La protección de los delfines y ballenas en nuestros océanos se está convirtiendo en un buen negocio para Costa Rica.
Por un lado, nos legitima como un país que conserva su naturaleza, y por otro, produce ganancias económicas a las poblaciones costeras más pobres del país pues las personas se transforman de pescadores a empresarios turísticos.
Un análisis realizado por la fundación ambientalista Promar reveló que solo entre el 2006 y el 2007 el turismo para observar estos animales marinos en aguas nacionales generó $5,32 millones (¢2.776 millones), 42 veces más que en 1990, cuando se inició esta actividad aquí con solo tres operadores turísticos y producía menos de $15.000 al año.
Según el estudio, solo en el período estudiado (2006-2007) más de 77.000 personas –tanto nacionales como extranjeras– se embarcaron en aguas ticas (en ambos litorales) para observar estos cetáceos. Treinta operadores turísticos en 13 comunidades les ofrecen este servicio.
Entre los sitios más beneficiados por la observación de cetáceos destacan Quepos –con un ingreso de $1,5 millones al año– y El Coco –que percibió $1 millón por este turismo en el 2006-2007–.
En la lista de favorecidos también figuran las comunidades de Ballena, Sierpe y Drake (en Osa), con ingresos que ascienden a los $600.000 en un año.
Sitio único. No es casualidad que el turismo para ver delfines y ballenas sea tan productivo aquí. En el país pueden observarse 29 de las 85 especies de cetáceos que hay en el mundo, es decir, un 34%. La mayoría de los cetáceos se desplazan por el océano Pacífico, pero también pueden verse en el Caribe.
Según el biólogo marino Damián Martínez, de la Fundación Keto , los delfines manchados ( Stenella attenuata ) son los que más se ven en toda la costa nacional y se reconocen porque su cuerpo está cubierto de manchas blancas.
La segunda especie de cetáceos más vista es el delfín nariz de botella ( Tursiops truncatus ), que se ve en marzo y abril en el Pacífico sur y en junio y agosto en el norte.
De las ballenas, la jorobada ( Megaptera novaeangliae ) es la que más se aprecia en el país –sobre todo en las cercanías de isla del Caño y bahía Cuajiniquil– en períodos secos, especialmente diciembre y febrero. En invierno son visibles en julio y setiembre.
Esta ballena mide hasta 17 metros de largo y pesa 30 toneladas.
También está la falsa orca ( Pseudorca crassidens ), que mide hasta seis metros de largo y pesa hasta 2,2 toneladas. Durante la época seca –diciembre y febrero– es cuando más se ven en la isla del Caño y en el manglar Térraba-Sierpe.
“Estos datos son muy positivos y nos reflejan que aquí se ha estado haciendo lo correcto. Costa Rica es ejemplo mundial. Nosotros tenemos un reglamento para la observación de cetáceos de manera respetuosa y no invasiva desde el 2005 y, además, el año pasado declaramos nuestra área económica exclusiva como santuario de delfines y ballenas”, destacó Roberto Dobles, jerarca del Ministerio de Ambiente y Energía (Minae).
“Ahora nos queda pendiente mejorar nuestra legislación de pesca para mejorar la protección de estos y otros animales”, reconoció.
“La publicación de este estudio de uso no letal de cetáceos se presentará la próxima semana en la reunión de la Comisión Ballenera Internacional (CBI) en Chile, en que Costa Rica integra una coalición de 11 países latinoamericanos que impulsan la protección de las ballenas y el cese de la matanza con fines científicos”, dijo Marcela Vargas, de la Sociedad Mundial para la Protección Animal (WSPA), que financió este estudio.