Las tierras de San Ramón de Alajuela resguardan dos aldeas precolombinas y varios caseríos que han sido foco de investigación de arqueólogos de la Universidad de Costa Rica (UCR) y otros centros de estudio internacionales desde 2007. Hoy, más de 15 años después, dos libros recopilan lo encontrado ahí.
Los terrenos donde se hicieron los trabajos abarcan una extensión de 110 kilómetros cuadrados, en los que se encuentran el centro del cantón, Piedades Norte, Piedades Sur, Los Ángeles Norte, Los Ángeles Sur, San Juan, Volio y parte de Santiago.
“Hicimos una prospección durante 2007 y con esa prospección logramos reconstruir cómo habían surgido las sociedades indígenas en época precolombina en esas zonas y cómo fueron cambiando en términos sociopolíticos.
“Comenzaron como bandas de cazadores y recolectores, luego aldeas y finalmente una sociedad cacical en la época previa a la conquista española“, expresó el arqueólogo Mauricio Murillo Herrera, coordinador de la investigación, y quien escribió ambos libros, el último de ellos, recién publicado, en coautoría con su colega Felipe Sol Castillo.
Se sabe que alrededor del año 1000 y el 300 antes de Cristo ya había habitantes en esa zona. Hacia el año 300 de nuestra era empiezan a surgir los primeros caseríos y aldeas. El sistema cacical surge entre los años 900 y 1000.
“Lo curioso es que en esta zona se encontraron dos aldeas que tienen, lo que los arqueólogos definimos para el sur de América Central, como una arquitectura monumental”, añadió.
Estas aldeas se llaman Volio y Barranca. En Barranca había más estructuras de este tipo de arquitectura monumental que en Volio.
En Barranca, la arquitectura comenzó a partir del año 900 de nuestra era, pero se desconoce hasta cuándo llegó, pero de acuerdo con Murillo, podría ser hasta el año 1200, aproximadamente.
Cuando se escucha “arquitectura monumental”, lo primero que puede venir a la mente es el sitio Guayabo, en Turrialba. En San Ramón se vio ese mismo tipo de arquitectura, pero a una escala más pequeña..
“Lo interesante es que estas aldeas no fueron ni de primero ni de segundo orden político, lo cual es muy extraño en el contexto de la arqueología mundial. Se suelen asociar las aldeas con arquitectura monumental con centros políticos o con centros poblacionales, pero estas aldeas no eran ni una ni la otra”, destacó.
Con esta prospección regional se publicó un primer libro en 2011. Este fue su proyecto de tesis de doctorado, que realizó en la Universidad de Pittsburgh, Pennsylvania, EE. UU.
La vida en las aldeas
Es mucho lo que se desconoce de la Costa Rica precolombina de San Ramón, pero años de estudio le han dado a Murillo varias nociones.
“Se conoce muchísimo más ahora que hace 50 años”, aseguró.
Los esfuerzos se concentraron principalmente en Barranca, por todo su despliegue de arquitectura patrimonial. Los investigadores intentaron determinar si al no ser ni centro político ni de población, podría más bien haber sido un centro ceremonial.
“Lo que logramos conocer es que tampoco fue un centro ceremonial. Simplemente los pobladores de esa aldea, dentro del sistema regional, se diferenciaron de los pobladores de las otras aldeas a partir del uso de este tipo de arquitectura; se mantuvo relativamente distante de las otras aldeas. Una hipótesis de trabajo para el futuro es que pudo haberse dado cierto nivel de conflicto”, afirmó el arqueólogo.
Posiblemente este no fue el único uso de la arquitectura monumental. A lo interno de la aldea también sirvió como diferenciador social. Los líderes vivían en casas más altas y más grandes que el resto. La diferenciación era a través de medios principalmente simbólicos, porque no encontraron distinción en términos de riqueza, como más posesiones o de bienes de difícil adquisición.
“Todas las personas en Barranca tenían acceso a las mismas cosas, incluyendo a los que vivían en la casa más grande y más alta, pero también en las más bajas y pequeñas. Por ejemplo, un marcador de prestigio que se ve en arqueología son los bienes que proceden de otras regiones.
“En el caso de esta zona de Costa Rica, se considera que la cerámica policromada de Guanacaste es un bien de prestigio y fue utilizada para actividades más de tipo rituales que cotidianas”, destacó.
La presencia de cerámica de Guanacaste en todo San Ramón fue inferior a un 1%, pero estaba presente por igual en todas las casas. En lo visto en San Ramón no hay casas que tengan más cerámica guanacasteca que otras. Pero fueron objetos de mucho uso. Se encontró que estaban “altamente gastados y que fueron expuestos al fuego”.
“Estos son elementos que nos dicen que el estilo de vida era más igualitario. Nos habla de un tipo de sociedad donde la acumulación de riqueza no fue un tipo de control político; la diferenciación social era más simbólica, como lo arquitectónico”, resumió Murillo.
También se vio que al lado de la casa más alta y más grande, había una plaza para actividades comunales.
Pese a su escala tan pequeña y a su igualdad, había líderes y reglas.
“Estamos hablando de sociedades con un estilo de vida muy distinto de los cazadores y recolectores y muy distintas también a sociedades estatales. Aldeas autónomas invierten en este tipo de manifestación arquitectónica sin necesidad de que fueran a ser Estado; muchas iban encaminadas hacia cacicazgo. Si los españoles no hubieran llegado, podría seguir existiendo cacicazgos en lo que hoy es Costa Rica, el Estado no necesariamente la culminación de todo”, recalcó.
En el trabajo de campo se encontraron materiales tanto de uso cotidiano, como relacionadas a ajuar de muertos.
El trabajo
Cuando Murillo comenzó la investigación ya se habían hecho investigaciones arqueológicas desde la década de 1970. Entonces ya tenía conocimiento del sitio Barranca, pero había muchísimo por explorar.
Dar con estas conclusiones no fue fácil. La concepción del estudio se remonta a 2005, cuando comenzó a diseñar la propuesta y a buscar patrocinios. Como su doctorado era en una universidad estadounidense pudo concursar por fondos de aquel país y los consiguió, pero también, para etapas posteriores, tuvo apoyo de la UCR, donde a la fecha se mantiene como profesor e investigador.
Una vez cumplida esa etapa, para comenzar el trabajo de campo tuvo que irse a vivir a San Ramón durante un año y buscar personas que se comprometieran a trabajar con él todo ese año.
Además, debió pedir permisos, casa por casa, terreno por terreno, para poder acceder al mapeo de la zona.
“Yo pasé más tiempo hablando con la gente, pidiendo permisos y explicando lo que hacía que prospectando (haciendo el trabajo de campo en tierra). La gente de la zona se portó muy bien, muy amable. En el 99% de los casos nos dejaron pasar”, recordó.
Varios estudiantes y arqueólogos estuvieron involucrados en las diferentes etapas.
“Un reto interesante fue enmarcar la investigación más allá del interés de la gente de San Ramón y de los costarricenses y enmarcarlo en el contexto de la discusión del desarrollo humano, social y político mundial”, reconoció.
Los resultados de esa investigación hoy se encuentran publicados en dos libros disponibles en el Center for Comparative Archaeology de la Universidad de Pittsburgh
A futuro
Aunque la investigación en esta zona ya está concluida, todavía hay trabajo pendiente. Un ejemplo es tener libros de difusión popular del pasado precolombino en San Ramón, porque los dos libros anteriores han sido de carácter académico.
Además, hay otras muchas zonas del país que merecen ser estudiadas. Y quieren ejecutar proyectos similares en otras áreas del país, pero aún están definiendo dónde.
“Nuestro país es sumamente rico, todavía nos falta mucho por conocer. Necesitamos este tipo de datos, con la misma calidad de los obtenidos en San Ramón, en otras zonas para poder comparar”, concluyó Murillo.