Tras más de una década de trabajo silencioso, el artista Néstor Zeledón Guzmán, premio Magón de 1992, tiene resguardado en su taller un enorme tesoro artístico listo para exponerse: 56 esculturas talladas en madera, de entre dos y cinco metros de altura, completamente inéditas.
Este hombre de 75 años, que le ha dedicado su vida a la escultura, la pintura, el dibujo y hasta el cuento, se propuso en 1996 trabajar intensamente durante una década para crear una gran exhibición que en el 2006 le sirviera para conmemorar sus 50 años de exponer profesionalmente en el país.
El año pasado, él tuvo 54 obras inéditas terminadas para la muestra. Sin embargo, no encontró un museo ni una galería donde exponer, ya que requiere un espacio grande y muy alto.
“El único lugar donde puedo exponer es el Museo de Arte Costarricense (MAC), ya que tiene la suficiente altura para exponer mis esculturas más grandes. No obstante, no se pudo hacer allí por problemas con la instalación eléctrica”, le explicó a La Nación este artista que ha ganado tres veces el Premio Aquiles J. Echeverría.
De hecho, Zeledón efectuó su última exposición escultórica individual hace 15 años y fue precisamente en el MAC.
Este tropiezo no lo desmotivó para nada; incluso ya tiene dos esculturas más. “No tengo prisa por exponer. Yo sigo trabajando y cuando pueda exponer posiblemente tendré unas 100 obras inéditas”, comentó con buen humor.
Vistazo a lo inédito. La Nación pudo hurgar en el taller de Zeledón en Barva de Heredia y halló un espacio repleto de esculturas, en que dominan las temáticas de lo social y de la mujer.
“Sigo la misma línea de mi trabajo que es expresionista, en que el escultor se permite exagerar ciertas formas en función de la expresión de la obra. También sigo con la misma búsqueda, que es la perfección. Cada obra es la mejor en el sentido en que reúne toda mi experiencia y todo lo que he conocido”, afirma Zeledón, quien nació en Goicoechea.
En su taller se ve desde una estela de cinco metros, en que fuertes manos pelean por subir hasta que una logra su objetivo, hasta una esfera de unos dos metros de diámetro llamada Armonía y caos tallada con cuerpos humanos en todas las posiciones.
Del techo cuelga Aire , talla de una mujer desnuda que vuela con el viento. Sobre el piso se encuentra Tierra , otra mujer que toca con sus manos el polvo. A un lado de ella, otra figura femenina se cubre el rostro y desesperada se pregunta eternamente porqué.
En un mezanine del taller, un viejito esculpido en madera blancuzca conmueve con su soledad. Su título es El ermitaño .
Sobresalen gestos de desesperación, abandono, tragedia y muerte; aunque también se encuentran piezas que transmiten algo de paz y de melancolía.
¿Por qué es una obra tan desgarrada? El escultor respondió: “Soy sensible a los acontecimientos mundiales. El mundo es así de desgarrado. El arte no es un vehículo para exaltar la belleza sino para la verdad; por ello es que el mundo caótico se convierte en la temática de mi arte junto a las mujeres, a las que he amado y tratado de entender en mi vida”.
No vende nada. Zeledón tiene tantas obras que hace unos años compró la propiedad junto a su taller para tener una galería privada que solo muestra a amigos y algunos visitantes.
Uno de los espacios más interesantes de esa galería es “La sala de los horrores”, en que exhibe trabajos con rostros monstruosos y una maternidad llena de dolor.
Este escultor tiene tantas obras acumuladas debido a que se niega a vender sus trabajos.
“La comercialización es el peor enemigo del artista. No estoy dispuesto a darle gusto a la clase compradora. Además, no creo que alguien quiera tener los monstruos que yo hago. Yo espero que todo esto se quede aquí y cuando yo me convierta en angelito esto sea un museo”, aseguró.
Él vive de su pensión como profesor de la Universidad de Costa Rica y la Universidad Nacional. “No tengo gustos caros ni lujos. Vivo solo con mis pensamientos”, manifestó.