“Hola. Tengo 35 años y la verdad nunca me ha gustado mi peso (...) ya me cansé y tomé la decisión de hacer lo que sea; esto incluye laxantes y dejar de comer; la presión de la sociedad y el no encontrar pareja me motiva a seguir (...); lo más tenaz es que mis compañeras parecen supermodelos; todas son flacas“.
Este mensaje anónimo apareció en un foro en Internet donde personas adultas con trastornos alimentarios se desahogan.
Costa Rica no escapa a esta situación. Aunque la mayoría de estos problemas ocurren en la adolescencia; entre los 30 y los 60 años también se registran casos.
Datos de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) señalan que, entre el 2000 y el 2015, hubo de dos a seis hospitalizaciones, por año, en mujeres entre los 30 y 40 años debido a la anorexia –dietas estrictas, ayunos y bajar de peso drásticamente– o bulimia –atracones de comida para luego vomitarse o purgarse–.
Como dato curioso se observa que, en década y media, solo hubo un hombre de 39 años internado por anorexia.
La tendencia en la población femenina se mantiene similar entre los 40 y 50 años, y desciende después de esa edad.
En total, al año se ven de 15 a 30 egresos hospitalarios por trastornos asociados con la alimentación en mayores de 30 años.
La cifra parece pequeña, pero nutricionistas y psicólogos coinciden en que es mucho mayor, pues a los hospitales llegan solo los casos más graves. Otros pacientes acuden a centros privados. Por otro lado, muchos de quienes sufren estos males llegan al hospital por otra causa.
“Hace unos años era impensable un desorden alimentario en adultas. Se imaginaba en quienes lo tuvieron de adolescentes y recayeron, pero hoy vemos gente que empieza ya mayor, especialmente en trastornos de atracón”, explicó Marianela Ibarra, del Centro de Nutrición Larisa Páez.
¿Quiénes son? Marcela León, psicóloga especialista en trastornos de alimentación, afirma que hay varios perfiles de mujeres adultas con estas enfermedades.
Están quienes desde jóvenes son anoréxicas o bulímicas y ya son pacientes crónicas.
También hay personas que tuvieron uno de estos males en la adolescencia y lo superaron, pero recayeron entre los 30 y 50 años. bien, quienes nunca sufrieron un trastorno, pero sí una relación conflictiva con la comida.
“Hay chicas que ven en la comida un escape; si tienen un problema pueden caer, aunque lleven años sin síntomas”, señaló Silvina Gimpelewicz, presidenta de la de la Asociación de Desórdenes de la Conducta Alimentaria de Costa Rica.
Por último, hay un grupo creciente de mujeres que nunca antes vivieron con estas condiciones.
“Son edades con muchos cambios físicos. El metabolismo se hace más lento y es más fácil engordar y más difícil adelgazar. Y hay una lucha social: la mujer siente que tiene que verse delgada, bonita y joven para competir”, destacó León.
Según la especialista, hay momentos más vulnerables, como un despido laboral, donde les toca competir en un mercado con mujeres jóvenes y delgadas. También podría darse a raíz de un divorcio o ruptura amorosa, pues se exigen estar “flacas” para conseguir nuevamente pareja.
“Esto casi no se ve en hombres; en esa época, las canas se vuelven un atractivo; en ellos, la edad es visto como algo de lo que pueden sacar partido”, afirmó León.
Peligros. Si bien, las adultas con estos trastornos no deben lidiar con los cambios de un cuerpo en crecimiento (como sucede en la adolescencia), esto no las exime de tener problemas de salud.
“Se dejan de percibir muchos nutrientes, y esto puede llevar a anemia y a problemas en los huesos, enfermarse más de virus, sufrir depresión, ansiedad. Si llevan varios años con el trastorno, también hay consecuencias para el corazón”, advirtió Ibarra.
Quienes ya viven cambios hormonales previos a la menopausia podrían enfrentar males cardíacos y óseos.
León agrega otra preocupación: “algunas (en estas condiciones de salud vulnerable) pagan liposucciones y tratamientos para bajar de peso o hacen demasiado ejercicio”.
Los expertos coinciden en que no importa la edad a la que comience el trastorno; las secuelas siempre serán graves.
Grupo apoya a gente con trastornos
La solución de los trastornos alimentarios tiene el mismo perfil del que se sigue para otras adicciones: si la persona no reconoce el problema y no pide ayuda, es difícil que logre salir de la situación.
Un grupo de especialistas en este tipo de padecimientos lo tiene claro, pero reconoce que quienes sufren de estos males no tienen idea sobre cómo dar el primer paso.
Por ello, la Asociación de Desórdenes de la Conducta Alimentaria Costa Rica creó una página en la red socialFacebook, donde se brinda asesoría y consejos a las personas, a quienes se les orienta en cómo superar el problema. Para encontrarla, ponga el nombre de la Asociación en el buscador.
De ser necesario, los voluntarios de este grupo hacen reuniones y están pensando formar un grupo de padres de personas que atraviesan esta situación.
La presidenta de la Asociación, Silvina Gimpelewicz, también es especialista en danza-terapia y movimiento corporal, lo que resulta efectivo como parte de un tratamiento integral.
“Muchas personas no saben adónde acudir y todavía no somos muy conocidos, pero queremos que sepan que en nosotros pueden apoyarse”, manifestó Gimpelewicz.
El respaldo de familia y amigos también es vital.
Lo más importante es que los allegados primero se informen sobre los trastornos alimentarios y cómo pueden afectar para que así, en el momento en que el paciente pida ayuda, puedan escucharlo y orientarlo.
Quienes sufren anorexia o bulimia necesitan de mucha empatía. Este tipo de trastorno debe tomarse como una enfermedad, señalan los expertos.
Infórmese
Busque información sobre los diferentes tipos de trastornos alimentarios y cómo afectan la salud de quienes los sufren.
- Busque ayuda. La Asociación de Desórdenes de la Conducta Alimentaria Costa Rica tiene su página en Facebook donde pueden buscar información y contactar expertos.
- Apoye. No juzgue a la persona. Ella sufre una enfermedad que requiere tratamiento. Recuérdele que usted está ahí para escucharle y apoyarle.
- Tratamiento. Debe ser integral: nutricionista, psicólogo o psiquiatra, médico, familia, pareja y amigos.
Problema baja en mayores de 50 años, pero no desaparece
Aunque las atenciones por trastornos alimentarios se ven menos en quienes ya sobrepasan la quinta década de vida, el problema persiste (e incluso aparece) en estas poblaciones.
Una investigación realizada por el Programa de Desórdenes Alimentarios de la Universidad de Carolina del Norte, Estados Unidos, señaló que el 70% de las mujeres de esa edad está tratando de perder peso, y que un 62% está descontenta con su cuerpo y considera que su figura le ha traído secuelas negativas.
Aún más: el 8% reconoció purgarse para bajar de peso; el 7,5% toma pastillas para lograrlo; un 7% hace ejercicio de forma excesiva, otro 3,5% admitió hacer atracones; el 2% toma diuréticos y el 1% confesó que vomita para no engordar.
El estudio tomó en cuenta a 1.849 mujeres mayores de 50 años y fue publicado en la revista International Journal of Eating Disorders.
Este reporte también encontró que el 36% ha pasado al menos la mitad del tiempo de los últimos cinco años en dietas, el 41% revisaba a diario su cuerpo y el 40% se pesaba al menos dos veces a la semana.
“Desgraciadamente asumimos que las mujeres de estas edades ya ‘se graduaron’ de las insatisfacciones con sus cuerpos y de los desórdenes alimentarios, pero nadie se había molestado en preguntarlo”, declaró en un comunicado de prensa Cynthia Bulik, coordinadora de la investigación.
“Los profesionales de la salud deben estar en alerta de síntomas o conductas de desórdenes alimentarios y de preocupaciones por el peso o la figura de las mujeres de todas las edades, no solo de las adolescentes. También lo sufren niñas y, como lo estamos viendo, mujeres maduras. Esto podría tener consecuencias muy fuertes para su salud”, recalcó Bulik.
Forma de reconocer y enfrentar un trastorno alimentario cambia según la edad
“Una adolescente tiene a los papás a la par, y, aunque muchas lo ocultan bien, es más fácil reconocer un desorden alimentario en ellas que en mujeres independientes, ‘hechas y derechas’ que si te dicen, ‘no gracias, ya comí’, les vas a creer. También se entra en la dificultad de pedirle a otro adulto que coma, no es lo mismo que una mamá diciéndoselo a su hija menor de edad”.
Con estas palabras, la psicóloga Marcela León explica una de las diferencias que pueden encontrarse a la hora de reconocer y tratar un trastorno de la conducta alimentaria en una mujer mayor de 30 años.
Silvina Gimpelewicz, presidenta de la Asociación de Desórdenes de la Conducta Alimentaria de Costa Rica, coincide en que no todas las personas reaccionan de la misma manera.
“No todas las anorexias son idénticas, ni todas las bulimias. Tampoco todas las pacientes son iguales. En algunas personas sí hay disparadores que las hacen reaccionar, como vomitar sangre o desmayarse. En otras, no”, afirmó esta especialista en el tema.
Para la nutricionista Marianela Ibarra, en estas edades el problema se torna muy emocional y está relacionado con cambios propios de la edad, metas no logradas y envejecimiento.
“Cuando se conversa con estas mujeres uno ve problemas de pareja, o asuntos laborales en donde entran en competencia. Los mismos cambios físicos de la edad, que deberían verse como normales del envejecimiento, ellas los sienten como amenaza y quieren combatirlos”, señaló.
León añadió: “Nuestra relación con la comida es muy emocional. Amamos comer, y es parte de gran cantidad de nuestras actividades sociales. Pero también el comer nos ejerce presión sobre el físico. Ahí es donde muchas veces revienta el trastorno, que hasta podría esconderse detrás de la frase ‘nada más me estoy cuidando’”, aseveró.
Alertas similares. Las especialistas consultadas coinciden en que hay rasgos en los que los trastornos alimentarios sí se parecen muchos a los vividos en la niñez y adolescencia y, por ello, es bueno estar atento.
“La forma de reaccionar ante la comida y el decir que se sienten descontentas con su cuerpo es una constante que se ve en casi todas”, concluyó Ibarra.
Señales de alerta
- Persona está descontenta con su figura y dice constantemente que está muy gorda.
- Tiene "listas negras" de alimentos, en donde usualmente están todos los carbohidratos, grasas y azúcares.
- Cambia de una dieta a otra.
- Hace ejercicio en exceso.
- Se aísla y evita actividades sociales en donde hay comida.
- Parte la comida en pedacitos muy pequeños y come lento.
- Usa ropa muy holgada.