La historia comienza cuando a la clínica de la veterinaria Ana Estrada, en San Rafael de Heredia, llevaron un gato para que lo revisara y al examinar el oído encontró una masa (un nódulo). Al abrirla mediante cirugía encontró unos nemátodos (invertebrados conocidos popularmente como “gusanos redondos”), sin lograr identificar a qué especie correspondían.
Estrada llevó los nemátodos al Laboratorio de Parasitología de la Universidad Nacional (UNA). Ahí se realizaron los primeros análisis de apariencia (morfológicos) de estos invertebrados. Después, los profesionales de la UNA enviaron estos animales a la Universidad de Costa Rica (UCR), para someterlos a un análisis molecular que permitiría extraer el ADN, ver los genes y determinar con exactitud de qué especie se trataba.
Así fue como dieron con la noticia: ante sus ojos estaba una especie llamada Lagochilascaris minor. Este parásito es común en países de América Latina como Argentina, México, Uruguay y Brasil; sin embargo, nunca se había visto en Centroamérica. Se caracteriza por provocar masas nodulares en los felinos. Los resultados fueron publicados en la revista Veterinary Parasitology.
“Fue una gran sorpresa porque no se había reportado durante muchos años el L. minor en el país. Hubo un primer reporte hecho en un felino silvestre, específicamente en la laringe de un ocelote, pero nunca se pudo explicar la especie, solo se identificó el género. Nosotros, en cambio, logramos ambas cosas: identificar el género y la especie”, comentaron, en una entrevista con la UCR, Alicia Rojas y Alberto Solano, microbiólogos de la UCR que trabajaron en el hallazgo.
La historia no termina ahí. Un mes después, Estrada atendió a otro gato con una masa cercana al esófago en el tejido subcutáneo. Cuando hizo la cirugía, nuevamente observó una gran cantidad de nematodos en los nódulos que tenía el animal, pero esta vez le resultaron familiares.
Nuevamente envió los nemátodos a la UNA para hacer los análisis respectivos y de ahí el material se envió a la UCR. El resultado fue el mismo.
“Lo curioso aquí es que, en un periodo de dos meses, se reportaron casos que en tres décadas jamás se habían encontrado en Costa Rica”, subrayó Rojas.
Para los investigadores, encontrar estos nemátodos dos veces en un tiempo tan corto significa una sola cosa: el parásito circula en el país y probablemente hay más casos sin reportar.
Según Solano, esto conlleva el riesgo de que más gatos se contagien y que los seres humanos puedan contraer la infección, casos que rara vez ocurren pero cuya posibilidad existe.
“Esto enciende las alarmas de que el parásito está presente y que debe ser vigilado”, aseveró Solano.
“Lagochilascaris minor pertenece a una familia muy grande en la cual los adultos suelen encontrarse parasitando el intestino, y no tanto en masas y tejido subcutáneo como se encontró en esta ocasión. Ahí uno se pregunta si en la naturaleza habrá otro hospedador y se sospecha que los gatos domésticos no son el hospedador final ni natural del L. minor”, añadió.
Para Solano, existen algunas similitudes en el comportamiento de ambos felinos que podrían explicar cómo llegó a ellos. El primer indicio es que ambos gatos salían constantemente de sus casas. El segundo es que los dos solían pasear en los alrededores de la montaña y el tercero que existe la probabilidad de que cazaran algún animal.
Otro factor más llamó la atención de los investigadores. Por lo general, este parásito se ubica en el intestino de sus huéspedes, y no en el esófago ni en el oído, como en estos casos.
Verlo de cerca
Con la muestra de ADN procesada, se buscó afinar con más detalle la apariencia de los organismos. Ahí entra a trabajar el Instituto Tecnológico de Costa Rica (Tec), en cuyo Laboratorio Institucional de Microscopía se realizó la toma de fotografías en alta resolución, con un alcance visual muchísimo mayor que los microscopios convencionales.
Este fue el resultado. El parásito mostró tener tres labios con estructuras sensoriales y una cabeza en forma cónica muy particular.
La investigación deja preguntas abiertas que los científicos quisieran explorar. Por ejemplo, ¿cómo llegaron los nemátodos a esas regiones de los gatos? ¿Cómo es la circulación del parásito en Costa Rica? ¿Por qué se caracteriza?
“La falta de información sobre esta parasitosis, así como el daño que pueda hacerles a los animales y humanos, refuerza la necesidad de mayor investigación y conciencia en Costa Rica y Centroamérica”, cita el estudio en la revista científica.