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Entre enero y abril, los incendios forestales afectaron 2.787 hectáreas dentro de parques nacionales y refugios. Algunos han sido tan intensos que los bomberos demoraron cinco días en extinguirlos.
La totalidad de los incidentes fueron provocados por el ser humano, principalmente por quemas agrícolas que se salieron de control, y vandalismo.
Lo que quizá ignoran quienes iniciaron ese fuego es que serán ellos mismos (o sus seres queridos) quienes sufrirán las consecuencias de sus actos, debido al desabastecimiento de agua potable, la pérdida de cultivos y los pastos con que se alimenta el ganado.
El impacto del incendio forestal va más allá de disminuir a cenizas un árbol. El suelo es el que acarrea con los efectos en el largo plazo, lo cual se agrava cuando este sufre quemas año tras año, ya que no cuenta con tiempo suficiente para recuperarse.
“En esta temporada tenemos áreas nuevas, pero también otras que son reincidentes y eso nos preocupa”, advirtió Luis Diego Román, coordinador del Programa Nacional de Manejo del Fuego del Sistema Nacional de Áreas de Conservación (Sinac).
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Impacto en acuíferos. Los suelos que pierden cobertura vegetal por fuego ven alterada su capacidad de absorber agua de lluvia, lo que afecta la recarga hacia los mantos acuíferos.
“Este año nos tocó ver incendios en áreas de recarga acuífera en Guanacaste, donde la cobertura vegetal se perdió, y eso trajo problemas en esas nacientes. Ya hay algunas secas”, denunció Román a La Nación .
Según el funcionario de Sinac, este año se afectó el suministro de agua potable en Nicoya, por los incendios ocurridos en fincas privadas.
“El fuego trae consigo efectos dañinos en la calidad física del suelo. La capacidad de retención de humedad se reduce y se da un endurecimiento superficial. Además, la posibilidad de daños físicos aumenta con la pendiente de los terrenos, por el riesgo de erosión”, explicó Jorge Faustino, especialista en manejo de cuencas y conservación de los suelos del Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza (Catie).
Según Faustino, el fuego incide en la capacidad de la tierra de almacenar “agua verde”, aquella proveniente de la lluvia, que se guarda en el suelo, de donde las plantas la toman y transpiran de nuevo a la atmósfera.
Asimismo, al perder la cobertura vegetal a causa de los incendios, los suelos son vulnerables a sufrir escorrentía cuando llueve, lo cual termina arrastrando sedimentos a través de los ríos.
Estos sedimentos se depositan en las cuencas hidrográficas medias y bajas, lo que podría provocar inundaciones.
“Otro problema es cuando la ceniza de los incendios forestales cae en los tanques de agua y los contamina”, agregó Román.
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Pérdida de fertilidad. El fuego también afecta, química y biológicamente, el suelo.
“Hay una merma de nutrientes en la capa superficial, entre ellos, el nitrógeno. También se da una pérdida de materia vegetal y el potencial de hidrógeno (pH) –que es una medida de acidez– puede incrementarse ligeramente”, detalló Faustino.
“Aunque puede ocurrir un efecto positivo temporal debido al incremento del pH, por el suministro de cationes y fósforo, lo que ocurrirá de inmediato es que las poblaciones de microorganismos y su actividad se reducirán considerablemente”, agregó el investigador del Catie.
Por el fuego perecen organismos que descomponen la materia orgánica. Gracias a esa descomposición, las plantas y cultivos cuentan con nutrientes para crecer.
“Esto conlleva procesos de disminución de la fertilidad, con la consecuente necesidad de aplicar insumos para mantener la capacidad productiva de los suelos”, explicó Faustino.
Esa baja fertilidad trae consigo un mayor riesgo de plagas y malezas que compiten con las plantas o cultivos por agua, espacio y nutrientes.
También aparecen sustancias tóxicas que dificultan el crecimiento de cierta vegetación, lo que se conoce como alelopatía.
De igual forma, la pérdida de cobertura vegetal deja el suelo a merced del sol. Esto provoca un aumento en su temperatura e induce a procesos de aridificación.
La aridificación, a la vez, es un paso previo de la desertificación, proceso de degradación ecológica del suelo fértil que resulta de la pérdida de la cobertura vegetal, la erosión y la falta de agua.