El guardaparques esperaba en el pueblo de La Gamba, en Golfito, para encaminarnos por el río Bonito, a unos tres kilómetros de la entrada del Parque Nacional Piedras Blancas (PNPB).
Ese podría considerarse el primer sendero: un recorrido que cruza una y otra vez el cauce transparente del Bonito.
Hasta 1991, año de creación del parque, estas eran fincas ganaderas cuya recuperación dio paso a un bosque secundario, aunque se conservan parches de bosque primario del tipo tropical muy húmedo, donde habitan pumas, dantas, guatusas y saínos.
“El que hayan grandes depredadores, como jaguares o pumas, es buen síntoma de la salud del ecosistema”, dijo Julio Solano, administrador del PNPB.
Esas 14.000 hectáreas (ha) son bañadas por los ríos Bonito, Sardinal y Esquinas. Este desemboca en un manglar que conecta con el golfo Dulce; allí empiezan las 1.200 ha del área marina protegida.
Esa conexión entre tierra y mar es su característica más relevante. “Se ve como los ecosistemas están interconectados. En ese aspecto, este parque es muy completo: la zona montañosa protege las aguas que alimentan a los ríos que desembocan en el manglar y este a su vez lleva al mar. Digamos que se cierra un ciclo”, explicó Solano.
Allí se puede llegar a pie, en bicicleta o cabalgando. Ya en el parque, los cinco senderos –que van desde 1,5 kilómetros (km) hasta 13 km– deben caminarse.
El ingreso al sitio debe coordinarse con los guardaparques para que alguno le acompañe en el camino y así se eviten extravíos.
Los turistas pueden ir por el día o quedarse a acampar. No se cobra por la estadía, pero sí se debe reservar así como llevar los alimentos y una cocina de campamento.
“Aquí viene gente que le gusta la naturaleza y es aventurera”, dijo Solano y advirtió: “eso sí, debe tener una buena condición física y tener experiencia en montaña”.
La entrada al parque, por día, cuesta ¢800 para nacionales y $10 para extranjeros. Más información al teléfono: (506) 2775-2620.