La forma en que los adultos toman la entrada a clases de los más pequeños de casa repercute en cómo los niños, e incluso los adolescentes, enfrentan el tema de regreso a las aulas.
“Uno lo ve mucho en las mamás que van a dejar al chiquito por primera vez a preescolar. El niño va tranquilo, pero la señora se pone a llorar y eso hace que el niño se sienta inseguro y llore también. La mamá debe estar segura de que está dejando a su hijo en buenas manos”, manifestó la psicóloga y educadora Allison Boza.
Para la especialista, este fenómeno no solo se ve con los menores, ya que a niveles escolares son los mismos padres quienes transmiten inseguridad y hasta miedo a sus hijos, especialmente en época de exámenes.
“Está bien que queramos hacerlos estudiar, pero eso no lo logramos si les metemos miedo con el propósito de ser más estrictos en el cumplimiento de tareas y estudio, más bien se ponen peor”, aseguró Boza.
Según Lilliam Mena, madre de dos hijas que irán este año a materno y quinto grado, la apatía que muchos progenitores muestran hacia el estudio es lo que provoca que los pequeños no quieran volver a las aulas.
“Si ellos están oyendo ‘qué pereza’, ‘eso es aburrido’ y cosas similares, ¿cómo van a motivarse? Más bien la entrada a clases es una oportunidad para que uno repase lo que vio hace años, y hasta para comparar lo que se veía cuando uno estaba en la escuela y lo que se ve ahora”, resaltó Mena.