Podrán medir tres milímetros o menos, pero las “semillas” de ostra demandan dos toneladas diarias de alimento.
Esa producción está a cargo del Laboratorio de Fitoplancton de la Universidad Nacional (UNA), ubicado en la Estación de Biología Marina en Puntarenas.
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Dicho recinto está conectado a través de una tubería con el Laboratorio de Cultivo y Reproducción de Moluscos, donde yacen las “semillas”. Lo anterior facilita el suministro durante los tres ciclos diarios de alimentación.
“Ahora que ellos, en el otro laboratorio, han implementado nuevas tecnologías para potenciar el crecimiento de las ostras y eso nos ha disparado la demanda de alimento. En respuesta tuvimos que adaptar los tanques y ahora estamos trabajando con luz LED”, comentó Silvia Ramírez, técnica del Laboratorio de Fitoplancton.
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Actualmente, para solventar la demanda, la producción se va escalando de cepa a tres litros; luego a 30, 100 y 500 litros hasta dos toneladas.
Para lograr ese escalamiento, se va agregando agua de mar enriquecida con nutrientes (nitrógeno, fosfato, vitaminas y metales traza).
Para nutrirlas
Darle de comer a las ostras tiene su ciencia. Parte de la investigación realizada por Ramírez y sus colegas consiste en identificar las especies de microalgas que mayores nutrientes den a los moluscos para así ayudarlos durante su crecimiento.
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“Hemos venido desarrollando líneas de investigación en las que estamos intentado aislar microalgas que son similares a lo que las ostras encontrarían cuando estas salgan al medio.
”Ahorita estamos en el proceso de ensayo para ver si les gusta”, comentó Ramírez, quien también manifestó que las microalgas ricas en ácidos grasos parecen ser apetecidas por este molusco bivalvo.
Además, los investigadores están haciendo un perfil nutricional de cada tipo de microalga con el objeto de garantizar los requerimientos básicos de aminoácidos, carbohidratos y lípidos, entre otros, que pudieran necesitar las ostras.
Cepario
Este laboratorio resguarda una colección de 12 cepas de microalgas marinas.
Están almacenadas en el cepario, el cual se asemeja a una biblioteca con condiciones ambientales (como temperatura y humedad) controladas.
“Las cepas están disponibles para el uso de los investigadores y también con fines de docencia”, dijo Ramírez.