Washington. En medio de las casas típicas de los suburbios de Estados Unidos con el zacate cortado al milímetro, emerge una tendencia de volver a lo salvaje en jardines y plantar especies nativas, una forma de atraer polinizadores y estimular la biodiversidad.
Jim Nichols es un enfermero y masajista que vive en Takoma Park, a las afueras de Washington. En su jardín las plantas crecen libres y los espacios con césped son la excepción. Una placa lo certifica como un espacio que ayuda a la preservación de la vida salvaje.
"Yo estaba interesado en intentar crear un espacio para cuidar a los animales, un espacio seguro para ellos", dijo mirando a su jardín, un conjunto desestructurado que alberga muchas plantas nativas de la región y constituye un ecosistema que atrae insectos y pájaros.
A Jim le interesaba crear un espacio que de cobijo a diversas especies, como parte de su forma de concebir la jardinería "es muy importante intentar preservar los insectos", especialmente los polinizadores.
"Yo trato de trabajar con los insectos y no contra ellos", contó.
‘O lo ama, o piensa que está fuera de control’
A unas pocas cuadras en el mismo barrio vive Anna Burger, una empleada de un sindicado ahora jubilada que cada mañana se despierta con una sinfonía de cantos de pájaros.
A su jardín también acuden mariposas, ardillas y ocasionalmente ciervos que visitan la propiedad que ella ha mantenido buscando dar espacio a las plantas nativas.
"Nosotros sabíamos que poner químicos en el césped para que se viera más verde era un proceso inútil y que no era bueno para los niños que juegan ni para el medioambiente", contó a la AFP.
Anna y su marido compraron la casa en la década de 1990 y desde entonces intentan asegurarse de que siempre haya fuentes de agua y de comida.
"Los árboles no son los más coloridos pero tienes buenas bayas", dijo.
En este barrio progresista el movimiento que aboga por “asilvestrar” los jardines gana adeptos.
No hay definiciones precisas, pero el concepto de intervenir menos y celebrar que la naturaleza siga su curso comenzó a popularizarse con el libro Noah’s Garden (El jardín de Noé) publicado por Sara Stein en 1993, que se convirtió en un libro fundamental para el movimiento.
En el mismo barrio viven Irving y Gail, una pareja cuyo jardín se asemeja a un bosque que atrae a especies de pájaros como el cardenal norteño y la chara azul pero también a una población de mosquitos.
"La gente que viene o lo ama, o piensa que está fuera de control", contó Gail riendo.
Asilvestrar las ciudades
En la ciudad de Baltimore, a 60 unos kilómetros al norte de Washington, el biólogo Chris Swan estudia los ecosistemas en espacios urbanos de este puerto en decadencia donde abundan los terrenos baldíos.
Por un lado, "hay una tendencia de abandonar esta tradición estadounidense de podar el jardín y de tener un césped y dejar que la naturaleza siga su curso", contó este experto en ecología de la Universidad de Maryland.
Pero, "cuando algo supera los tres pies (90 cm), la gente se empieza a sentir incómoda", contó. "Les gusta que luzca prolijo", dijo.
Más allá de los suburbios acomodados, Swan explicó que asilvestrar paisajes urbanos puede tener efectos transformadores dentro de las ciudades.
Entre 2014 y 2018 Swan inició un experimento en los terrenos baldíos de la ciudad, donde casas abandonadas tuvieron que ser demolidas por seguridad. En esta ciudad menguante, hay unos 17.000 terrenos baldíos.
Allí el científico plantó especies nativas para ver su desempeño y pese a la pobreza del suelo contaminado por los escombros, junto a sus colegas quedó maravillado por las praderas que brotaron con especies de plantas como la echinacea purpurea.
Finalmente tuvo que abandonar el proyecto en los terrenos baldíos y ahora está centrado en su laboratorio al aire libre, pero Swan sigue entusiasmado por el potencial de las investigaciones.
"Cuando uno no poda hay más polinizadores y también más riqueza en términos de especies y de la diversidad de especies", explicó a la AFP desde el campus de la Universidad de Maryland.
Otra de las especie beneficiadas fue el ser humano.
Según un estudio publicado por la revista científica PNAS el año pasado después de un proyecto de vegetalizar lotes vacíos en Filadelfia, hubo una caída del 30% de la violencia por armas de fuego.
Otro estudio realizado en el 2018 por el Diario de la Asociación de Medicina Estadounidense reveló que los problemas de salud mental reportados por los propios pacientes bajaron en un 60% en comparación al grupo control.
“Estar cerca de estos espacios contribuye al bienestar de la comunidad”, concluyó Swan.