Si las tendencias y los hábitos continúan junto con la falta de políticas públicas para contener el crecimiento del sobrepeso y la obesidad, el 94,3% de los costarricenses podría tener sobrepeso para 2060.
De ser así, los costos médicos para atender las consecuencias podrían llegar a $1,3 billones en esa fecha. A esa exorbitante suma habría que sumar $441.500 millones en incapacidades.
Esta es una proyección realizada por un estudio internacional que tomó en cuenta 161 países, entre ellos Costa Rica. Fue publicado en setiembre pasado en la revista BMJ Global Health.
“Esto es mucho más de lo que cualquier país de ingreso mediano pudiera atender. Representa una erogación que no existe en riqueza de nuestros países”, subrayó Xinia Fernández, investigadora de la Escuela de Nutrición de la Universidad de Costa Rica (UCR), quien analizó los alcances del estudio, aunque no formó parte de este.
Costa Rica tendría el octavo nivel de obesidad más alto, luego de Kiribati (Oceanía), con 97,7%; Tonga, con 97,2%, Samoa; con 96,9%; Micronesia, con 95,9%; Haití con 95,6%; Polinesia Francesa, con 95,1% y Omán, con 94,9%.
El estudio hace una comparación con datos a 2019 (los más recientes que se tienen) y luego se hicieron proyecciones a 2060. En Costa Rica, los datos dicen que para 2019, el porcentaje de personas con sobrepeso estaba en 58,6%, por lo que, en cuestión de 41 años crecería en 35,7 puntos porcentuales, para un aumento del 60,92%.
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Más allá de hacer estas proyecciones, el estudio alienta a los países a tener un enfoque en el cual todos los sectores de la sociedad tengan responsabilidad. Dentro de las políticas públicas que podrían tomarse está incentivar y tener precios más asequibles de los alimentos saludables, gravar los que puedan resultar más perjudiciales, y que haya etiquetado advirtiendo de excesos de grasas o azúcares para que las personas hagan una compra informada. Además, se pide incentivar la actividad física.
La médica Nydia Amador, presidenta de la Asociación Costa Rica Saludable, fue enfática en que el esfuerzo no solo es individual ni solo del Gobierno, es un asunto de salud colectiva que nos compete a todos.
“Si no actuamos ya con políticas fiscales adecuadas a las bebidas azucaradas, etiquetados frontales de alimentos en la que el usuario pueda elegir sus alimentos, aumentar los espacios para ejercicio físico, no podremos bajar las proyecciones tan severas”, recalcó.
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Preocupación por la niñez
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Fernández también se mostró preocupada por la situación infantil. Si el sobrepeso y la obesidad se dan desde edades tempranas, de continuar en la vida adulta, se traducirá en enfermedades como diabetes, hipertensión y niveles altos de colesterol y triglicéridos que luego lleven a otros padecimientos más graves como infartos o accidentes cerebrovasculares (popularmente conocidos como “derrames cerebrales”.
“Es importante ver cuál es el ambiente alimentario en el que ellos se desarrollan”, puntualizó.
La nutricionista fue parte de un estudio llamado “Póngale Vida”, en el cantón de La Unión, en Cartago. Allí determinaron una proliferación muy alta de establecimientos que venden alimentos alrededor de los centros educativos y muy pocos lugares para practicar algún tipo de actividad física.
“Los chicos tienen una probabilidad muy alta de consumir alimentos de todo tipo, principalmente no saludables. Caminan muy poco, hay toda una influencia de colocar este tipo de comercios cerca de los niños y los alimentos más baratos no son los más sanos”, destacó.
Se suma el problema de la inseguridad ciudadana, por el cual son muy pocos los lugares donde realmente ellos puedan realizar actividad física.
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Las propuestas
Tener advertencias gráficas de cuando un producto es alto en grasas, azúcares, sodio u otras sustancias poco saludables es una de las propuestas que Costa Rica Saludable ha defendido.
Dentro del Ministerio de Salud también se ha dado un impulso, pero este todavía no se finiquita.
Ya se tienen avanzados estudios. Uno de ellos analizó la efectividad de cuatro sistemas de etiquetado nutricional frontal en alimentos, como los semáforos que indican con colores si un alimento es saludable o no, las señales de alto o los hexágonos u octágonos con advertencias.
“Encontramos que los octágonos que advierten estos elementos críticos son eficaces para que las personas conozcan lo que van a consumir y puedan tomar decisiones más saludables a la hora de consumir”, expresó el nutricionista y epidemiólogo Damián Reyes, uno de los investigadores.
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Comenzar por casa
Mientras las políticas públicas se ajustan, los consejos de cómo mantenernos saludables siguen siendo los mismos, pero es necesario recordarlo. La tríada de ejercicio, alimentación balanceada y control del estrés es trascendental.
Los profesionales en Nutrición recomiendan consumir cinco porciones de frutas y verduras al día. Una porción es una taza de frutas o verduras crudas picadas, o una manzana o pera pequeña.
Otra forma de consumirlas es comer frutas de postre después, colocar tomate y lechuga al hacer un sándwich, y potenciar el consumo de ensaladas.
La actividad física es imprescindible. Como el cuerpo humano está hecho para moverse y no le damos ese movimiento, las enfermedades crónicas toman ese lugar.
Los especialistas advierten que cuanto antes se comience con los ejercicios, mejores resultados se tendrán; aunque afirman que nunca es tarde para obtener los beneficios.
No obstante, antes de dar cualquier paso lo mejor es consultar con un médico para que determine si el paciente tiene algún problema que le impida realizar determinados movimientos.
Además, si la persona ha tenido algún tipo de lesión, es bueno que consulte qué tipo de actividad le ofrecerá mayores beneficios sin exponerse a nuevas lesiones.
Finalmente, el control del estrés. Para la psicóloga Paola Vargas es determinante que las personas destinen tiempo para hacer lo que les gusta, estar (aunque sea virtualmente) con las personas que más les gusta estar y tomar un espacio para ellas.
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