Woods Hole, Massachusetts, EE. UU. Dentro de las diferentes especies del mundo animal, es común que el macho tenga un "canto de amor" para llamar a la hembra y así seducirla para procrear. Sin embargo, pocos son tan largos como los del pez guardiamarina (Porichthys notatus, familiar del pez sapo) cuyo canto dura una hora.
El pez guardimarina tiene dos especies diferentes de macho: las llamadas I y la II.
La I es la que tiene esta característica tan particular que genera curiosidad entre distintos biólogos, zoólogos e incluso veterinarios.
Las hembras siguen el canto de los machos I para poder llegar a los nidos, donde depositan sus huevos. Luego, estos huevos son fertilizados tanto por el tipo I como por el tipo II.
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Esta es precisamente una de las líneas de investigación de Lawrence Rome, científico del Centro Whitman en Estados Unidos y que todos los veranos llega al Laboratorio de Biología Marina en Massachusetts (MBL, por sus siglas en inglés) para desarrollar estudios paralelos.
En esta oportunidad, Rome y sus colaboradores se concentraron en algo específico: ¿cómo hace un pez para tener un llamado de amor tan largo y no morir en el intento? Estos científicos creen que la clave está detrás de un músculo específico que desarrolla un trabajo a simple vista agotador, pero que puede resolver sin ningún problema.
Lo primero que hicieron los investigadores fue medir la actividad muscular de este animal y detectaron ese supermúsculo que se contrae y expande 360.000 veces en una hora, es decir, unas 100 veces por segundo.
¿Cómo puede entonces este músculo descansar y recargarse? Tras comparar la actividad del pez guardimarina con su primo el pez sapo, Rome y su equipo vieron que los primeros liberan mucho menos calcio que los segundos durante su actividad "musical", y eso les permite tener la energía muscular para sostener su cántico durante una hora.
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Estos hallazgos fueron publicados en enero pasado en la revista Journal of General Physiology.
"Yo realmente soy un experto en músculos, no un experto en comportamiento, pero estudiar este músculo y ver cómo trabaja me permitió entender algo vital en el comportamiento de este pez", indicó Rome a la prensa durante un Programa de Periodismo Científico en Woods Hole, Massachusetts, del cual La Nación es parte.
¿De qué le sirve esto a la ciencia? Más allá de una curiosidad que es digna de compartirse, esto le permite a los biólogos evolucionistas ver cómo las especies han desarrollado habilidades para comunicarse, y entender los cambios de las cuerdas vocales y los oídos.
Los próximos trabajos de este científico se enfocarán en ver por qué la vejiga natatoria (estructura que ayuda a mejorar la capacidad de flote y nado) de peces de esta familia puede inflarse hasta tres veces más que en otros especímenes.
También seguirá estudiando las características de la musculatura de otros peces.
"De eso aún no hay respuestas porque apenas es algo que comenzamos a ver, pero sí me tiene muy emocionado estudiarlo", concluyó.