Las ostras que son consumidas por muchos costarricenses en diferentes platillos tienen detrás la historia del trabajo de mujeres de la Isla de Chira, quienes garantizan el proceso de “siembra”, cuido y desarrollo del producto.
Su “granja” de ostras y “laboratorio” para estudiarlas está en Puerto Palito, una de las zonas más emblemáticas de esta isla del golfo de Nicoya.
Esta labor se inicia con la siembra de las “semillas” de este marisco, producidas y enviadas por un laboratorio de la Universidad Nacional (UNA) y que recogen en Punta Morales.
María Eugenia Fernández, una de estas trabajadoras, comparó esta labor con el cuido de bebés.
“Las traemos de un tamaño de 2,8 milímetros, las sembramos, a los ocho días hay que darles un cambio de bolsa o como decimos, un cambio de ropita, y las volvemos a poner en el mar. Eso es como un círculo, hay que llevarlas en panga a la tierra cada ocho días para hacerles limpieza, la selección de tamaño o tamizaje y así, hasta que alcancen la madurez”, manifestó.
El proyecto comenzó en 2012 con 23 mujeres, de las cuales solo quedan tres del grupo original. Una de ellas es doña María Eugenia y la otra es su hermana Shirley. Además está su amiga Guiselle Lorena Sequeira.
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Paso a paso
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Aquel 26 de junio del 2012, Fernández vio por primera vez las semillas de ostras. Asemejaban un puñito de arena blanca, su pensamiento fue: “¡Nos están vacilando!”.
Pese a su incredulidad, las sembró, y una semana después ya las vio con la forma de la concha y empezó a creer que sí era posible cultivarlas.
Desde entonces, tiene una rutina diaria que gira en torno a las ostras. Su jornada comienza a las 5 a.m., prepara su desayuno y a las 7 a. m. o 7:30 a.m. empieza sus labores en el mar. Algunos días trabaja hasta las 6 p.m., o hasta que las horas de luz le permitan.
Pero no se trata solo de sembrar y esperar a que crezcan. Hay procesos semanales. Por ejemplo, está el tamizaje o selección de tamaño. Es realizado en recipientes y luego las sacan por tallas, es decir, talla uno, talla dos y así sucesivamente hasta alcanzar la talla de madurez. Se les da tratamiento de agua dulce por 30 o 40 minutos, un poco de sol para fortalecer el músculo y la concha, En la tarde las regresan todas al mar.
Este delicado y laborioso proceso se lleva a cabo una vez a la semana cuando están muy pequeñas y siempre que vayan creciendo según lo esperado.
Fernández y sus compañeras deben revisar que las ostras no se ensucien, no se llenen de algas y no pierdan oxígeno, ya que podrían morir. La talla de venta de cada ostra se consigue cuando miden de seis centímetros y medio en adelante, proceso que puede tardar seis meses o un año. Aquellas que no lleguen a alcanzar la talla, se desechan.
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Producción
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En total, al mes siembran 80.000 ostras, de las cuales hay un aprovechamiento de entre un 30% y un 35%. Al mes, en temporada alta, se pueden vender 2.000 ostras a la semana y en temporada baja unas 700.
Además de estas tres mujeres, hay otras tres que les ayudan a limpiar ostras y tres hombres que colaboran en la parte más pesada del trabajo, es decir, reacomodar la línea en el mar donde se cultivan.
Para Fernández, la mejor forma de comer ostras es directo de la concha y por eso invita a los turistas a visitar Isla de Chira para que las saboreen. Allá se comen con chimichurri, limón o tabasco.