Han pasado más de 100 años desde el catastrófico hundimiento del Titanic. No obstante, lejos de disminuir, los misterios y las incógnitas que envuelven este popular naufragio no han hecho más que aparecer.
Tal es la curiosidad que despierta que, durante muchos años, el navío británico que encontró su final en las heladas aguas del Atlántico Norte se ha convertido en un enigmático e indescifrable objeto de estudio por parte de investigadores y organizaciones privadas, quienes han luchado incansablemente por develar los misterios que, aparentemente, se esconden en su interior e, incluso, a su alrededor.
Paul Henry Nargeolet es, quizás, uno de los investigadores que más expediciones marinas ha guiado. Por más de dos décadas, ha tratado de dar respuesta a una incógnita que él mismo desenterró de entre las profundidades de las aguas: se trata, nada más y nada menos, que de un extraño “bip, bip, bip” que se escuchó en el lugar donde el RMS Titanic naufragó en la noche del 14 al 15 de abril de 1912. El sonido fue descubierto durante uno de sus viajes, en 1998.
Desde otro naufragio hasta una característica biológica o un factor completamente nuevo, son tan innumerables como variadas las causas que se le habían atribuido al peculiar sonido que, hasta hace poco, se mostraba irresoluble ante los esfuerzos de los investigadores.
Fue precisamente Paul Henry Nargolet -perteneciente a la organización OceanGate Expedition- quien, más de dos décadas después del insólito descubrimiento, se encargó de encontrar una respuesta que, más allá de resolver un misterio, abrió espacio para nuevas preguntas.
Aunque fueron incalculables las teorías que se barajaron para dar una explicación al sonido, sin duda, nadie imaginó que la causa fuese un arrecife de aguas profundas con amplia variedad de vida marina que se encontraba a unos 2.900 metros por debajo de la superficie, según informó el portal Science Alert.
Los enigmáticos sonidos son producidos por las numerosas especies que se apoderaron del que fue el navío más importante de su época. De acuerdo con el portal web de divulgación National Geographic, los arrecifes de coral suelen producir crujidos, chillidos y burbujeos característicos que indican qué tan sanos están.
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Esta investigación, que fue financiada por OceanGate Expedition, contó con la participación de ocho científicos entre los que se encontraban biólogos marinos, arqueólogos marítimos y especialistas en cartografía de GIS -un sistema de información geográfica- y, por supuesto, despertó la fascinación de los expertos.
¿Qué viene tras el descubrimiento?
Aunque sorprendente, el histórico descubrimiento no quedará allí: tras un exhaustivo análisis de las imágenes recuperadas durante la expedición, el equipo explorará diversas vías de investigación para, posteriormente, compartir sus hallazgos con otros científicos. ¿El objetivo? Ampliar el conocimiento que se tiene de la vida marina profunda.
Muestras de agua que serán sometidas a pruebas de ADN, estudios acerca de la concentración de organismos y la composición del ecosistema general, serán algunas de las líneas de investigación que abordarán los científicos entre mayo y junio de 2023.
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