El Parque Nacional Isla del Coco y el Área Marina de Manejo del Bicentenario, dos zonas marinas de Costa Rica, de las más abundantes en biodiversidad, recibieron este viernes gigantescas ampliaciones respecto a sus áreas actuales con lo cual ahora más territorio oceánico y su riqueza quedan bajo protección estatal.
Será posible con la firma del decreto Nº43368-MINAE mediante el cual el Parque Nacional Isla del Coco pasa de un área de 2.034 kilómetros cuadrados (km²) a 54.844 km². Eso equivale en área a los 51.100 km² continentales que mide Costa Rica y más de 3.800 km² adicionales.
Además, el Área Marina de Manejo del Bicentenario crece de 9.649 km² a una extensión de 106.285 (casi 10 veces más).
El decreto lo suscribieron el presidente de la República, Carlos Alvarado, y la ministra de Ambiente y Energía, Andrea Meza. Con la rúbrica, los esquemas de protección para los mares del país pasan de 2,7% en la actualidad a casi 30% del total del territorio marino del país.
Esta normativa es una de las acciones que emprende el país para mitigar los efectos del cambio climático y representa un aporte costarricense a la llamada Coalición de Alta Ambición para la Naturaleza y las Personas. Esta es una alianza liderada por Costa Rica, Francia y Reino Unido, cuya meta es conservar el 30% de la superficie terrestre y marina para el 2030.
De acuerdo con la ministra, por muchos años los recursos marinos y costeros se han percibido únicamente desde una perspectiva de extracción, sin otorgarles el verdadero valor que tienen para la productividad, la resiliencia y, en general, la sostenibilidad de los medios de vida en las comunidades costeras.
Costa Rica está conformada por 92% de territorio marino y 8% de territorio continental.
“Tenemos una enorme riqueza marina de incalculable valor. Ante los embates del cambio climático, el océano lleva una fuerte carga, por cuanto 90% del calentamiento global es absorbido por nuestros mares”, explicó Cynthia Barzuna Gutiérrez, viceministra de Agua y Mares.
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Por su localización en el planeta, Costa Rica tiene una posición estratégica con océanos de tipo tropical, lo cual implica una gran variedad de especies de flora y fauna pero también altamente vulnerables al cambio climático, indicó. Por ejemplo, la isla del Coco alberga 1.688 especies de fauna marina, de las cuales 47% son endémicas.
“Para poder proteger estos impactos, debemos procurar océanos sanos, resilientes y que puedan adaptarse a los efectos de dichos impactos. Crear áreas marinas protegidas beneficia la producción de biomasa, la protección de especies, así como la seguridad alimentaria para generaciones actuales y futuras”, añadió la funcionaria.
Aumentar la extensión de áreas marinas protegidas mejora la recuperación de especies de interés pesquero para el país por el llamado “efecto rebose”, el cual ocurre cuando la abundancia de peces aumenta dentro de un área protegida hace que estas se muevan hacia lugares adyacentes debido a la competencia por los recursos. Ahí es cuando pueden ser pescadas para consumo, pero sin sobreexplotación.
Específicamente, los montes submarinos donde se encuentra la isla del Coco presentan condiciones oceanográficas y topográficas que promueven el transporte y la circulación de nutrientes favoreciendo así la productividad, la biomasa y la diversidad, condiciones que atraen especies pelágicas (las que viven en aguas medias o cerca de la superficie) altamente migratorias.
Ejemplo para el mundo
En la firma del decreto, en el Museo Nacional de Costa Rica, participó el diplomático de Fiyi, Peter Thomson, enviado especial del secretario general de las Naciones Unidas para el Océano quien expresó un profundo agradecimiento y admiración por esta decisión.
“Quiero ser claro que vine porque Costa Rica ha sido un líder internacional en trabajo ambiental bien hecho. Cuando me pidieron venir, acepté con alegría y quiero reconocer que, en un mundo con problemas como el nuestro, tenemos la gran suerte de tener naciones como Costa Rica haciendo su aporte”, expresó Thomson en entrevista exclusiva con La Nación.
Explicó que la vida oceánica está en declive por la sobrepesca, el calentamiento global, las emisiones de gases que cambian la acidez del océano y también mucha destrucción en proceso debido a múltiples formas de contaminación. Para el enviado de la ONU, no puede haber un mundo saludable sin océanos sanos.
Para el diplomático, ya no es posible seguir con una explotación lineal de los recursos naturales por lo cual mantiene la esperanza de un cambio que las nuevas generaciones liderarán aún y cuando admite que el reto y la responsabilidad son enormes.
“Costa Rica me recuerda mucho a mi hogar en Fiyi por la temperatura y la vegetación que son muy parecidas. Todas son personas muy agradables y amables. Es como venir a casa y razón para sentir esperanza. Vivir en un mundo de esperanza, es lo que debemos hacer y siempre hacer lo correcto. Ese es mi mensaje para individuos, comunidades, países, regiones y demás. No perdamos la esperanza en las Naciones Unidas. Crean en el multilateralismo. Es lento y frustrante, pero les aseguro que sirve y es lo mejor que tenemos para lograr acuerdos y sacar adelante al mundo”, declaró.