Un equipo internacional de científicos llevó a cabo una expedición en las profundidades del Pacífico Norte costarricense, a unos 200 kilómetros de las costas guanacastecas, con la ayuda de un robot submarino, para llegar donde anteriormente no se había llegado: 3.000 metros bajo el agua y con ello “tocar” el fondo del océano.
Científicos ticos formaron parte de la misión Octopus Odyssey (Odisea del pulpo), organizado por el Schmidt Ocean Institute de Estados Unidos. Esta fue la expedición que descubrió que justo en esa zona hay una “sala de maternidad de pulpos”, donde se hallaron corales, plancton y pepinos de mar y dos pintores unieron la ciencia y el arte en las profundidades marinas.
La expedición daba para todo tipo de ciencias. Esta historia abordará lo vivido por una geóloga y dos oceanógrafos costarricenses.
“Conocemos muy poco del fondo del mar. No solo de su biodiversidad, también de la geología. Todas las especies se han desarrollado en un ambiente. Debemos estudiar lo geológico para tener respuestas de lo biológico. Todo va unido”, expresó María Isabel Sandoval Gutiérrez, geóloga de la Universidad de Costa Rica (UCR).
Ahora, los científicos buscan dar a conocer todo lo posible esa “Costa Rica desconocida” en las profundidades.
“Visitamos dos montes submarinos que nunca se habían visto. Parte de nuestra misión es dar a conocer a los costarricenses todo lo que hay, porque uno se imagina que a 3.000 metros no hay nada, y hay montón de cosas: corales, erizos, esponjas de mar, pulpos, rayas, peces, es riquísimo ahí. Y debemos protegerlos”, subrayó Sandoval.
La oceanógrafa Celeste Sánchez Noguera, también de la UCR, coincidió: “La gente tiene la concepción de que el fondo del océano es oscuro y sin vida. Oscuro sí es, pero alberga una alta diversidad. Cada buceo era diferente, en uno se veía un jardín de esponjas marinas; en otro, era un jardín de octocorales; y por supuesto, los pulpos”.
El oceanógrafo Sergio Cambronero Solano, investigador de la Universidad Nacional (UNA), añadió: “Todos estos sitios que estamos visitando son volcanes, nuestros volcanes no solo están en tierra”.
Los sedimentos del fondo del mar
Sandoval llegó a la expedición con el objetivo de estudiar los sedimentos del fondo marino: su contenido de minerales y las variaciones a través del tiempo.
“El robot que bajó a las profundidades tiene tubos. Él presiona los sedimentos con ese tubo y mete el tubo para obtener 20 centímetros de sedimento. Tomó sedimentos de varias partes del fondo oceánico, de varios montes y sitios que eran de interés”, expresó Sandoval.
El estudio se centra principalmente en la composición geológica, analizar los compuestos minerales y los organismos que hay en los sedimentos.
Según explicó a La Nación, los sedimentos están compuestos por gran cantidad de organismos que, al morir, se acumulan en el fondo marino y se sedimentan. Esto se considera microzooplancton, es plancton que, cuando muere, comienza a caer hacia el fondo del océano y va perdiendo partes. Al descender al fondo del mar, son estructuras microscópicas que se juntan unas encima de otras.
“Algún cambio en la química del agua o de las corrientes va a verse reflejado en el plancton y en los sedimentos que se acumulan”, precisó la geóloga. El fenómeno puede tener pistas de la evolución del planeta.
“En un centímetro de sedimento pueden haber 3.000 años de historia. En esos 20 centímetros pueden estar registrados de miles a millones de años”, subrayó la especialista.
También, se ve el tamaño de los granos y la arena de ese fondo marino. Esto se reconstruye para contar la historia geológica. Otros especialistas estudiaron las bacterias presentes en esos sedimentos.
Acidificación oceánica
Sánchez, como oceanógrafa, investiga la química del agua. Ella se concentró en ver las características químicas a los 3.000 metros de profundidad, pero también en los niveles más superficiales, ya que Costa Rica no cuenta con esa información.
Su investigación parte de la acidificación oceánico, una de las consecuencias del cambio climático. Las actividades humanas liberan dióxido de carbono y cerca de un 30% es absorbido por el océano. Cuando se absorbe comienza a cambiar la química y, con esto, el nivel de acidez del mar. Además, en zonas profundas el nivel de acidez es un poquito mayor.
“Todas estas actividades humanas pueden afectar la acidificación de los niveles profundos del mar. Todos estos cambios en la química pueden afectar negativamente a los organismos en el mar. Por ejemplo, mayor dificultad para desarrollar conchas, o las conchas van a ser más débiles o van a debilitarse”, expresó.
Su interés creció porque precisamente es en el fondo marino donde se conoce menos el impacto de la acidificación del océano y se desconoce todavía más cómo impacta a los ecosistemas aledaños.
“Cuando hablamos de procesos de acidificación, los resultados se ven primero en la superficie, que es la capa que está más en contacto con la atmósfera. Esto nos permitirá saber si en Costa Rica ya hay procesos de acidificación, en este momento no lo sabemos porque no tenemos línea base”, destacó.
Los análisis apuntan a ver el nivel de acidez del agua, la capacidad para absorber el dióxido de carbono, y ver si el fondo oceánico podrá seguir manteniendo almacenado el dióxido de carbono.
“El fondo marino es de nuestros principales reservorios de dióxido de carbono del planeta, porque el océano va absorbiendo y se va depositando en el fondo del mar”, señaló la oceanógrafa.
Los estudios no se quedaron ahí; se logró determinar que hay tantos sitios de recarga como de descarga de agua. En los de recarga el agua fría ingresa a la corteza terrestre, viaja por la corteza. En ese viaje hay cambios de temperatura y por eso sale un poquito más caliente en los sitios de descarga.
“Es como una autopista submarina. Se conocen muy pocas en el mundo, aquí se logró saber dónde están y cómo actúan”, destacó Sánchez.
Corrientes marinas
Cambronero es biólogo marino y oceanógrafo. En la parte oceanográfica se concentró no solo en el fondo marino. Él explicó que hay una columna de agua de 3.000 metros de altura que va del fondo a la superficie y eso también influye en las condiciones del ecosistema.
El diseñó una grilla de muestreo oceanográfico y, con base en eso, hace un perfil vertical, desde la superficie hasta el fondo, para ver los datos de cada fase. Esto mide oxígeno, clorofila y cuán turbia está el agua.
Para entender mejor la columna de agua y su relación con el fondo de agua, también se usan otras variables. Una de ellas es la llamada nieve marina, que está compuesta por animales que mueren y, al irse degradando, se van hundiendo lentamente hasta llegar al fondo. A este paso se le llama nieve marina.
Otro de los puntos altos de la investigación fue saber que estuvo justo debajo de un remolino.
“En uno de los trayectos, los instrumentos nos confirmaron que pasamos por el puro centro del remolino. Fue muy interesante ver esas corrientes marinas, muy emocionante”, destacó.
Como biólogo, Cambronero también está interesado en los pepinos de mar, que son muy comunes en el fondo marino. En este caso, no solo está investigando la descripción de especies, también la microbioma. Ellos se alimentan de esa nieve marina, que está muy cargada de virus. Entonces estudiará cómo, sus bacterias internas, le ayudan a aplacar los virus.
Estar en la expedición le permitió recolectar pepinos de mar.
A futuro
Aunque sí es mucho lo que puede verse a simple vista, la ciencia toma más tiempo. El equipo regresará en diciembre, y tomarán nuevas muestras, pero mientras tanto hay mucho trabajo de análisis de laboratorio.
Dentro de las próximas líneas de investigación para Sandoval también está el hacer un estudio comparativo entre los montes submarinos visitados en esta expedición y los del Pacífico Sur.
Sánchez quiere ver si hay diferencias entre estaciones, si las condiciones cambian de estación lluviosa (junio) a seca (diciembre). Lo ideal sería visitarlo cada varios años, para ver si hay cambios cuando se está ante el fenómeno El Niño o La Niña.
Cambronero trabajará con un pedazo de madera que encontraron y buscarán las diferentes comunidades biológicas en él. Hay especies muy poco conocidas en ellas. Él también seguirá estudiando el remolino por el que la embarcación pasó para definirlo mejor.
“Nos esperan meses, por no decir años de análisis, de procesar muestras, de buscar la relación de resultados. Nuestra ventaja es que había tantos científicos estudiando diferentes cosas, tenemos más puntos de comparación para tener los datos del ecosistema como un todo”, concluyó Sánchez.