Kivú llegó a Costa Rica en avión, procedente de La Habana, Cuba en 1999. Viajó a los nueve meses de edad, acompañado de su hermana Kariba.
Al pisar suelo tico, ambos carecían de nombre, pero un concurso público los dotó de uno. De 3.000 propuestas recibidas, el león del Simón Bolívar, que murió este 17 de febrero, fue bautizado con el nombre de uno de los grandes lagos de África, situado entre Ruanda y el Congo.
A pesar de que vivió 18 años en el zoológico, debió hacerlo en soledad los últimos seis, pues su hermana murió en el 2011, a causa de un tumor en el abdomen.
En el 2000, con dos años de edad, Kivú inició su adolescencia y, ya para entonces, quienes lo cuidaban reportaban que era un león tímido y nervioso.
Durante las casi dos décadas que estuvo en exhibición en el Simón Bolívar, siempre llamó la atención.
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En el zoológico josefino viven 343 ejemplares de alrededor de 71 especies, pero Kivú era el rey indiscutible, no solo porque sus rugidos atrapaban la atención de los visitantes, sino también porque, con el tiempo, su situación de cautiverio y su salud comenzaron a ser motivo de preocupación.
Su eventual “jubilación” comenzó a ocupar cada vez más titulares en los últimos meses del 2016.
En setiembre pasado, el Ministerio de Ambiente y Energía (Minae) y el Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG) decidieron ordenar su traslado tras un informe de inspección presentado por el Sistema Nacional de Áreas de Conservación (Sinac) y el Servicio Nacional de Salud Animal (Senasa).
Inadecuado. El documento afirmaba que la jaula donde vivió Kivú no proveía “enriquecimientos, ni opciones de ambientación que proporcionen desafíos, opciones y comodidad al león, o la posibilidad de expresar comportamientos propios de la especie, necesarios para que los animales puedan maximizar su salud psicológica”.
Aunque al inicio se planteó la posibilidad de movilizarlo a Santa Ana, sus últimas 12 semanas de vida las pasó en Alajuela, en el Zoo Ave. Hasta allá fue trasladado en un camión de la Universidad Nacional (UNA). Viajó anestesiado y resguardado por un fuerte operativo de seguridad del que se procuró mantener alejadas cámaras de televisión, fotógrafos y prensa.
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Al llegar a su nuevo hogar, conformado por 300 metros cuadrados con vegetación, troncos y una cueva, el objetivo era darle calidad de vida. Biólogos y médicos veterinarios vigilaron su alimentación y comportamiento.
Sus primeras semanas en el nuevo sitio serían determinantes, según dijeron los expertos. “Presenta signos muy positivos. Se le ve activo, tiene buenos reflejos y ya está empezando a tomar agua y comió pollo”, declaró a La Nación Carlos Mario Orrego, coordinador nacional de Vida Silvestre del Ministerio de Ambiente y Energía (Minae) a inicios de diciembre.
Pero la salud del león se complicó, debido a un cuadro de insuficiencia renal. En sus últimas semanas, el felino ya no consumía alimentos sólidos y fue necesario suministrarle sueros y vitaminas. Además, padecía artrosis.
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Ahora, su cuerpo se encuentra en el Hospital Veterinario de la Universidad Nacional, donde este lunes se le practicará una necropsia, es decir, una intervención quirúrgica para evaluar el estado de sus órganos e identificar si, efectivamente, fue el padecimiento de los riñones el que le provocó el deceso.
Si bien Sinac admite la tenencia de este tipo de animales en cautiverio, el director de Senasa, Bernardo Jaén, dijo que, en lo sucesivo, deberá haber condiciones de espacio y otras para que este tipo de animales puedan expresar su naturaleza.