La Hacienda El Viejo, en Filadelfia de Carrillo, Guanacaste, se convirtió en patrimonio histórico y arquitectónico de Costa Rica desde este 23 de julio. La declaratoria incluye la casona, el trapiche y el corral del inmueble, que hoy funciona como un centro turístico.
“La casona, su trapiche y corral conforman un tejido histórico en el cual confluyen las conexiones con otros espacios del entorno, por tanto, son elementos que definen el paisaje, lo caracterizan e identifican. Asimismo, son portadores de historias de vida cuyas experiencias se vinculan con los procesos históricos, económicos y culturales de Guanacaste y el país”, argumenta el estudio que fundamentó la declaratoria.
Este reconocimiento se dio en el marco de la conmemoración del 199 aniversario de la Anexión del Partido de Nicoya a Costa Rica.
“Conservar la memoria viva presente en las últimas casonas de las antiguas haciendas de Guanacaste, tanto como su materialidad de edificación vernácula y centenaria, tiene un enorme peso histórico y valor cultural, no solo para los guanacastecos, sino para todos los y las costarricenses”, señaló Sully López, directora del Centro de Investigación y Conservación del Patrimonio Cultural (CICPC).
Los propios dueños del proyecto fueron quienes buscaron la declaratoria, con la idea de ayudar a preservar la riqueza cultural y arquitectónica.
“Ahora la Casona El Viejo se convierte en un símbolo tangible de nuestra identidad como provincia: una ventana hacia nuestras raíces y un puente que nos conecta con las generaciones pasadas. La declaratoria es un compromiso firme para preservar nuestra historia y legado para las generaciones venideras, expresó Alfonso Gómez Jenkins, vicepresidente de Wild Wetlands Hacienda El Viejo S. A.
Según Gómez, será un lugar de aprendizaje, de inspiración y unión para los guanacastecos, pero también para los turistas que deseen sumergirse en la rica herencia cultural.
Más de un siglo de historia
De acuerdo con la investigación histórica y arquitectónica previa a la declaratoria, esta hacienda tiene sus orígenes en la Cofradía de Nuestra Señora de la Limpia Concepción y El Viejo, cuya existencia se remonta a la época colonial.
En la segunda parte del siglo XX, la hacienda ganadera típica de la Colonia, se fue transformando para dar paso a la consolidación de un ingenio azucarero como actividad económica principal, a la que hace unos años se unió la empresa de desarrollo turístico.
De la casona hay registros desde 1919, por lo que se asume que pudo ser construida años antes.
Como parte de las adaptaciones para convertir el sitio en atractivo turístico, la casona fue restaurada entre 2007 y 2008. Se respetó su estilo vernáculo heredado de las grandes haciendas ganaderas coloniales e incluso aún conserva en su parte frontal el cerco original de piedra de aquella época.
Así lo confirma el octogenario boyero Elian Cascante, vecino de Ortega y antiguo trabajador de la Hacienda El Viejo.
“La casona de hoy es prácticamente la misma, lo único que se hizo fue sustituirle alguna madera”, ratificó la historiadora María Soledad Hernández, una de las encargadas del estudio.
El trapiche y el corral se reconstruyeron en el mismo lugar donde originalmente estuvieron para ser incorporados a la oferta turística. Según el estudio para su declaratoria, “se trata de espacios de memoria, testimoniales, donde se desarrollaron actividades propias de la hacienda ganadera de entonces, y que hoy día cumplen una función turística y cultural”, por lo cual, también se estimó necesaria su conservación.
El trapiche de la Hacienda El Viejo es parte de su paisaje cultural, por tanto, merece su registro oportuno, reconocimiento y valoración. En la actualidad, se conserva la maza o muela de hierro para exprimir la caña de azúcar, así como las pailas para hervir el dulce.
“El trapiche hoy día es un testimonio material de lo que fuera la incipiente proto industria azucarera en la provincia de Guanacaste, que tiene, además, el mérito de ser el antecedente directo del desarrollo empresarial del actual Ingenio El Viejo, uno de los mayores productores de caña de azúcar a nivel nacional en la actualidad”, cita el estudio de la declaratoria.
El corral fue reconstruido en el mismo sitio que ocupó en el pasado. Originalmente, su perímetro era de madera y en la actualidad es de piedra sin mortero, denominado “muros de piedra seca”. Según el informe de declaratoria, de los espacios que conforman el corral, únicamente se reconoce valor testimonial a los 1.090 m² definidos por este perímetro de piedra.
Belleza arquitectónica
La casona es de madera y está compuesta de dos pisos. Allí se localizaban los espacios que eran dominio del patrón para la administración de la hacienda, así como las habitaciones privadas para su familia y allegados en el segundo piso. El primer piso consta de un salón sin divisiones, abierto, reminiscencia de su condición original como casona de hacienda.
Las puertas, cierres laterales y pisos son de tablones de madera aserrada, cepillada y unida con clavo industrial. Un petatillo o ventila de rejilla en las partes altas de las paredes, posibilita el paso de la ventilación cruzada en las habitaciones, tanto en el primer como en el segundo nivel.
“La casona, construida bajo los parámetros y la estilística de una arquitectura vernácula de fines del XIX y principios de siglo XX, testimonia un estilo constructivo autóctono, con predominancia de maderas duras, resistentes al clima de su entorno húmedo y caluroso”, estimó Hernández.
La arquitecta Ileana Vives, quien fue la contraparte de este estudio, planteó que el empleo del sistema constructivo, tipo balloon frame, así como de los materiales, principalmente madera y teja cocida al horno, constituyen la estética del proyecto. No existe el ornamento añadido.
“La función se antepone a la forma, por lo tanto, es una arquitectura fundamentalmente utilitaria, que responde a ese principio ordenador. Es el inmueble mismo en su propia esencialidad formal y estilística, la que le proporciona su particular expresión arquitectónica”, concluyó la arquitecta.