El pez vela es de los más apetecidos por la pesca de turismo y deportiva, y además, su presencia es necesaria para el equilibrio de los ecosistemas marinos. Sin embargo, la abundancia con la que se ven en las costas del Pacífico costarricense no es tan grande como la que había hace unos años.
Esta es una de las conclusiones de un estudio desarrollado por científicos de la Federación Costarricense de Pesca (Fecop) y del Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza (Catie), quienes se dieron a la tarea de averiguar cómo están las poblaciones, cómo han cambiado y si hay factores que han hecho que aumenten o disminuyan.
Los resultados de estas pesquisas fueron publicados en la revista Frontiers in Marine Science.
“El turismo de pesca deportiva mueve al año unos ¢520 millones que impactan en el sector de la pesca deportiva, pero también en hotelería, restaurantes y mercados locales. Un estudio del ICT (Instituto Costarricense de Turismo) indicó que el 80% de quienes vienen a hacer pesca deportiva tienen como principal objetivo el pez vela”, aseveró Marina Marrari, directora ejecutiva de la Fecop y una de las investigadoras.
El pez vela está protegido, por tanto, quienes buscan hacer pesca deportiva pueden capturarlo, tomar fotografías, pero deben devolverlo vivo y cuanto antes al agua, para no generar impactos en la población de los peces. “Pero sí se genera un encadenamiento que beneficia la economía de las comunidades”, apuntó Marrari.
También hay restricciones, aunque menores, para la pesca comercial, es decir la que se hace para consumo humano. Dentro de las regulaciones está que desde 2009 se prohibió la exportación de este pez.
Además, se fijó un límite al porcentaje que puede capturarse de forma comercial; en 2014 se puso un tope del 15% y ese límite disminuyó, recientemente, al 10%. En otras palabras, de todo lo que se pesque comercialmente, solo el 10% puede ser pez vela. También se prohíbe el uso de carnada viva en las primeras 30 millas de la costa.
Conseguir datos donde no los hay
De antemano, los investigadores sabían que su primer obstáculo sería la carencia de datos a nivel nacional. Por ello, echaron mano de la llamada “ciencia ciudadana” y acudieron a quienes sí podían darles alguna información: los pescadores y quienes tienen empresas dedicadas al turismo deportivo en la costa pacífica.
“Buscamos fuentes alternativas de datos, con la comunidad. Ante la falta de datos oficiales pudimos generar una base de datos históricos que nos permitiera hacer análisis científicos sobre cómo estaba. Hay muchos centros de pesca o empresas turísticas y clubes que organizan registros de pesca y que llevan registros muy detallados”, destacó Marrari.
Los registros son realizados y almacenados por estas empresas o pescadores, que cada vez que salen al mar registran las fechas y horas de salida, las especies vistas, capturadas y liberadas. Algunas empresas tenían información acumulada de los últimos 25 años, lo que fue de gran utilidad en la construcción de la base de datos.
“Quienes tenían datos desde la década de 1990 hasta hoy nos permitieron ver las tendencias y saber qué estaba pasando, si había cambios en las poblaciones, si había estacionalidad. Así vimos que en el Pacífico sur y central y vimos que sí había una disminución en las abundancias a lo largo del tiempo”, indicó la investigadora.
Damián Martínez Fernández, director de Conservación y Política Pública de la Fecop, afirmó que estos peces son altamente migratorios y tienen una estacionalidad y que la población no siempre es la misma en todo el año. No obstante, pese a esto, se vieron bajas en todas las épocas.
“Hay peces que suben y bajan, incluso durante el día y la noche. El vela es un pez más costero, más superficial, entonces podría revelar lo que podría estar sucediendo a mayores profundidades con otras especies que normalmente no se ven”, señaló Martínez.
De acuerdo con el artículo científico, el análisis indicó que si se toma la época pico (de enero a abril), la abundancia de peces vela ha disminuido en el Pacífico sur, un 70,56% desde 2011, mientras que en el Pacífico central la reducción fue de un 88,26%.
“Evidenciamos que con una alianza con el sector, con los pescadores, sí se puede generar información robusta, que llegue a una revista científica seria. Sí se puede hacer buena ciencia ciudadana de ese tipo”, recalcó el científico.
También se tomaron estadísticas del Instituto Costarricense de Pesca y Acuicultura (Incopesca), en las que se indica que las operaciones de pesca comercial aumentaron un 108% entre 2010 y 2022.
“Esto no puede extrapolarse a toda la región. Son datos específicos para las zonas estudiadas, pero son una puerta de entrada para hacer los estudios que se tienen que hacer y que las decisiones de regulaciones se tomen con base en los mejores datos disponibles”, subrayó Marrari.
Buscar las razones
Una vez que se comprobó la disminución de las especies, los científicos se pusieron a analizar cuáles podrían ser las posibles razones.
Lo primero que buscaron fueron aspectos ambientales, como cambios en la temperatura del agua, o cambios en la reproducción o el Fenómeno El Niño. Luego, observaron los datos de Incopesca de las flotas comerciales.
“Observamos que la temperatura más cálida del agua estaba relacionada con una población de pez vela menor. También vimos que a medida que la abundancia registrada por la pesca turística y deportiva iba descendiendo, los desembarques reportados por la flota comercial iban aumentando”, especificó la investigadora.
Para Marrari y Martínez, estos datos permitirán tener fundamento para la toma de decisiones, pero también dan una razón para generar nuevos y mejores datos.
“En los futuros torneos de pesca se podría solicitar, para dar los permisos, que luego se dé información más detallada que nos pueda decir cómo están las poblaciones a partir de cuánto se observó, cuánto se pescó y liberó, cuánta gente había. Con datos básicos y bien ordenados se tendría una base de datos con solo la inscripción”, aseguró Martínez.
De acuerdo con Marrari, otros países de la región ya han reconocido la importancia de estas especies para la pesca turística y deportiva y para el desarrollo económico de las costas, y han implementado protecciones y reservan estas especies únicamente para la pesca de turismo y deporte.
Martínez indicó que esta metodología también podría ser utilizada para estudiar poblaciones de otras especies, como el atún.