Una pareja de las llamadas ‘lechuzas de campanario’ y sus pichones quedaron sin hogar debido a la corta de palmeras, el sábado anterior, ordenada por el párroco del santuario de la Virgen de Ujarrás, en Paraíso de Cartago.
El cura Melvin Mora tomó la decisión por considerar que algunas ramas podrían desplomarse y caer sobre algún transeúnte, de acuerdo con el oficio que hizo llegar a la Municipalidad de ese cantón.
Sin embargo, la medida generó críticas de los paraiseños, quienes recordaron en redes sociales que fue el anterior párroco, Donald Solano, quien con esmero se preocupó por estas aves y permitió que se colocara un rótulo para destacar su presencia y solicitar su protección.
La Nación publicó sobre el hecho en mayo de 2019, donde se especificaba que se trataba de las aves Tyto Alva (nombre científico), conocidas como lechuzas de campanario, común o blancas. Las palmeras también alojaban periquitos de amor y otra fauna.
Este diario trató de conocer la versión de Mora, por lo que se le dejaron mensajes en la oficina cural, con Keneth Moya, pero al cierre de esta nota, no había dado respuesta.
Ante las reclamos, la Municipalidad, por medio de su vicealcalde Luis Diego Calderón, encargado de la temática ambiental, rechazó categóricamente, la responsabilidad por esa tala.
“El Concejo recibió una nota pidiendo permiso para talarlas, respondiéndosele que por ser terrenos de la Iglesia no se tenía autoridad al respecto. Eso sí, les hicimos recomendaciones, tanto yo como el ingeniero en Biotecnología y Julio Varela, ingeniero ambiental de la Municipalidad, diciendo que mejor se podaran las ramas más viejas, en vez de talarlas, y que hicieran esa petición al Ministerio de Ambiente y Energía (Minae)”, manifestó.
La razón por la cual los restos de las palmeras fueron trasladadas por vagonetas municipales, alegó el vicealcalde, es que les avisaron que las iban a dejar en la vía. “Por lo que optamos por ir a recogerlas”, explicó.
Beneficios
Daniel Maclaren, conservacionista paraiseño y experto en aves que ha estudiado y llevado la “minuta” sobre esta pareja de lechuzas, relató que tenían dos crías que todavía no volaban. “A un funcionario municipal que recogía restos de la palmera se lo dije, y me contestó que ni modo, que si había nidos, ya estaban aplastados”.
“Es ilógico lo que se hizo, más bien las lechuzas, como aves depredadoras, ahuyentan a las palomas de castilla, que con sus excrementos afectan estructuras, o por el estrés que sienten las palomas al sentirlas cercas no se reproducen masivamente como en otros lugares”, resaltó el conservacionista.
Maclaren dijo que estas aves se reproducen una o dos veces por año, y enfatizó en que en las ciudades están casi extintas, precisamente por la destrucción de sus hábitats.
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“A ellas también se les conoce como lechuzas ratoneras, porque son cazadores de estos roedores que arrastran muchas enfermedades”, afirmó.