Más de 95 millones de mujeres están fuera de sus países en busca de nuevas oportunidades, cifra que representa prácticamente la mitad de los 200 millones de migrantes del mundo.
Así lo divulgó el Informe del Estado de la Población Mundial 2006, que se da a conocer hoy por el Fondo de Población de las Naciones Unidas (Unfpa).
La mayoría de las mujeres migrantes se desempeña en labores domésticas. De hecho, el 60% de la que viajan como empleadas son madres, entre los 20 y 40 años, quienes abandonan sus hogares.
Otro buen número labora como mucamas, camareras, trabajadoras del campo, de la industria o cuidadoras de enfermos, ancianos y niños.
El trabajo de las mujeres es un ingreso poderoso para muchos países, sobre todo de las regiones más pobres del planeta.
El estudio destacó que las remesas constituyen el principal sustento para la educación, salud y la alimentación de sus hijos, entre otros familiares.
El envío de dinero de los migrantes a sus países de origen (remesas) sumó $232.000 millones, de los cuales $167.000 millones llegaron a países pobres en el 2005.
Aunque hay pocos datos sobre cuánto de ese dinero lo enviaron mujeres migrantes, el informe señala algunos ejemplos.
En 1999, las mujeres ganaron el 62% de los más de $1.000 millones enviados por migrantes a Sri Lanka (isla al sur de India).
En Filipinas, ellas aportaron una tercera parte de los $6.000 millones que entraron a ese país.
Patricia Leidl, experta de la Unfpa, destacó que las remesas se utilizan principalmente para mantener la educación, salud y comida de sus hijos.
“Los hombres migrantes envían dinero tradicionalmente para comprar propiedades o, en lugar de efectivo, mandan artículos como televisores”, diferenció la investigadora, quien trabaja en la sede de la Unfpa, en Nueva York.
“Las mujeres migrantes representan un verdadero alivio de la pobreza”, insistió la experta.
En riesgo. El informe también recalcó que hay una serie de riesgos y problemas para los migrantes que deben atender los gobiernos.
En el caso de las mujeres, Leidl indicó que la mayoría obtiene trabajo como empleadas domésticas, en horarios de hasta 19 horas diarias y con malos salarios.
Además, muchas veces obtienen visados temporales gestionados por sus empleadores, por lo que deben soportar abusos.
Según la investigadora, un gran número son despojadas de sus pasaportes por sus patronos.
Además, algunas pierden contacto con la sociedad porque no pueden salir de sus lugares de trabajo y no tienen derecho a buscar nuevas oportunidades.
También se arriesgan a ser explotadas en actividades sexuales.
Muchas son víctimas de la trata o comercio de personas para explotarlas en el trabajo o en actividades lucrativas de índole sexual.
María José Alcalá, una de las autora del informe, afirmó que la mujer migrante se puede identificar en dos grandes grupos: las empleadas domésticas y las que son víctimas de la trata de personas.
“Las mujeres están expuestas a abusos físicos, mala nutrición y hasta no les permiten hablar con nadie”, manifestó Alcalá.
Fuga de cerebros. Patricia Leidl quitó ciertos mitos sobre la migración porque no solo personas pobres y de poca escolaridad viajan a otros naciones.
La experta lamentó que exista una fuerte fuga de enfermeras, maestras y trabajadoras sociales de los países en desarrollo
Ellas migran a naciones desarrolladas donde donde se ocupan más de estas profesionales porque hay muchos ancianos.