaron los biólogos.