La cordillera de Talamanca, en cualquiera de sus accesos por el Caribe o el Pacífico, es una zona difícil de explorar.
Este es un paraje remoto, denso en su vegetación, quebrado en su terreno, con elevaciones que quitan el aliento y condiciones de tiempo que varían a su antojo, sin previo aviso.
Sin embargo, ese paisaje tan primitivo reúne características de precipitación y temperatura que, combinadas con esa rugosa geografía, propician microclimas para el desarrollo de especies únicas en el mundo, es decir, endémicas.
Allí, en las inmediaciones de los cerros Arbolado y Utym, los investigadores Daniel Jiménez y Eugenio García hallaron cinco especies de orquídeas miniatura que son nuevas para la ciencia, así como una más que resultó ser un nuevo registro para Costa Rica.
La colecta de las plantas, avalada por un permiso de investigación extendido por el Sistema Nacional de Áreas de Conservación (Sinac), se realizó durante una expedición con naturalistas suecos y holandeses, quienes se adentraron en la montaña desde la Reserva Biológica Dúrika, ubicada en Buenos Aires de Puntarenas.
A dos días de caminata desde el punto donde debieron dejar el vehículo doble tracción, los científicos hallaron esas seis orquídeas miniatura, cuya belleza y sofisticación crece a una elevación de entre 2.500 y 3.000 metros sobre el nivel del mar.
Para la identificación y descripción de las especies, contaron con la ayuda de Diego Bogarín, investigador del Jardín Botánico Lankester, de la Universidad de Costa Rica (UCR).
Jiménez y Bogarín aparecen como autores del estudio que dio a conocer este hallazgo y que fue publicado en la edición de julio de Orchids, revista científica de la Asociación Americana de Orquideología.
Belleza en miniatura. Las seis orquídeas pertenecen al género Lepanthes, caracterizado por sus plantas miniatura, altamente endémicas y con una distribución estrecha. En el país, este género cuenta con 120 especies.
“Las orquídeas miniatura necesitan condiciones específicas para desarrollarse. Son dependientes de bosques de roble en donde se forma un microhábitat y son flores que miden entre tres milímetros y un centímetro la más grande”, explicó Jiménez.
Así es Lepanthes garciae, una de las nuevas especies. Fue encontrada en bejucos de árboles que estaban a una elevación de entre 2.300 y 2.500 metros.
Esta planta epifita, que vive sobre otra planta, prefiere condiciones de sombra en bosques pluviales premontanos.
Fue nombrada en honor a Eugenio García. “Su apoyo ha sido fundamental para la comprensión de las complejas dinámicas biológicas del ecosistema que yace en la Reserva Biológica Dúrika”, justificaron los autores del estudio.
Lepanthes siboei, por su parte, es propia del bosque pluvial premontano. Se le halló relacionada a grupos de musgos, sin contacto directo con ramas de árboles.
Se encontró en sombra, a una elevación de 2.400 metros. No obstante, puede crecer en condiciones de luz directa.
Bautizada en honor al sitio donde fue encontrada, Lepanthes talamancana crece en bosques primarios del tipo pluvial montano.
Lepanthes utyumii fue recolectada a una elevación de 2.624 metros, en bosque primario. Estaba tanto en las ramas como en el tronco de los árboles, en condiciones de sombra.
La quinta de las orquídeas, Lepanthes durikaensis, solo crece sitios donde hay robles maduros, algo para lo que se requieren unos 100 años, por lo que esta orquídea en específico prefiere los bosques primarios.
Se le encontró en las ramas terminales de los robles y los investigadores suponen que esta especie podría estar presente en Panamá.
Aunque ya había sido descrita en 1986, en Chiriquí, Panamá, Lepanthes antilocapra es un nuevo reporte para Costa Rica. Fue localizada a 2.500 metros de altura, en bosque pluvial premontano.
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Conservación. Para García, este hallazgo se da gracias a que la Reserva Biológica Dúrika es un área cercana al Parque Internacional La Amistad (PILA), lo cual garantiza la protección de estos ecosistemas.
“Antes teníamos una fila que la llamábamos ‘la fila de las orquídeas miniatura’ que fue arrasada por un incendio forestal. La perdimos y quién sabe cuántas especies había ahí que ya nunca conoceremos”, lamentó García.
Las orquídeas Lepanthes son plantas muy especializadas; algunas especies crecen en un único árbol, y se relacionan con un hongo o insecto particular.
Por ejemplo, estas orquídeas son polinizadas por moscas o mosquitos. A este proceso se le conoce como seudocopulación.
Las flores tienen un apéndice que emite feromonas y su superficie refracta rayos ultravioleta que atraen al insecto.
La mosca o mosquito cree que copula con una hembra, pero, en realidad, la flor lo está usando para trasladar el polinio (semilla) al “ovario”, precisó Jiménez.
“Son especies de insectos específicas para cada zona. Así de delicada es toda esta red de relaciones”, agregó el investigador, para advertir de que, de llegar a faltar una pieza, se estaría interrumpiendo todo el proceso.
La destrucción del bosque, por deforestación o incendios forestales, repercute en este delicado equilibrio.
“Un bosque tarda años en recuperarse y no hay garantía de que lo haga completamente”, dijo García.
Ahora bien, la conservación de estos sitios también atrae a un turismo especializado de orquideólogos, como los suecos y holandeses que acompañaban a Jiménez y García cuando se dio el descubrimiento. “Son personas que vienen a ver orquídeas in situ . Son tan respetuosos que ni las tocan, con solo la foto, ya están contentos”, manifestó García.
“Tampoco es un turismo masivo, por lo que su impacto es mínimo y utiliza los recursos de las comunidades como hospedaje, alimentación, transporte y guías locales, lo que crea fuentes de ingreso a estas comunidades tan remotas”, añadió Jiménez.
Eso sí, los dos científicos ticos coincidieron en que el reto más bien está en frenar la extracción ilegal de orquídeas.