Javier Elizondo tiene 26 años y durante los últimos tres se ha dedicado a vivir un sueño: el de documentar las cataratas del país.
La aventura para este arquitecto comenzó en el 2013, en los bosques del río Blanco en Guápiles, Limón, donde se topó con un grupo de cazadores que andaban en busca de tepezcuintles y zainos, animales a los que les gusta andar en el río.
“Ahí es cuando yo detecto un problema, empiezo a proyectar cómo se le puede dar alguna solución”, recordó el muchacho.
Por eso, al lunes siguiente puso la renuncia en la firma de arquitectos en la que trabajaba y comenzó a darle forma a su proyecto, que hoy está materializado en un libro, llamado Cataratas y Leyendas.
En aquel momento, ni cámara tenía y tampoco sabía tomar fotos, según reconoció, pero sí la firme convicción de hacer algo para conservar la salud ecológica de Costa Rica. Fue entonces cuando ideó La Ruta de las Cataratas, que hoy expone en su libro, y que en el largo plazo desea convertir en un proyecto de ecoturismo de bajo impacto.
Sin embargo, su deseo empezó a concretarse hasta el 2016, cuando comenzó a documentar 129 cataratas del país y mapeó más de 400, tarea que le tomó tres años.
En el camino encontró tropiezos, por ejemplo, perdió las fotos recopiladas: “Durante el segundo año se me quemó el disco duro”, aseguró. Entonces, durante el 2018 se dedicó a realizar la mayoría de documentaciones, “en ese proceso se proyectaron una serie de lugares a los que nunca se había llegado, hasta hicimos cinco vuelos en helicóptero”, recordó.
También adquirió leptospirosis en la montaña. “El día cuatro en Cacho Negro, tuve picos febriles y espontáneos, es fiebre altísima, no te podés controlar”. Sin embargo, asegura que eso no lo frenó pues más bien, le hizo apreciar más su vida.
“Fue una sensación pura de seguir adelante, a mi todo el mundo me dijo que llegar a Cacho Negro es imposible, por lo que es un momento de realización”, aseguró Elizondo.
El trabajo no lo hizo solo, pues para sus viajes, siempre contó con ayuda de otros colegas montañistas, a quienes reconoce su aporte en los créditos del libro, que fue impreso en Perú; cuesta ¢ 36.000 y se vende en la Librería Internacional.
Además de las cataratas, la creación de este joven ofrece algunas leyendas que Javier Elizondo recopiló en los lugares por donde caminó para capturar las imágenes, principalmente en zonas rurales. Según este muchacho en esos parajes se vive el Pura Vida: “donde vivir con muy poco hace que uno sea muy feliz”, aclaró.
¿Qué pueden encontrar quienes lo compran? El nombre de la catarata, la zona donde está y el río en que se ubica.
“El libro no trae dónde está la catarata (exactamente) o los senderos, pero sí la base para una investigación propia de una persona que se lo lea. Lo importante no es llegar, no quiero que sea un libro para llegar (a la catarata) y tomarte una foto, pues es en esa investigación propia donde uno empieza a amar esos lugares”, explicó Elizondo.
La Nación le pidió al autor de Cataratas y Leyendas que nombrara cuáles eran las tres más representativas tras su investigación y él aseguro que Cacho Negro, Ayil y río Sucio (río Dorado como él prefiere llamarlo) son sus predilectas.
Cacho Negro:
“En cada momento del día es hermoso, con lluvia, con niebla, con pájaros, en todo momento es un planeta por sí solo de belleza”, dijo.
Ayil
"Es el corazón de Talamanca. Está ubicada en el Parque Nacional Barbilla, este necesita que los costarricenses lo conozcamos y lo volvamos a cuidar”, aseguró.
El río Sucio (río Dorado)
“El Dorado es un cañón de más de cinco kilómetros de largo, que es de aguas doradas y que sus nacientes son termales, una de esas nacientes está en el libro, la catarata La Fumarola”, contó Elizondo.
Entre sus planes a largo plazo se encuentran fomentar la conservación de las cataratas incentivando el ecoturismo de bajo impacto, y le gustaría empezar por Ayil, porque es la que según él tiene las condiciones ideales: “el sendero, pueden entrar caballos y ganado”.