Las abejas son de los insectos más beneficiosos para el ser humano porque, al posarse en las flores tomando su néctar y polen, polinizan la mayoría de plantas que dan alimento. Sin embargo, el crecimiento urbano las está matando y las más afectadas son las abejas solitarias (Meliponini) sin aguijón que no viven en colmenas.
Anidan en el suelo, terraplenes, cavidades de troncos o tallos huecos; los sitios que la mancha urbana devora según se expande. Preocupada por esta situación, Ericka Morera Saborío ideó un plan para salvarlas e invita a otras personas hacer algo parecido. Esta mamá alajuelense procura la salvación de las abejas haciéndoles ‘hoteles’ para anidar y, en el proceso, preservar su papel de polinizador.
“Hoy todo está urbanizado; los parches de bosques han disminuido. Para ellas, volar más de 800 metros las pone al borde de morirse por el cansancio, falta de agua y de nutrientes. Fallecen sin reproducirse”, explica Morera Saborío cuyo emprendimiento Bee Green (Abeja Verde) procura popularizar la idea de tenerles un oasis en las casas. El nombre es un juego de palabras en inglés que suena como Be Green (Ser verde) por el lazo de estos insectos con la propia naturaleza.
Las abejas solitarias no son peligrosas al carecer de aguijón debido a que no habitan una colmena la cual defender. Alojarlas en jardines de casas, balcones u otros sitios es seguro y sencillo, recalcó.
“La gente se asusta pensando en picaduras pero, en realidad, son muy nobles. Las solitarias son independientes y su desvelo es hacer nido pero polinizan hasta 100 veces más que las abejas sociales de colmena. Ayudarlas nos beneficia a todos. Sin abejas no hay café, no se polinizarían los cafetales, ni los árboles frutales”, explicó.
Los hoteles proveen cavidades semejantes a otras en la naturaleza pero escasas en ciudades sea para anidación o como puntos de descanso (de ahí el nombre de “hoteles”) para transitar sin tanto desgaste entre parches verdes. Cualquier jardín por pequeño que sea, insistió Morera, puede servirles de hábitat donde hallar alimento, materiales para sus nidos y agua.
¿Qué se necesita?
El hotel puede hacerse con un pedazo de tronco al cual hay que hacerle agujeros de no más de medio centímetro de diámetro y unos 5 a 12 de profundidad usando un taladro. Lo más importante, explicó, es retirar toda astilla y el aserrín porque dañarían las larvas. Las cavidades deben quedar limpias.
También pueden hacerse con tubos delgados de bambú o ladrillos porosos, arcilla o secciones de troncos completos. Cuando se perforan estas superficies, Morera recomienda orificios con grosores y profundidades distintas para atraer la mayor cantidad posible de especies de abejas.
Al colocar el hotel, debe situarse en un punto donde le dé luz solar pero resguardado de la lluvia y fuentes de humedad. Mejor si queda a un metro del suelo como mínimo o colgado en un lugar sin corrientes de viento y con su entrada que apunte al sur o sureste; aconsejó.
“La mejor forma de saber si funciona es revisando si las abejas lo usan. Si anida, aparecerá como un tapón o puerta a la entrada que ellas hacen con arcilla, arena, resina o mezclas de esos materiales. Así cuidan a las crías de depredadores o parásitos mientras crecen”, explicó.
Un aspecto esencial es ponerles bebedero y que este contenga piedras pequeñas o corchos en el agua para que las abejas tengan dónde posarse al beber. El agua sin azúcar pues no la pueden digerir, advirtió Morera. “Las piscinas son fatales para ellas porque se ahogan. Pueden nadar un poco pero eventualmente se morirán ahí, por eso los bebederos requieren corchos o piedras”, comentó esta vecina de Alajuela centro.
Luego de colocar el hotel, ella aconseja revisarlo al menos una vez a la semana para retirar telas de araña o nidos de hormigas en los agujeros o limpiar los boquetes de moho u hongos los cuales estos pueden afectar el crecimiento de las larvas.
Para alimentarlas, recomienda colocar plantas de flor amarilla: el tono que más las atrae. Entre las ornamentales que les sirven como alimento, están las begonias, el churristate, güitite, pavón amarillo; entre otras. Plantas de huertas que también funcionan son el tomate, orégano, juanilama, chan, hinijo, café, salvia y culantro.
Si vive cerca de árboles frutales, esto amplía las posibilidades de ayudarlas pues son fuente de alimentos todo árbol de cítricos. También los árboles de aguacates, mangos, guayabas, jocotes, papayas y nances; entre otros.
El jardín de las abuelas
De niña, a Morera la cuidaban sus abuelas Leonor Cambronero Jiménez y Carmen Valverde Serrano quienes se pasaban horas en sus jardines de tanto que amaban la naturaleza. Ella cuenta que la sensibilidad de sus abuelas le enseñó a descubrir los matices, ritmos y señales de las plantas. Ya adulta y convertida en mamá, ahora repite el mismo ciclo con sus hijas Mercedes, Lucía y su hijo Antonio.
“Yo trabajé por años en publicidad pero mi terapia siempre ha sido el jardín, andar descalza y sin guantes en contacto directo. De hecho, observar las abejas nunca fue lo principal pero hace como siete años vino una abeja de color verde muy brillante que siempre volaba al frente de mi cara. Como que me quería decir algo y fue poco después que descubrí la meliponicultura”, recordó.
La meliponicultura consiste en la cría y manejo de abejas sin aguijón y recibe este nombre porque sus abejas se clasifican taxonómicamente dentro de las Meliponini (Hymenoptera, Apoidea), que corresponde a uno de los muchos grupos de abejas nativas de América.
Después de leer y llevar cursos del tema, el asunto se volvió apasionante. Luego todo creció al ver un documental en National Geographic centrado en abejas solitarias y el profundo sufrimiento que soportan para hacer sus nidos.
“Me sensibilizó ver lo mucho que tenían que luchar por un hogar. Es como un ejemplo de lo que es en sí la vida. Una lucha que en mucho la dan las madres. Mientras buscan cómo anidar, ahí van polinizando y mantienen el planeta vivo. Si me ha costado mucho porque he hecho esto sola, mientras atiendo a mi familia por lo cual ha sido bien sacrificado”, mencionó.
Pero ella dice sentirse feliz con su emprendimiento por el cariño que les tiene a las abejas y su propia vocación de interesar a otros. Por eso, asegura, fuera de instruirse y hacer los hoteles para la venta, parte del tiempo que logra dedicar a Bee Green lo invierte en educar a niños y jóvenes con charlas en escuelas de Alajuela en donde reside con su familia.
“Descubrí que los adultos de 30 años y más no están sensibles a estas cosas. Tienen la cabeza en otras ideas. Algunas personas, ni sienten interés en aprender a cocinar o actividades recreativas fuera de las digitales. Pero los niños no, a ellos esto les encanta y les importa por eso hay que instruirlos. Ellos serán quienes nos sobrevivirán y está en nosotros enseñarles”, declaró.